SOCIEDAD
Un reconocimiento que tiene historia
En la resolución 549 del Ministerio de Educación se resalta que “a lo largo de nuestra historia la diversidad no ha sido reconocida por el sistema educativo, dado que las políticas educativas en nuestro país han estado marcadas por la tendencia a la homogeneización”. Con este reconocimiento –y aunque entre las mismas comunidades hay matices–, se entiende a la educación bilingüe e intercultural como una enseñanza que respete la diversidad sociocultural, los saberes ancestrales y que, en el proceso de aprendizaje, se utilice y valore al idioma originario tanto o más que el castellano. El investigador Luis Enrique López distingue tres momentos y enfoques, sucesivos pero también coexistentes:
- Civilizador: Heredado de la Colonia, buscaba la evangelización y la conversión del poblador originario a la vida “civilizada” de Occidente. Era un modelo influenciado por Europa y tenía fuerte injerencia de la religión. Se basaba en la idea del pensamiento único y su forma de transmisión era el verticalismo absoluto.
- Homogeneizador: A partir de 1940 se reconoce la necesidad de utilizar las lenguas indígenas para facilitar la “integración nacional”. Surge la educación bilingüe como respuesta técnica. Lo indígena y sus idiomas son considerados sólo un puente o un trampolín para facilitar el acceso a la cultura hegemónica. Es el ideal reinante hasta mediados de la década del ’80.
- Pluralista: Surge a mediados de los ’80, incluso en los ’90. Producto de la evolución de programa anteriores y del involucramiento de los pueblos originarios y de los maestros comprometidos con una visión que respete la diversidad. Fue, y es, producto del desarrollo del movimiento indígena, sus luchas por reivindicaciones en diversos países de la región y, también, por cierta apertura en los esquemas estatales tradicionales. El resultado es la educación bilingüe e intercultural.