SOCIEDAD › OPINION

¿Cuántos unicornios tiene Buenos Aires?

 Por Emilio García Mendez *

El hombre, y la mujer un poco menos tal vez, tienen, qué duda cabe, una obsesión no siempre explicable por lo cuantitativo. Ahí esta el Libro Guinnsess como testimonio irrefutable. Desde los tradicionales y consabidos quién corre más rápido y quién escala la montaña más alta, hasta los records bizarros de quién escupe más lejos o come más hamburguesas. En el campo de lo social, por lo menos en América latina, como todo el mundo sabe, la información cuantitativa confiable siempre ha dejado mucho que desear, sobre todo comparada con los números duros de la economía. Ahí, decisión política y competencia técnica aúnan esfuerzos para que el cuadro de situación sea lo más exacto posible. En general, en este campo, cuando la información no es exacta es porque se esconde o adultera y no porque se desconozca.

Pero hay un área de la política social donde, paradójicamente, la obsesión por lo cuantitativo se manifiesta con una constancia digna de mejor causa: es el caso de los niños de la calle. Pareciera que el trámite obligatorio de todo gobierno con buenas intenciones (y digo esto sin el menor dejo de ironía) comenzara por querer saber cuántos son los “niños de la calle”. El nuevo gobierno de la ciudad de Buenos Aires, donde la oposición al gobierno nacional está a cargo de la administración desde hace escasas dos semanas, no constituye una excepción. En estos días ha realizado su primer censo, cuyo resultado oficial ha sido dado a conocer hoy. Como es habitual, en estas ceremonias, que se repiten invariablemente en la región desde hace treinta años, cada medio de comunicación ofreció cifras diferentes. El gobierno, por su parte, sólo anunció que el próximo censo tendrá, además, un carácter cualitativo.

¿Pero hay algo de malo en querer saber el número de los niños de la calle, en este caso de la ciudad de Buenos Aires? Nada hay de malo o, mejor dicho, nada peor que pretender conocer el número de unicornios o de minotauros, dos animales mitológicos inexistentes.

¿Sostener una posición como la que aquí se sostiene implica desconocer la existencia de problemas sociales gravísimos que afectan a la infancia? La respuesta obvia es que no, ya que no hace falta ningún censo para verificar que en la ciudad de Buenos Aires, como en cualquier ciudad de América latina, resulta abrumadora la presencia de niños totalmente abandonados por las políticas sociales básicas.

Lo que sucede es que el problema de los “niños de la calle” es de naturaleza conceptual y en política social los errores conceptuales se pagan carísimo, aunque el pago no siempre sea al contado. Curiosa categoría ésta la de los “niños de la calle” cuyo número “real” depende absolutamente de la intencionalidad verdadera o presunta que tengan o se atribuya a los responsables políticos de los censos. Un censo que tenga por finalidad efectiva (y además la cumpla) satisfacer las carencias de estos niños, no hará otra cosa que aumentar en forma geométrica su número hasta el infinito o hasta la satisfacción plena de todas sus necesidades y entonces para qué contarlos. Si así no fuera, resulta inexplicable que la dimensión cuantitativa del problema que arrojan estos censos, invariablemente insignificante comparada con su magnitud total, no pueda resolverse fácil y rápidamente.

Pero es que los “niños de la calle” existen, insistirá el pragmático que se niegue a aceptar el problema conceptual que aquí se plantea. Los unicornios también, aducirán aquellos para quienes la literatura resulta una fuente mucho más confiable que la historia.

* Diputado nacional, ARI auténtico.

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