EL PAíS › OPINION - UN DEBATE INCIPIENTE SOBRE LA INFLACION, EL FMI, LA INTERNA
Los distintos usos del frío
Enfriar las expectativas suscita consenso, enfriar la economía no tanto. Polémicas acerca de las versiones sobre recortes de gasto social.El Fondo, obsesionado con los que quedaron afuera. Una nueva doctrina sobre la aplicabilidad de laudos internacionales. Y algo sobre la interna bonaerense. Denominador común, el frío.
Por Mario Wainfeld
“El frío es el factor común de la actual realidad nativa. Roberto Lavagna quiere enfriar las expectativas (¿o la economía?). Las relaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) son gélidas. Una guerra, por ahora fría, enfrenta a duhaldistas y kirchneristas.” El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina trata de ponerse al día con su padrino de tesis, el decano de Sociales de Estocolmo. El decano está furioso con él y le exige, contra amenaza de hacerlo volver a Suecia sin apelación, un frondoso informe de situación. El cientista no quiere dejar esta tierra de promisión por lo que se ha encerrado a cumplir con el mandato. Pero (monopolizado por el fútbol y las mujeres) hace más de un año que no investiga un comino, así que se interna en la sanata, una ciencia local de la que ha devenido entusiasta cultor. Pero, quizá condicionado por los límites de su formación europea, no le resulta tan simple llenar páginas y páginas. Por un lado, le falta data, por otro paga con usura una fenomenal resaca ulterior a los festejos del centenario de Boca. Esas noches le infligieron un daño colateral no menor. El final de los festejos, enredado en alegres sábanas, llegó al conocimiento (o a la irrebatible intuición) de su más que amiga, la pelirroja progre quien le viene negando hasta el saludo desde hace días. Cercado en dos frentes, el hombre prefiere encarar primero el que afecta a su base material. Así que le pide a su amigo, el periodista de avanzada (a la sazón primo de la pelirroja), un informe de situación que pivotee sobre el eje fríopolítica. Y algo le llega, como se leerá.
¿Qué poner en el freezer?
El índice de precios al consumidor de marzo, tal como adelantó este diario, subió el 1,5 por ciento, una cifra preocupante. Lavagna leyó en ese guarismo la confirmación de su premisa, “hay que enfriar las expectativas”. Lo que viene ocurriendo, empero, es que algunos mensajes que salen de Economía o zonas aledañas tienen el tufillo de ir en pos de enfriar algo más que las expectativas. Rumores surgidos acá y allá, no confirmados pero tampoco refutados, hablan de cambios en la política monetaria, retracción en la ejecución del gasto público. Algunos empresarios comentaron ante miembros del ala política del Gobierno que desde Economía se les sugirió dilatar las negociaciones colectivas en tránsito. Esa versión no coincide con el discurso explícito de Lavagna (que recusa sólo a los aumentos generalizados por decreto) pero pone en guardia a otros estamentos del Gobierno. “Ni por asomo vamos a ralentar la construcción de viviendas y caminos”, se enconan muy cerca de Julio De Vido. En Planificación se enardecen cuando los acusan de subejecutar su fornido presupuesto. El año pasado se les endilgaba mala gestión, ahora se dice que subejecutarán adrede. Las dos imputaciones son rechazadas con igual énfasis desde Planificación.
Ocurre que la obra pública es un núcleo central de la, bastante sencilla, política económica de Kirchner. El Presidente, De Vido y Carlos Tomada coinciden en que se genera así un círculo virtuoso difícil de renunciar. Se mejora la infraestructura y por ende la competitividad, se crean puestos de trabajo, crece el consumo interno. Cuesta creer que el Gobierno frene ese impulso que, dicho sea de paso, tiene un aliado bien valorado en la Rosada. Es Gerardo Martínez, secretario general de la Uocra, cuya base de afiliados ha crecido significativamente en el último año. “Gerardo” (que así se lo nombra en la Rosada donde la omisión del apellido es todo un signo) va por un convenio que el oficialismo quiere exhibir como un logro. Y, lo cortés no quita lo valiente, es mirado como una figura en crecimiento en el mundillo sindical, un aliado a tener en cuenta.
