Viernes, 11 de mayo de 2007 | Hoy
TEATRO
Alejandra Radano ha dedicado su vida al teatro musical. Apenas salió del colegio secundario obtuvo su primer papel en Drácula, de Pepe Cibrián y Angel Mahler. No pasó mucho tiempo para que esos directores descubrieran su talento y transformaran a esa “mucamita francesa” en Lucy, la protagonista de la obra. Más tarde, Omar Calicchio la invitaría a participar en las performances de algunos boliches gays y, para ella, ésa fue su gran escuela, su espacio de prueba y error. Embebida en la canción francesa y alemana de los ’30 y ’40, entre 2002 y 2004 interpretó Canciones degeneradas, una pieza de Fabián de Luca compuesta a partir de un compendio de canciones de entreguerra con toda la estética del viejo cabaret europeo. En 2004 fue elegida por Betty Gambartes para protagonizar La ópera de los tres centavos, de Bertolt Brecht, en el Complejo Teatral San Martín. Pero su gran oportunidad en el teatro musical llegaría con Chicago, donde interpretó a Roxie Hart, una mujer capaz de matar por triunfar en el showbusiness. En cine, tuvo un pequeño papel en América mía (1998), de Gerardo Herrero Assassination Tango (2002), de Robert Duvall, y El buen destino (2005), de Leonor Benedetto. Pasó por la televisión (estuvo en el elenco de Culpables), pero su corazón sigue en el teatro y, especialmente, en el teatro musical, que le ha abierto las puertas de los escenarios del mundo. En 2006 su vida artística debió dividirse entre Argentina e Italia: aquí protagonizó Delirio gaucho, un homenaje al cabaret criollo, y allí, Concha Bonita, de Alfredo Arias, con música de Nicola Piovani, pieza para la cual tiene programadas funciones también para este año.
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