La tragedia de Santiago del Estero compite por el título de peor desastre en la historia de las penitenciarías argentinas, luego de las 61 muertes en Villa Devoto en 1978. Le sigue el incendio de Olmos en 1990, que produjo 35 muertes, y el de Magdalena hace apenas dos años, con 33 fallecidos. Para los familiares santiagueños son 40 los muertos y creen que fueron asesinados y temen por los que siguen en esa cárcel provincial.

“El sábado 3 de noviembre muchos de los internos habían sido maltratados y golpeados. No podemos saber por qué les pusieron a todos los elegidos para ese pabellón una cinta blanca en la muñeca, por qué el Servicio Penitenciario eligió a esos presos”, expresó la abogada Cárdenas. El pabellón 2 tiene capacidad para doce personas, y había 42 internos, de los cuales, oficialmente, murieron 35, aunque los familiares cuentan 40. “Hay cuerpos que aún no han sido retirados, que seguramente son del campo y quizá ni se enteraron de que sus familiares están muertos. Sólo hay dos sobrevivientes, uno lucha por su vida porque tiene muchos golpes y quemaduras, Cristian Ríos, de 24 años. El otro es Walter Sandoval, de 23, que se salvó porque se puso una toalla y metió la cabeza en el inodoro del único baño del pabellón. Ahora lo tienen aislado y no nos dejan verlo”, agregó la letrada.

El promedio de edad de los muertos es de 25 años. En ese pabellón estaban mezclados menores y enfermos mentales, y el 85 por ciento eran presos con causas sin proceso ni condena, a pesar de que la mayoría llevaba más de un año detenido. A algunos les faltaban sólo dos meses para recuperar su libertad. También murieron internos que estaban a disposición de la Justicia federal por diferentes delitos. “Lo que nos mueve es que todavía hay 450 presos en esa cárcel y siguen los mismos guardiacárceles que han matado a estos chicos. Todo sigue igual, los que quedaron adentro están siendo drogados diariamente para mantenerlos tranquilos para que esto no vuelva a explotar. Pero igual hay muchísima tensión adentro del penal, reclaman asistencia psicológica, siguen las golpizas, siguen dándoles basura de comer”, se lamentó Cárdenas.