“Me sentí una desaparecida durante 16 años”, relató Mariela. Se quería mostrar entera, pero la voz entrecortada y los ojos vidriosos, por momentos, eran indicios que delataban el dolor que representó recordar esos años de maltrato. Ayer, por primera vez, ella y su amiga Claudia –ambas pidieron reserva de la identidad– se animaron a hablar del calvario que vivieron cuando, siendo muy jóvenes, dejaron su familia y su pueblo natal, en el norte argentino, para viajar a Buenos Aires, donde las utilizaron como “objetos sexuales” en prostíbulos.

“Estuvimos explotadas muchos años”, contó Claudia, que al igual que su amiga son integrantes de la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos. No tenía ni cumplidos los 18 años cuando llegó a la gran ciudad. Hoy, a sus 54 años, quiere olvidar los 25 años que estuvo sometida a la violencia y a las amenazas de su proxeneta. “Trabajaba siempre en habitaciones donde estábamos encerradas durante 30 días con muchas chicas. No veíamos el día ni la noche”, relató. Cumplido ese plazo, las mujeres eran trasladadas a otros lugares de la provincia de Buenos Aires.

Mariela sufrió una experiencia similar. De adolescente la trajeron del interior del país para someterla a la prostitución. “Todos los días queríamos poner fin a eso. Salir de esos calabozos mugrientos. Pero no teníamos alternativas. No había nadie que te brindara contención. Lo mismo pasa ahora”, sostuvo Mariela. Por ello, su organización participó de la movilización contra la trata de personas, ayer en el Congreso, para reclamar además que el Estado asista a las víctimas de esta práctica.

“El Gobierno tiene que tomar medidas para distribuir la riqueza, porque mientras haya pobreza las redes de tráfico de personas van a seguir reclutando víctimas”, sostuvo Claudia. “Me sentí desaparecida durante 16 años. Hoy recuperé mi identidad y después de muchos años, perdí el miedo”, contó Mariela.