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Un lugar con aire parisino

El edificio donde ayer detonó la tragedia pasó de manos de la familia Anchorena al control de una entidad de bien público en la década del ’80. Si bien desde ese traspaso el espacio mantuvo la aspiración de dedicarse a las actividades culturales, el mayor impulso en este sentido se registró en los últimos meses. La historia del Palacio Anchorena se remonta a su construcción en 1928, bajo las órdenes expresas de Leonor Mesquita Luro. Fue ella quien dirigió personalmente las obras que se levantaron en la zona residencial de Palermo Viejo, a pocos metros de San Martín de Tours. Tiene 3800 metros cubiertos y su jardín fue diseñado por el paisajista Carlos Thays. El edificio dejó de ser propiedad de los Luro cuando –en 1937– la familia Anchorena lo sumó a sus bienes.
Se lo empleó como residencia familiar hasta 1986, cuando fue cedida al Consejo de Buenos Aires, una entidad sin fines de lucro que asumió el compromiso de velar por el mantenimiento del edificio y desarrollar en ese espacio actividades educativas y culturales.
En la amplia residencia antiguamente ocupaban la planta baja un comedor, una sala de café y otra de música. Ahora albergan muestras o bien funcionan como espacios para conferencias o conciertos.
La Secretaría de Planeamiento Urbano y Medio Ambiente del gobierno porteño le dio la catalogación de “protección patrimonial”.
Además de presentar diferentes exposiciones de pintura y arte, el museo cuenta con varias aulas donde se ofrecen cursos de idiomas, historia del arte y música para niños, entre otras actividades.

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