SOCIEDAD

El gusto desde la panza

Por P. L.

“Aun antes de nacer, en el líquido amniótico, se aprende a gustar –observa la antropóloga Patricia Aguirre–: porque su composición cambia según el tipo de alimentos que haya ingerido la madre. Ya en la lactancia, el sabor de la leche materna tiene cambios sutiles según la ingesta; investigaciones sobre lactantes mostraron, por ejemplo, que cuando la madre ha comido ajo el bebé nota el cambio de sabor, y le gusta: sonríe.” Pero “si el universo gustativo se abre e internaliza tan tempranamente, de ese modo se internaliza también la posición social de la familia –advierte la investigadora–: el bebé accede a los gustos de ciertos alimentos, no a los de otros. El bebé no tiene cómo defenderse al recibir, con su cerebro en formación, estímulos que lo limitan al universo gustativo de su madre. Así, el gusto cumple funciones de reproducción social y de dominación.”
Sin duda, esto cuestiona el prejuicio de que el gusto sea una expresión propia del individuo. “En los sectores medio y alto, la gente cree que puede elegir y que el gusto es algo que le es propio. Los de ingresos bajos saben por experiencia que no pueden elegir, pero también creen que el gusto proviene de elecciones individuales. En realidad, cada sector social cree que la alimentación que corresponde es la suya. Los distintos sectores coinciden en creer, cada uno, que es el único que sabe comer”, comenta Aguirre.

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