Cassio Gomes es un luchador brasileño de 26 años que competirá mañana en la categoría medio, de 85 a 115 kilos. Llega a esta competencia desde Londrina, Paraná, en el sur de ese país, después de nueve años de práctica. Hijo de un luchador de sumo, heredó su placer por el deporte: “Me gusta por la educación, el carácter y el espíritu de familia que transmite, todos somos amigos”, dice. En Brasil, es un deporte practicado por unas 700 personas, de las cuales unas 50 son mujeres, aclara Jacqueline De Fatima, luchadora también del sur, con 24 años y un amor por el sumo que contagia. A ella también la inició el padre de Cassio, hace cuatro años, y desde entonces ya no pudo imaginar su vida sin él. “Mucho, mucho me gustó. El sentimiento es inexplicable, el sumo es como mi vida”, dice. Aunque estudia enfermería y trabaja de tanto en tanto en un supermercado, Jacqueline no falta nunca a sus cinco clases semanales de entrenamiento.