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Es chiquitito –mide aproximadamente 16 centímetros– pero posee una cola casi tan larga como su cuerpo. Su color rojizo lo hace simpático pero sus dientes meten miedo: son capaces de dejar el cuerpo de una vaca totalmente destrozado. Sin embargo no es que sea malvado, sólo lo hace para comer y buscar refugio del frío. El ratón Oxymiycterus, tal es su nombre científico, es conocido como el “hocicudo rojizo” y se lo señala como uno de los causantes de las mutilaciones de animales.
“Se alimenta de insectos, con una dieta variada que incluye lombrices, babosas, caracoles y arañas”, recita Fernando Kravetz, profesor titular de Ecología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Suele vivir en lugares cercanos a fuentes de agua, pero también puede hacerlo en ambientes secos.
“Cuando se levantan las cosechas o hay heladas, se producen grandes caídas de vegetación que provocan que las condiciones del hábitat de estos roedores se vuelvan hostiles”, explica el investigador. Entonces, intentan resguardarse del mal clima –este invierno es particularmente destemplado- y alimentarse. “Sólo busca qué comer, no es necesario pensar que hay un cambio en su modo de comportamiento”, señala Kravetz. Y desmiente que haya una superpoblación, aunque sí observa un aumento de ejemplares.
Su dentadura está compuesta de dos incisivos arriba y dos abajo “cuyo esmalte es más fuerte que el hierro y cuando muerde, raya”, lo que explicaría la rareza de los cortes observados. Además, tiene tres molares con los que mastica. En el laboratorio de “Ecología de Poblaciones” de la facultad, del que Kravetz es director, corroboraron que las marcas en los huesos coinciden en su distancia con la existente en la dentadura del hocicudo. “Veinte gramos de lengua de vaca es igual a veinte gramos de lombrices, o sea que come en un solo lugar lo que antes buscaba en sitios dispersos”, razona el especialista. En estos casos, al menos, se podría decir que efectivamente a las vacas les comieron la lengua los ratones.