“También en los hogares es preferible reemplazar los termómetros de mercurio por digitales, que son de alta precisión –recomendó Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández–. Los mejores son los que, como los de mercurio, se aplican en la axila, la ingle o para la temperatura rectal. Los de ‘tirita’, para la frente, y los que se ponen en la oreja, no son tan confiables.” Aproximadamente, los digitales cuestan tres veces más que los tradicionales.

Y, si se rompe un termómetro de mercurio, “hay que usar guantes para recoger el metal –indicó Adriana Grebnicoff, de la Coordinación de Salud Ambiental de la ciudad de Buenos Aires–. No hay que usar aspiradora ni tirarlo a la pileta. Si el mercurio cae en una alfombra o en una grieta, es mejor recogerlo con una jeringa, con ayuda de una linterna, y después ventilar; guardarlo en un recipiente de plástico bien cerrado y tirarlo a la basura con un rótulo”.

Damin señaló que “con una temperatura superior a 20 grados, el mercurio empieza a evaporarse, aunque uno no lo vea: su inhalación puede ser tóxica”. En cambio, si un chico ingiere mercurio, “en general lo elimina por materia fecal y no llega a intoxicarse; de todos modos, hay que consultar”.