Viernes, 12 de octubre de 2007 | Hoy
Al menos las dos candidatas a presidente para las próximas elecciones de octubre han sido acusadas de sufrir diferentes trastornos psicológicos. Cristina Fernández de Kirchner debió soportar tapas de revista donde se sostiene que su trastorno es la bipolaridad (donde se alternarían picos de euforia seguidos de momentos de depresión). Según estos mismos medios, los síntomas serían breves. Cristina se habría tomado los rumores con humor, al decir que si era bipolar, entonces podría ser presidente y vice a la vez.
Lilita –quien también aportó hace unos días su dosis de humor con la frase “no necesito un bulldog para sentirme acompañada” (mientras se decidía su compañero de fórmula, López Murphy)– debió resistir los embates de quienes la acusan de “delirio místico” debido a su fe religiosa y a su devoción por la Virgen. Este argumento fue el primer caballito de batalla esgrimido por quienes fueron señalados por ella en las innumerables denuncias por negociados y corrupción que presentó en los últimos años.
Para las mujeres que actúan en política ser tildadas de locas es casi un lugar común. Pero no sólo las mujeres fueron blanco de estos ataques. Cada tanto la liga algún varón. Como ocurrió en la última campaña presidencial del Perú con Alan García: se le achacaron síndromes depresivos asociados a la esquizofrenia y hasta dijeron que había sido tratado con litio.
En todo caso, que el estrés lleve a que un candidato necesite medicación no sería lo más grave. Lo preocupante incluiría que aquellos que son candidatos a puestos de poder necesitaran tratamiento y no lo admitieran.
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