¿Hay reales diferencias entre Lavagna y el resto del Gobierno? De momento, nadie se aparta del discurso del ministro de Economía, aunque se musitan comentarios acerca de que se está poniendo demasiado ortodoxo. Sin pretender leer debajo del agua, cabe inferir que la inflación genera un consenso transitorio que quizá caduque cuando baje un poco la temperatura. El índice inflacionario de abril puede llegar a ser un término de referencia. Hasta ahí, primará la unanimidad.
El consenso básico es el rechazo a nuevos aumentos generales de sueldos por decreto. Pero una virtual convocatoria al Consejo del Salario puede dividir aguas, no ahora, sino en mayo o junio.
En la Rosada también se rechaza la idea, que ha corrido generosa en estos días, de la necesidad de restringir la oferta monetaria. Kirchner confirmó esa convicción en una reunión que mantuvo esta semana con el jefe de Gabinete Alberto Fernández, la titular del Banco Nación Felisa Miceli y el vicepresidente del Banco Central Miguel Angel Pesce. Claro que la decisión política no alcanza para resolver entuertos. Mantener la cotización del dólar le está costando mucho al Gobierno. El Nación ha tenido que sumarse con armas y petates al Banco Central en la tarea de comprar verdes para evitar que el peso se aprecie, lo que merma la “caja” que tanto conforta a Kirchner.
Javier González Fraga, un economista que tiene buenos interlocutores en Balcarce 50, asegura que un componente esencial de la inflación del trimestre ha sido la defensa de la cotización del dólar.
Está por verse si es posible para el oficialismo alcanzar dos objetivos que lo obsesionan: bajar la inflación sin que el dólar siga el mismo camino. ¿Ya encontró los instrumentos para plasmar esos objetivos en el mediano plazo? Frío, frío.
Cold, very cold
“El FMI sigue preocupado por los que se quedaron afuera. Claro que no se trata de los excluidos, sino de los holdouters que no aceptaron la oferta del canje de deuda” escribe el sueco, con reminiscencias nac & pop, pensando quizás hacer llegar una copia de su informe a la pelirroja.
De cualquier modo, relata una verdad. El FMI, abocado a poner escollos a la negociación con Argentina, ha hecho un issue de la suerte de los holdouters. Los negociadores argentinos registran que la posibilidad de llegar a un acuerdo “corto” está fría, fría. “Estados Unidos no existe”, comenta un alto funcionario de Economía. Alude a que la única potencia mundial sigue monotemática con Irak. Para los negociadores criollos es un problema, pues los americanos han servido de contrapeso en el G-7. “El Grupo de los Siete –metaforiza el hombre– es como un consorcio. ¿Vio que en todo consorcio hay vecinos intratables, una vieja que reclama cualquier cosa? Estados Unidos puede ser un vecino más tratable o un administrador más sensato que contenga a los intratables.” Pero la única potencia mundial está muy lejos de involucrarse. Y la anciana sigue metiendo bulla. La anciana es, central pero no únicamente, Italia, que sigue a la carga. La decisión argentina a su respecto es confrontar todo lo que se puede. La derrota electoral de Berlusconi fue bastante celebrada en este confín del sur, por entender que debilita a un antagonista irreductible. Para acompañar a los votantes peninsulares, Argentina sigue presentando ante el FMI documentación referida a las críticas y demandas que brotan en Italia contra los bancos que vendieron, contra toda prudencia, bonos gauchitos.
Los negociadores argentinos siguen oponiéndose a habilitar cualquier instancia referida a los acreedores que no aceptaron el canje. En forma extraoficial le hicieron saber a sus contrapartes del FMI que el país tiene una estrategia futura para ellos pero que ésta incluye un largo plazo de silencio y quietud sobre el tema. “Proceder de otro modo sería poco profesional”, comentaron. En Washington, esa vaga promesa remitida a un futuro impreciso no alcanza para descongelar las tratativas.
Al que quiera celeste
y blanco...
La actitud oficial respecto de los arbitrajes que tramitan ante el Ciadi puede suscitar otras borrascas. Los baqueanos oficiales calculan como inminente algún laudo adverso de ese tribunal internacional, dependiente del Banco Mundial. La intención del Gobierno es cuestionar la aplicabilidad de esa, por ahora, eventual decisión. La competencia del tribunal no está en discusión pues la pactaron, canallescamente, gobiernos anteriores. Pero el Ejecutivo piensa atacar por inconstitucionales laudos que pudieran determinar una discriminación a favor de empresas extranjeras. El razonamiento que se está trabajando tiene su interés. La emergencia económica –consagrada por la ley y validada por los tribunales locales– ha afectado derechos de todos los habitantes del país. Poner a cubierto de ella a empresas foráneas sería violatorio de esa igualdad. La amplitud de derechos que consagra la Constitución, extensiva “a todos los hombres del mundo” que habiten nuestro suelo, no debe malversarse en un trato desigual, asimétrico, poniendo a salvo de las consecuencias legales de la emergencia a los inversores extranjeros.
