SOCIEDAD › OPINION
Sin fichas no hay juego
Por Julio Nudler
Cualquier juego de mesa empieza por el reparto de fichas, piezas o barajas. Sino no hay juego. Con la economía pasa lo mismo. Y si un gran problema de la convertibilidad fue que, desde que empezó la salida de capitales, provocó una creciente escasez de fichas (es decir, dinero, medios de pago), el corralito confiscó gran parte de esas piezas imprescindibles para seguir jugando a la economía. La respuesta espontánea de una sociedad que necesita continuar el juego para sobrevivir consistió en multiplicar los clubes de trueque y sus ferias o nodos, que son el marketplace, la plaza de mercado del sistema. Pero como la permuta es poco práctica, el mecanismo empezó a emitir sus propias monedas, con lo que el canje dejó de ser tal.
De acuerdo con el dato que aporta la nota central, la circulación de Créditos (CR$) –el medio de pago de los clubes– equivale hoy al 0,4 por ciento de la circulación monetaria (pesos), pero su expansión es muy veloz. En principio, la emisión de CR$ obedece a un criterio muy simple: la entrega de cierta cantidad inicial a cada nuevo asociado o prosumidor (suma de productor y consumidor). De esta manera se mantendría estable en el tiempo el circulante de CR$ per cápita, considerando como “población” a los adherentes. ¿Podría haber inflación en CR$? Sí, y por dos vías. Una, si se quiebra la regla de emisión y se empapela el sistema. Dos, si se mantiene la paridad 1 a 1 con el peso y comienza a “importarse”, hacia dentro del entramado de clubes, la inflación que ya despunta en pesos.
Otro fenómeno probable será la acumulación de CR$ en manos de los prosumidores excedentarios, que vendan más de lo que compren. ¿No comenzarán a ofrecer préstamos en CR$, cobrando un interés? En ese momento se convertirían también en inversores, o incluso en meros rentistas. El capitalismo habría irrumpido brutalmente en este tejido solidario. Ya se informa en estas páginas de una operación inmobiliaria por 270.000 CR$. ¿Cómo pudo alguien acumular tantos?
Una cuestión no menor es la del intercambio del sistema con el resto de la economía, a la que debe comprarle equipamientos e insumos, a menos que incorpore a sus proveedores (vale decir, que éstos acepten cobrar en CR$). Pero aquí se acentúa un problema crucial: el negreo. Si el sistema no paga impuestos al Estado (ni al nacional, ni al provincial ni al comunal), cualquier persona o empresa que ingresa a él pasa a la clandestinidad tributaria. ¿Por qué será que en la Argentina la única forma de lograr lo mínimo para subsistir consista en sumergirse?