Viernes, 8 de julio de 2011 | Hoy
Por Fernando Halperín
La misión cuya puesta en órbita estaba prevista para hoy, la STS135, será la última para los transbordadores, y su objetivo es llevar la mayor cantidad de víveres y elementos de apoyo logístico a la Estación Espacial Internacional. El transbordador Atlantis luego irá a parar a un museo, al igual que sus hermanos, el Discovery y el Endeavour. El Enterprise, un modelo a escala, jamás viajó al espacio: era utilizado a fines de los ’70 para testear el procedimiento de aterrizaje, que se hace sin motor y sin segundas oportunidades, y no falló jamás en 30 años. El Challenger y el Columbia se destruyeron en los dos únicos accidentes de las pasadas 134 misiones.
Aunque todo esto suene un poco a ciencia ficción, la Argentina tuvo, por lo menos, dos perlitas ligadas al transbordador. En diciembre de 1998, el Endeavour –todo un honor– puso en órbita el SAC-A, el primer satélite de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) que resultó exitoso. También hubo un astronauta –Fernando Caldeiro, norteamericano, pero nacido en la Argentina (Ituzaingó)– preparado para tripular el transbordador, aunque jamás llegó a volar en él; una enorme injusticia. Los rumores señalaban que su demorada asignación para una misión se relacionaba con que la Argentina se negó a colaborar con fondos para la construcción de la Estación Espacial Internacional. Que si la Argentina hubiese puesto los millones de dólares exigidos, Caldeiro probablemente hubiese volado, aunque esa decisión habría dado por tierra con cualquier otro proyecto, como los de los satélites criollos que hoy enorgullecen al país. Como fuera, Caldeiro murió muy joven, a los 51 años, víctima de un tumor cerebral, en 2009.
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