Jueves, 23 de agosto de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › PIDEN PERPETUA A UN POLICIA POR UN CASO DE GATILLO FACIL
Ramón Medina, acusado de matar a un joven de 20 años, estuvo diez años prófugo. Un testigo clave se quebró durante el juicio.
Por Carlos Rodríguez
El policía bonaerense Ramón Medina, hoy expulsado de la fuerza, estuvo prófugo diez años para escapar a su responsabilidad en el homicidio de Pablo Daniel Martinoli, de 20 años, ocurrido el 9 de abril de 1997. Hoy, al reanudarse el juicio oral en el que Medina está siendo juzgado, el fiscal Humberto Bottini pedirá que le apliquen la pena de prisión perpetua. En su alegato, Bottini tomará en cuenta tres agravantes: que el imputado fuera policía en actividad al momento del hecho, que se haya fugado y la alevosía. En la audiencia, el testigo Jorge Malvido cambió su declaración anterior, según la cual al chico Martinoli le habían pegado dos tiros por la espalda, cuando escapaba. “Voy a contar la verdad porque me duele el alma”, dijo Malvido a los jueces. Relató que la víctima recibió un primer disparo por la espalda, en un glúteo y cayó al piso, boca abajo. Entonces, Ramón Medina se acercó, lo dio vuelta “y lo remató” con un disparo en la cabeza. Después hubo maniobras para exculpar a Medina, pero las irregularidades quedaron al desnudo. Varios peritos policiales podrían ser juzgados, en otro juicio, por adulterar pruebas.
La muerte de Martinoli ocurrió cuando el joven iba en un Fiat Duna, acompañado por su amigo Jorge Alejandro Malvido, hijo del testigo clave del juicio oral. Los dos eran perseguidos, en un Renault 9, por el policía Ramón Medina y un hijo suyo, Pablo Alejandro Medina, exonerado de la fuerza por “mala conducta”. Los Medina acusaron a los dos jóvenes de haberles robado el auto, aunque el hecho nunca pudo ser probado. Lo que sí se demostró es que ni Martinoli ni Malvido estaban armados, mientras que Medina padre llevaba su Browning 9 milímetros reglamentaria y el hijo, un arma larga, que algunos testigos describieron como una Itaka. Lo que se sabe, a través del Registro Nacional de Armas (Renar), es que Medina hijo tenía registrado a su nombre un rifle Winchester.
Mientras el Duna iba por la colectora, los Medina conducían su auto por la Panamericana, cerca de la Avenida de los Inmigrantes, en Escobar. Los Medina hicieron disparos desde el auto, pero después se bajaron del vehículo y aguardaron el paso del Fiat. Al verlos, Martinoli y Malvido se bajaron del auto y trataron de escapar a pie. No pudieron. A Martinoli lo hirieron en el glúteo y luego le pegaron un tiro en la cabeza, cuando estaba en el suelo, indefenso. Por eso el fiscal Bottini considera que hubo “alevosía”. A Medina hijo lo juzgaron y condenaron a cuatro años y seis meses por “lesiones y portación de arma de guerra”. Ahora se sabe que pudo haber sido “partícipe necesario” del crimen, pero no será imputado porque nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
El que está en el banquillo es su padre, el principal Ramón Medina, quien estuvo prófugo diez años. “Tres ministros de Seguridad bonaerenses, en distintos momentos, nombraron comisiones para buscar al prófugo. Siempre nos dijeron que estaba oculto en San Pedro, en otros lugares de la provincia o del país, e incluso en Paraguay”, recordó a Página/12 María Cristina Colazo, la mamá de Martinoli. “Después de que el ministro (León) Arslanian puso una recompensa de 50 mil pesos, una persona dio el dato que nos permitió encontrarlo y hacerlo detener”, en febrero de 2006. El policía estuvo escondido, en casa de un familiar, en la Villa 31 de Retiro, mientras trabajaba, con su nombre, en blanco, como custodio de una empresa de camiones para transporte de carga.
“Era tal la impunidad que tenía, que hay testimonios de vecinos que dicen que los policías de Campana iban a visitarlo. Todos sabían dónde estaba y no lo detenían”, recalcó la mamá del chico asesinado. Luego del homicidio, la causa judicial parecía encaminada a corroborar la versión policial de que había sido un enfrentamiento y que Martinoli había muerto por dos balazos que recibió por la espalda, mientras escapaba. El abogado de la familia, Adolfo Tournier, logró revertir la situación cuando quedó demostrado que el chico había sido rematado en el piso, de un disparo en la frente hecho desde corta distancia.
“Los peritos de parte demostraron que la bala que Pablo tenía en la cabeza había entrado de frente y no por la nuca, como decía la primera autopsia. La bala 9 milímetros había sido desenterrada del piso y luego la pusieron en la cabeza, invirtiendo la dirección, para que confirmara que lo habían herido por la espalda”, comentó el abogado de la familia. “Todos los peritos policiales mintieron, desde Carlos Flores, que hizo la primera autopsia, hasta el perito balístico Adolfo Petrili, pasando por el perito fotográfico, de apellido Caballero, que mintió cuando dijo que no había podido sacar ninguna foto porque ese día había llovido mucho y se le mojó la cámara, versión que fue desmentida por los testigos”. Es probable que los peritos sean acusados por falsedad ideológica y que sean juzgados en un futuro juicio oral.
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