Domingo, 19 de febrero de 2012 | Hoy
Por Soledad Vallejos
“A veces todavía me preguntan: ‘¿Vos cobrás por esto?’. Sí, sí, a mucha gente le asombra. Es como si no estuviera del todo aceptado el rubro”, cuenta Pum-Pum, una de las muralistas más reconocidas de Buenos Aires y responsable de algunas de las paredes más adorablemente pop de la ciudad. Suyas son las muñequitas de melenas rubias infinitas y mirada malvada que, como en la foto que acompaña estas líneas, acechan desde rincones imprevistos de distintos barrios. Suyos, también, los pajaritos de patas largas como zancos, los gatitos que reinan con tanta desfachatez que hasta tienen corona. Suyo es también un nombre de pila que este diario no revelará porque a Pum-Pum hasta su madre prefiere llamarla por su apodo artístico. “Me llama y me dice ‘hola Pum-Pum’, podés creer.”
Hubo un tiempo en que Pum-Pum, que ya había pintado paredes en las noches, en los ratos libres, decidió dejar su trabajo de diseñadora gráfica para dedicarse de lleno a sus murales. “Tenía el concepto de que el diseño era laburo y la ilustración placer”, pero ella y otros artistas que se conocían “del fotolog, después del flickr”, de a poco empezaron a creer que eso que disfrutaban tanto sí podía ser una actividad laboral exclusiva. En 2006 pegó el volantazo. La apuesta mal no salió: en Argentina, Pum-Pum fue la responsable de una línea de remeras y accesorios de una firma mainstream de indumentaria, en México diseñó toda la imagen de producto para una línea de desodorantes de una multinacional, en la ciudad la convocan particulares para que realice obra. Lleva, también, varias muestras en la galería especializada en street art Hollywood in Cambodia.
–Algunos artistas de street art no quieren reconocer que trabajan en relación con el mercado.
–En el mundo del diseño gráfico a veces se considera como que te vendés. Pero no hay mucho que pensar. Para mí fue sencillo: ¿Puedo hacer lo que más me gusta y que me paguen por eso sin modificarlo ni vender el alma? Listo. La ecuación funciona. En otros lados ya no se cuestiona tanto, se lo entiende como trabajo. Acá persiste esa cosa romántica de que debería ser un hobbie.
–¿Se puede vivir tranquilamente de esto?
–Con tranquilidad total todavía no. Pero casi. Pero el graffiti está todavía en crecimiento. Cuando pase la moda y volvamos a ser menos, o casi los de siempre, los que pintamos, se va a ir asentando. Faltan eventos, una movida propia entre artistas, generada por artistas. En el resto del mundo hay.
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