Así las cosas, el Gobierno está dispuesto a quemar naves en ese sentido. Al respecto, no hay interna que divida al Gobierno. De Vido viene negociando con las privatizadas que quieren seguir en Argentina para que desistan sus reclamos ante el Ciadi. Lavagna predica, claro que en la intimidad, que no deben aceptarse sentencias que “contradigan la política del Gobierno”. El ministro de Justicia Horacio Rosatti, quien conoce el paño por haber representado al Tesoro ante el Ciadi, expuso su doctrina ante parlamentarios oficialistas y opositores en un raid que también buscó hacer visible la voluntad política de la Rosada.
La acción oficial se completará analizando las concesiones que están prontas a vencer. Ninguna prórroga de jurisdicción será admitida, pero además se estudia limitar la capacidad litigiosa de los inversores. Por caso, se piensa incorporar en contratos por venir alguna cláusula que vede a accionistas minoritarios demandar al Estado nacional. Es uno de los tantos rebusques de los concesionarios para presionar sin dejar sus huellas digitales. Al que quiera celeste y blanco, que le cueste.
La, imprescindible, recuperación de atisbos de decisión nacional no será simple en el actual contexto internacional y en la débil relación de fuerzas existente. Ya se oyen sonoras voces esgrimiendo la bandera de la seguridad jurídica, entendiendo como tal la superioridad de los inversores extranjeros sobre los argentinos de a pie. El oligárquico Colegio de Abogados (no confundir con el Colegio Público de Abogados, que no representa como su casi tocayo a una elite sino al conjunto de los letrados y elige sus autoridades mediante el voto de los matriculados) ya puso su grito en el cielo. Y habrá más.
Guerra fría
Amén de plebiscitarse, Kirchner aspira a sumar muchos diputados “del palo”. “Tenemos 30 –computa, acaso exagera, un operador presidencial– queremos contar con 60 en diciembre.” Hay quien amplía la cifra de los anhelos a 80 o 90. Página/12 recurre a su ábaco y le cuesta imaginar el portento, pero la intención es innegable.
Puesto a sumar, el oficialismo imagina todo tipo de alquimias, con epicentro en el PJ pero añadiendo al transversal misionero Carlos Rovira y hasta fantaseando en arreglos con el radical mendocino Jorge Cobos. De cualquier modo, la provincia de Buenos Aires es nodal y la disputa con el duhaldismo transita el (riesgoso) margen que separa a las bravatas que preceden a los regateos y la ruptura.
Las encuestas que tiene el Gobierno sugieren que en caso de ir por afuera del PJ, con Cristina Fernández a la cabeza, puede sacar similar número de diputados que acordando una lista conjunta con Eduardo Duhalde. Pero, aunque no se extrovierta, en la Rosada (muy por lejos, la parte fuerte en la mesa de negociación) se sigue prefiriendo el acuerdo, que prodigaría gobernabilidad en la provincia hasta octubre. “Si pudiera, el Presidente pondría a toda la realidad en el freezer, para que nada cambiara hasta las elecciones. Así como estamos, ganamos por robo”, tabula uno de sus fieles, dando cuenta de esa opción preferencial por una suerte de pax romana. Claro que, entre tanto, el kirchnerismo sigue tratando de “comerle” intendentes al duhaldismo. En ese menester, la obra pública es una herramienta bastante más aglutinante que la ideología, lo que suma otro argumento a varios pingüinos de la primera hora, hoy funcionarios de postín, que gritan a voz en cuello que el enfriamiento de la economía no pasará.
El kirchnerismo quiere demostrar que es hegemónico dentro del peronismo. El duhaldismo quiere evitar “ser humillado”. No es imposible imaginar, en el papel, un acuerdo que cruce ambas intenciones que se autoproclaman irrenunciables. Pero en el tránsito están las pasiones humanas, las broncas, los enconos y las presiones de “halcones” de ambas trincheras.
