SOCIEDAD › HABLAN LOS SOBREVIVIENTES DEL PABELLON INCENDIADO
“Entonces escuché la muerte”
Por H. C.
Los sobrevivientes del Módulo 16 de Magdalena, veintiséis presos, describieron ante integrantes de la Comisión por la Memoria los fantasmas que vivieron la noche trágica del 15 de octubre pasado, cuando 33 compañeros murieron carbonizados o envenenados por el humo de los colchones de poliuretano, encerrados tras las rejas. En sus relatos, a los que tuvo acceso Página/12, prima el recuerdo de los gritos atroces, las imágenes de los cuerpos humeantes de sus compañeros y del abrazo de la muerte. “En un momento se escuchaban gritos –dijo uno de ellos–, en un momento se escuchó la muerte, todo era silencio.”
Los presos se encuentran en penales de Florencio Varela. Sus relatos son valiosos porque son coincidentes, pese a que los presos se encuentran en unidades separadas. Temen por su seguridad, pero quieren declarar. Según esa reconstrucción, el viernes 14 de octubre, el pabellón 16 recibió dos presos de otra unidad, los hermanos Lucas y Marcos Granados. Uno de ellos (había denunciado torturas en Olmos) estaba muy lastimado y vendado. Su cuerpo es uno de los que provoca la versión de que algunos presos estaban fajados (preparados para una pelea). Los hermanos no eran conocidos en el pabellón, pero los presos del 16 les hicieron un lugar, especialmente por la situación en que se encontraba el herido. A las pocas horas, los guardias regresaron al 16 para retirar a los dos hermanos aduciendo que habían sido alojados allí por error. El pabellón se negó a soltarlos. Los guardias no los pudieron retirar y se enardecieron.
Al día siguiente, con los ánimos muy caldeados entre guardias y presos, se produjo una pelea entre dos presos. “Tenían cuitas antiguas que traían de otro penal –dijo uno de los sobrevivientes–, no se podían ver, y se trenzaron a las piñas, pero fue una pelea más de todos los días.” El encargado del pabellón llamó a la guardia armada. “Bajaron de golpe tirando y con esos perros salvajes que te arrancan un pedazo por nada”, dijo uno. “Los de adelante se tiraron cuerpo a tierra –dijo otro– y los de atrás corrieron para el fondo.” Sólo dos o tres vieron cómo se inició el incendio. Una almohada prendida volando por el aire contra los animales. “Los policías sacaron a los de adelante y cerraron la puerta”, agregó otro. Fue el grueso de los que se salvaron. El resto, salvo seis que fueron rescatados por los del 15 a través de un hueco en la pared o por la puerta trasera, murieron apilados contra la reja. “Quise salvar a un compañero, pero estaba carbonizado y sacaba humo por la boca”, dijo todavía aterrado uno de los sobrevivientes.
La veintena que quedó esposada en el piso, fuera del pabellón, pedía por sus compañeros. Uno intentó moverse. Uno de los guardias disparó su escopeta con balas de goma contra su pierna y muestra todavía las perforaciones.