SOCIEDAD › ESTREMECEDOR RELATO DE UN MIEMBRO DE LA BANDA QUE SECUESTRO A PERALTA
“Con sangre en las manos y en la cara”
“Chelo”, uno de los detenidos por el secuestro y muerte de Diego Peralta, hizo un relato detallado sobre su cautiverio y asesinato al que tuvo acceso Página/12. Dónde tuvieron al chico, cómo lo asesinaron “aunque no nos vio las caras”.
Por Carlos Rodríguez
“César lo tomó a Diego por los hombros con su mano derecha. El pibito caminaba de un lado hacia otro, como si estuviera borracho. Junto a ellos iban El Chaca y El Pipi. A esa altura Diego iba con la cara descubierta.” Marcelo Alejandro Cejas, “Chelo”, uno de los siete detenidos por el secuestro y homicidio de Diego Peralta, fue quien se “quebró” y aportó al juez federal Carlos Ferreiro Pella la versión que llevó a lo que fuentes policiales consideran “el total esclarecimiento del caso”. El relato que abre esta crónica es la última visión que tuvo Chelo del pibe Diego Alberto Peralta, de 17 años, cuando iba caminando a los tumbos –lo habían dopado– hacia la tosquera de Ezpeleta donde fue asesinado a cuchilladas. Lo llevaban sus tres cancerberos –según lo que afirma el Chelo–, César Javier Rotela, señalado como el autor material del crimen; David Esteban Pereyra, alias Chaca, y el apodado Pipi, cuyo nombre se mantiene en reserva porque es el único prófugo.
Página/12 tuvo acceso a los tramos centrales de un expediente cuya lectura resulta agobiante. De acuerdo con el nuevo giro que tomó la causa a partir de la declaración testimonial de Chelo –en la madrugada del domingo 1º de setiembre–, ahora parece haberse dejado de lado la hipótesis según la cual hubo alguna participación policial en el secuestro. El primer detenido en la causa, José Pablo García, había mencionado la presencia de al menos tres policías en el momento del rapto, a las 7.30 del 5 de julio pasado, en el barrio El Jagüel, cerca de Ezeiza. Dos policías estuvieron entre los 18 detenidos que tenía la causa hasta el viernes, cuando diez de ellos quedaron en libertad porque se les dictó la “falta de mérito”. Aunque siguen ligados al proceso porque todavía podrían aparecer pruebas en su contra, sobre todo a partir del entrecruzamiento de las escuchas telefónicas que se hicieron con participación de la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE).
El sargento Miguel Angel Giménez, señalado con nombre y apellido por García, y el oficial Mario Antonio Roque fueron desligados por ahora de la causa Peralta, aunque según afirmó el propio jefe de la Brigada Antisecuestros, comisario Angel Casafús, podrían ser procesados por otros delitos que tramitarían en causas paralelas. También quedaron en libertad Daniel Norberto y Marcelo Héctor Galli, el remisero Fermín Amarilla, Pablo Ariel y Javier Hernán Ayala, Horacio Oscar González, Natalio Damián Aguilar, y Héctor Daniel Silva. Las 17 detenciones realizadas el sábado 31 de agosto –García está preso desde el 2 de ese mes– tenían la apariencia de haber sido hechas “al voleo”, aunque las fuentes policiales insistieron ayer en que “todos aportaron elementos para ir cerrando la historia”, aunque admitieron que “no hay ningún elemento que los incrimine”.
Los que siguen presos, como presuntos miembros de la banda, son Marcelo Alejandro Cejas, “Chelo”; Rosa Gissela Pistillo Pereyra, “Rosita”; Enrique Alberto Báez, “Bati”; David Esteban Pereyra, “Chaca”; Lauro Raúl Shimabukuro, “El Chino”; César Javier Rotela y José Pablo García. De todos ellos, los únicos que carecen de antecedentes son Cejas y “Rosita”. También está detenido el vendedor de celulares Ernesto Allende porque dos de los teléfonos utilizados en el secuestro estaban a su nombre. Sus abogados y el propio Allende sostuvieron que sólo es un comerciante. De acuerdo con esa versión, los aparatos estaban asentados a nombre de Allende “porque todavía no se había hecho la transferencia al comprador” de la línea. En fuentes policiales se dijo que “es posible que Allende ignorara el uso que se iba a dar a la línea, pero también es claro que sus procedimientos de venta eran poco claros y tenía contactos con bandas”. Otro celular a su nombre apareció involucrado en el intento de secuestro de la madre del intendente de José C. Paz, Mario Ishii. Allende fue llevado a los Tribunales de San Martín, para declarar en esa causa.