Alberto Fernández (uno de los kirchneristas que mejor se lleva con Duhalde) dialoga con moderados del otro sector. Quizás en la semana entrante charle con el mismo Duhalde. A cuenta, José María Díaz Bancalari y Juan José Alvarez fueron sus contertulios en la semana que epiloga hoy. “Juanjo” ha recuperado puntos en Balcarce 50 desde que aceptó ocuparse de la seguridad porteña. Su interinato en dicha gestión terminará a fin de mes y su candidatura a segundo senador junto a Cristina puede ser un punto de tangencia entre ambas facciones. Alvarez conserva interlocución con Duhalde, quien hasta lo pensó como líder de la línea Lealtad y tiene buen trato cotidiano con el jefe de Gabinete.
Equilibrar posiciones en las listas de diputados nacionales y legisladores provinciales no pinta imposible pero sí peliagudo. El gran interés kirchnerista, ya se dijo, finca en el Congreso Nacional. Y el duhaldista en mantener posiciones en la provincia. Pero también debe considerarse al gobernador Felipe Solá. Sus movidas han sido funcionales a las fuerzas pingüinas que (ninguna dicha es eterna) lo observan ahora con recelo por considerarlo “desenfrenado”. Fernández le advirtió, en un palique sostenido hace un par de días, que debe entender que no hay plena coincidencia entre sus intereses y los del gobierno nacional y que éstos deben prevalecer.
Tal como la tropa de Duhalde, la de Solá se divide según la radicalidad con que asumen la interna. Según comentan los especialistas en esas bregas, Florencio Randazzo lidera a los halcones felipistas mientras León Arslanian y Juan Pablo Cafiero preferirían (y así lo han expresado al gobernador) una situación de más transigencia, que les permitiera gestionar con menos presiones.
Solá necesita una revalidación que incluya una cuota en las boletas de parlamentarios bonaerenses. Cerca de Kirchner aseguran que, si no saca los pies del plato, los tendrá, pero a condición de entender que este entuerto se resolverá entre dos contendientes y no entre tres.
Contestador automático
El politólogo sueco disca el número de teléfono de la pelirroja. Le responde una voz entrañable, grabada en el contestador automático. “Si quiere dejar un mensaje o un fax, espere la señal. Si sos vos, no me molestes hasta que llegue el invierno.” Curiosamente, el boicot le abre una hendija de ilusión. Se trata, en fin, de un mensaje y de una asunción de su importancia.
El escandinavo ama, entre las muchas cosas que le prodiga esta pampa, el clima casi veraniego de su ciudad capital. Acá, se place a menudo, hay carne humana y vacuna memorable, el mejor club de fútbol del mundo y 300 días soleados por año. Sin embargo, ahora ansía que llegue el invierno boreal, esa estación tan cara a la derecha argentina. Mientras espera, sigue tecleando generalidades sobre la relación entre el clima y la política, sin privarse de recordar (haciendo alarde de erudición) a su maestro de tesis que esa dialéctica fue analizada pioneramente por el barón de Montesquiuieu.
Evitanos la tentación
La tentación de congelar, bastante ajena a la idiosincrasia del actual gobierno, ahora lo acecha. La inflación genera temores justificados pero puede detonar respuestas perjudiciales. La inclusión social, esa deuda que lo preexiste pero le concierne, no debería ser puesta en lista de espera. Los bajos salarios, la desocupación, la desigualdad, el trabajo en negro, la falta de ingreso universal, la casi inexistencia del seguro de desempleo siguen siendo lacras patentes frente a las cuales es urgente no ya congelar sino innovar. Al Gobierno no le sobra tiempo en materia social, más vale que está en mora.
El año pasado, el Gobierno celebró como un adviento el regreso de la puja distributiva. Y a la hora de la verdad (huelgas de Foetra y de subtes, Consejo del Salario) jugó un novedoso 2-1 junto a los gremialistas, frente a los empresarios. Hoy, aun dentro del oficialismo, hay quien aconseja el freezer para evitar que trepe la inflación. El cuidado es loable, pero un exceso de clasicismo en la economía podría resentir el, siempre zozobrante, consenso que el Gobierno aspira a revalidar en las urnas. Y, lo que no es menos grave, agrandar el hiato en la coherencia que media entre su discurso y sus obras.