En el caso del asesinato de Nora Dalmasso, el fiscal ordenó una autopsia psicológica y un estudio grafológico de cartas de Nora, para ver si de allí salen indicios de que fue asesinada por su hijo, Facundo.

–Eso es abrir la puerta para que entre cualquier cosa. La psiquiatría y las pericias grafológicas dan pie a cualquier fantasía. No pueden tomarse como indicios serios, a menos que estemos todos locos. Esto demuestra que la sociedad está seriamente alterada. ¿Cómo puede ser un indicio contundente el temblor, la dirección del trazo en una carta? En un crimen hay que seguir la línea respondiendo a preguntas concretas: ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo? Hay que acreditar pruebas, elementos serios contra quien sea el imputado. Las autoridades judiciales creen en la fantasía de un psicodiagnóstico o recurren a eso cuando no tienen pruebas. Lo mismo pasa con las denuncias de abusos sexuales. Hay muchos casos en que las parejas se pelean y quien va perdiendo la parte civil del litigio recurre a una denuncia de abuso sexual. Por ejemplo, una pareja se separa, el padre tiene una buena relación con el chico, aun no conviviendo con él. Sucede en más de un caso que la madre mete una denuncia sexual, tomando como rehén al hijo. Y después se hace un psicodiagnóstico, manejado por personas que no son idóneas, y cualquier cosa puede suceder. Muchos repiten esta frase: el niño no miente. Es falsa. El chico muchas veces fabula, acepta sugerencias, co-construye con un adulto una situación inexistente. El niño detecta qué quiere tal o cual adulto que él conteste. Por eso estamos caminando en el mundo penal de disparate en disparate. En Australia hubo un caso en que una madre fue detenida porque la acusaron de haber matado a su hijo. Fueron expertos ingleses a investigar el caso, hicieron psicodiagnósticos y sostuvieron que ella era culpable. Y después se descubrió que todo era falso.