SOCIEDAD › JAZMIN EMPEZO A RECIBIR MAILS CON PEDIDOS DE AYUDA
“No podía quedarme indiferente”
“Haberme anotado en la lista fue un primer paso, haber colaborado con los chicos fue el segundo y fundamental”, así resume Jazmín Garbini, una chica de 23 años que vive en Martínez, su corta experiencia en el mundo solidario, al que se conectó a través de la página de SerSolidario hace apenas un mes. En su debut como donante, Jazmín compró leche, harina y galletitas para un comedor infantil de Moreno al que se le estaban terminando los alimentos otorgados por la provincia. “Recibí un mail desesperado en el que se explicaba que más de cincuenta chicos no tendrían para comer el fin de semana siguiente y sentí que no podía permanecer indiferente”, confiesa.
Calles de tierra, chicos corriendo y escapando de los brazos de sus madres, hombres trabajando en pequeñas parcelas. Apenas unas cuadras adentro de la ruta 25, en el humilde barrio Ayelén del partido de Moreno, al oeste del Gran Buenos Aires, se encuentra el Centro Cultural Poyi Cárdenas, una pequeña casa de paredes de madera y techo de chapa donde funciona el comedor infantil para los chicos carenciados de la zona. Hasta allí llegaron las bolsas repletas de alimentos que Jazmín había comprado a la salida de su trabajo. “El mensaje me llegó un miércoles y necesitaban la comida para el sábado. Por eso le dije a la gente del comedor que yo podía comprar buena parte de los alimentos y quedamos en encontrarnos cerca de casa para que ellos los llevaran hasta allá”, relata Jazmín.
El sábado pasado, la chica de Martínez se reencontró con los coordinadores y voluntarios del comedor, pero esta vez en Moreno, en la casita del Centro. “Aproveché que entraba más tarde al trabajo”, explica, feliz por el cariño que los chicos chiquitos le demostraron, en agradecimiento por su presencia. Y prosigue: “El de Internet es un canal que deben aprovechar todos los que están dispuestos a brindarse, porque en cuanto te empiezan a llegar los mails con los pedidos te sensibilizás aún más, y te das cuenta de lo cruda que es la realidad para tanta gente”.
Luego de su primera incursión solidaria, y a la luz de los resultados, Jazmín cierra los ojos, piensa en las caritas sonrientes de los nenes y se ilusiona: “Tengo poco tiempo libre, pero la satisfacción que me dio sentir que se puede ayudar a personas tan necesitadas es invalorable, y ya estoy planeando juntar gente para poner un comedor infantil y alegrar al menos por un rato la vida de cuantos chicos pueda”.