De acuerdo con la información aportada por Chelo, el secuestro de Diego fue planificado a fines de junio durante una reunión que se hizo en lacasa de “Chaca”, en la calle Río Desaguadero número 5024, en Ezpeleta, a pocas cuadras de la tosquera donde apareció el cadáver el 12 de agosto pasado. Allí estuvieron todos los acusados, menos García. En esa reunión se comentó que Luis Peralta, el papá de Diego, tenía en su casa “una caja (de seguridad) con plata”, lo que habría llevado a pensar que podrían obtener un jugoso rescate. Al parecer, la inteligencia previa la aportó “El Chino”, que era el único que vivía en El Jagüel, además de García. Después del secuestro, Diego fue llevado a la casa de Los Plátanos, cerca de Berazategui, propiedad de César Rotela.
Es una vivienda abandonada que carece de luz eléctrica y de gas, ubicada sobre una calle de tierra, a una cuadra y media de la estación ferroviaria de Plátanos. Diego permaneció con los ojos apenas tapados con una remera que pertenecía al detenido al que se conoce como “Bati” y entre el 5 y el 8 de julio –cuando se cometió el crimen, según el relato de “Chelo”– estuvo con las manos atadas a la espalda, acostado sobre un colchón que alguna noche tuvo que compartir con sus custodios, dada la precariedad del lugar. Bati y Chelo fueron los que lo custodiaron y César venía seguido, a veces acompañado por Rosita. Cuando llegaron a la casa, alguien le dijo a Diego: “Quedate tranquilo, no te vamos a pegar”.
Mientras Bati se encargaba de hacer las compras (carbón, fiambre, leche descremada, yogurt, una botella de Coca-Cola y hasta facturas de las llamadas comúnmente “bolas de fraile”), Chelo hablaba con Diego sobre “motos, autos y sobre todo de fútbol”, el deporte preferido del chico asesinado. Por las noches, las charlas se hacían con luz de vela, todos tapados con la misma frazada. Desde afuera era imposible ver hacia adentro de la casa, cuyas ventanas tienen rejas y gruesas cortinas. Chelo se “alucinaba” con las luces de los trenes que pasan muy cerca y llegaba a pensar que “eran helicópteros policiales” que venían a buscarlo. Cuando Diego pedía ir al baño, lo hacían orinar contra una pared. Durante un allanamiento realizado el domingo 1º de setiembre, peritos de la Gendarmería levantaron muestras de pelos que serían de la víctima y restos del lugar donde orinaba, para confirmar su presencia allí.
Durante el cautiverio a Diego le dieron dos pastillas tranquilizantes. La tercera la pidió él mismo: “Así se me pasa más rápido el tiempo”, dijo el chico a sus secuestradores. El segundo día de cautiverio César los vino a visitar y les dijo que el papá de Diego ofrecía pagar cinco mil dólares por el rescate. Bati y Chelo se manifestaron conformes, pero César quería más. Según el relato de Chelo, la primera que le anunció que se acercaba el final fue Rosita: “Me dijo que lo querían matar al pibito y que estaban rezarpados”. El final llegó en la madrugada del 8 de julio, entre la una y las dos de la mañana.
Los vinieron a buscar a todos en un auto Renault 18 que era de Pipi y los llevaron hasta la casa de Chaca, en Villa Luján, a 200 metros de los terrenos donde se encuentra la tosquera de Ezpeleta. “César tomó un cuchillo de un cajón de la cocina, en la casa del Chaca y salió”. Le alcanzó a ver “el mango de lata con filo regular”, antes de que caminaran hacia donde estaba el lago artificial. “Rosita anunció que lo iban a matar al pibe y los dos nos quedamos rebajoneados”, aseguró Chelo en su declaración. César, Chaca y Pipi se fueron con el chico, que se bamboleaba por el efecto de los sedantes.
Cuando regresaron “estaban manchados con sangre en las manos, las ropas. César tenía sangre en la cara y el Chaca también tenía la cara manchada”. Para borrar las huellas decidieron quemar toda la ropa en el fondo de la casa, junto con alguna prenda que había pertenecido a Diego. Los resultados preliminares confirmaron que había cenizas de ropas quemadas, pero ahora se buscan restos de sangre. Después, para serenarse, los principales imputados se sentaron a fumar un porro. Chelo dijo que les recordó, en ese momento, que Diego nunca le había visto la cara a nadie. “Qué saltás por el pibito”, es lo único que le respondieron, según aseguró el testigo en su declaración judicial. También juró que nunca le pagaronun peso porque no compartieron con él el monto del rescate. La policía cree que Chelo está “realmente arrepentido” por haber participado en el secuestro. “Nos dijo que por las noches se le aparece Dieguito y que cuando eso pasa, ya no puede dormir.”