SOCIEDAD › PLAN PARA INCLUIR A LAS TRAVESTIS EN EL SISTEMA

La salud, también para ellas

 Por Pedro Lipcovich

“¿Seremos capaces de abrirnos a comprenderlas, aunque con ello caigan las ‘verdades’ que nos enseñaron? Nadie está obligado a hacerlo, pero si lo hacemos el mundo ya no será el mismo para nosotros, y tampoco para ellas.” Ellas son las travestis, y la cita pertenece al cuadernillo que el gobierno porteño preparó para ayudar a los profesionales de salud a bajar sus prejuicios respecto de estas personas: si lo logran, el mundo será distinto para ellas porque se animarán a acercarse al sistema de salud. Ser llamada por su nombre masculino en una sala de espera suele ser suficiente para que ella se retire y sólo vuelva como paciente terminal, a causa del sida o aun de implantes de siliconas nocivos. Las travestis ya pueden realizar su sueño de ser atendidas por ginecólogos –para que no se automediquen con hormonas– y está en marcha una resolución para que en las historias clínicas se consignen los nombres femeninos elegidos. Su acercamiento al sistema las convierte “en agentes de salud, para ellas y para sus clientes”, consignó el titular de Coordinación Sida de la ciudad.

“Esto era lo que necesitábamos”, afirmó Marcela Romero, titular de Attta (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina): “Porque en los hospitales no nos atienden o nos anotan con nombre masculino –explicó–: para lograr servicios amigables, hay que reducir la transfobia”.

Claudio Bloch, titular de Coordinación Sida de la ciudad, contó que “a partir de la distribución de preservativos en centros de salud, travestis y transexuales empezaron a acercarse a los servicios, pero, por falta de capacitación del personal, se perdía la posibilidad de atenderlos”. La capacitación se centra en “bajar el nivel de prejuicio y aumentar el conocimiento clínico”.

Por ejemplo, “un ginecólogo puede recibir personas de sexo biológico masculino en busca de hormonas femeninas. Son travestis que ya se han automedicado con hormonas, por recomendación de amigas, sin saber cómo ni en qué dosis, o junto con otros fármacos, desconociendo las interacciones; otras veces se han hecho implantes con siliconas industriales, nocivas”, advirtió Bloch, y anunció “un proyecto para proveerles gratuitamente las hormonas, lo cual, incluso en términos de costo-beneficio, resultaría preferible que atender las complicaciones que resultan de la automedicación. Se trata de unas 800 personas”.

El titular de Coordinación Sida observó que “cuando las travestis, en el marco de sus organizaciones, se acercan al sistema de salud a retirar preservativos, lo hacen para sí, para sus compañeras y también para sus clientes; se convierten así en agentes de salud”.

Alberto De Micheli, ministro de Salud porteño, anunció que “estamos preparando una resolución que reconozca el derecho de travestis y transexuales a ser llamadas por su nombre elegido, incluso en las historias clínicas, sin perjuicio del requisito legal de consignar el nombre que figura en el documento de identidad. Mientras tanto, es mejor que, por lo menos, sean llamadas sólo por el apellido, sin mencionar el nombre masculino. Esto puede parecer un detalle pero suele ser crucial para que esa persona vuelva o no a atenderse”.

El programa tiene el aval de Onusida, cuyo representante para el Cono Sur, Pedro Chequer, aprobó el hecho de que “en este caso la lucha contra la discriminación, como debe ser, no se limita a dictar normativas, sino que procura modificar los criterios sociales. Para Onusida es muy importante concentrar esfuerzos en las poblaciones vulnerables como las travestis, cuyo riesgo de infectarse es grande”.

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