Pocos quieren vivir en Alaska, el estado con menor densidad demográfica –0,4 habitante por kilómetro cuadrado– y la tasa más alta de consumo de alcohol per cápita de Estados Unidos. Irónicamente, como afirmaba Jack London, en Alaska “el whisky se hiela y puede servir de pisapapeles durante buena parte del año”. Allí el invierno dura más de 10 meses y a las frutas y verduras hay que importarlas. El verano dura lo que un suspiro, pero entonces y gracias al solsticio hay sol las 24 horas, lo que a muchos les produce perturbaciones en el sueño. Desde la efímera fiebre del oro desatada a fines del siglo XIX y hasta la nominación de Sarah Palin como compañera de fórmula de John McCain, este gigantesco iglú permanecía olvidado para gran parte de los estadounidenses. Pero, en la última semana, la palabra “Alaska” encabezó las búsquedas de Google, al tiempo que decenas de periodistas viajaron a Wasilla, el pueblo de Palin, para averiguar algo más sobre esta encantadora mujer de 44 años que seguramente resultaría elegida la mejor vecina de Whisteria Lane, con su rodete de maestra, sus anteojos anticuados y su sonrisa Betty Crocker. Pero a muchos que la imaginan como vicepresidenta –y posiblemente presidenta si McCain muriera durante su mandato– se les eriza la piel. Incluso a su suegra: claramente la madre de su hijo anda en busca de fama y su nuera no está entre sus preferidas, pero sin que nadie se lo pidiera declaró ante un par de revistas de supermercado que votará por Obama. “No estoy segura de qué es lo que aporta Sarah a la fórmula aparte de ser mujer y conservadora. Pero bueno, habla mejor que McCain”, agregó, lapidaria.

En su juventud, participó en el concurso Miss Alaska, donde sólo ganó como Miss Simpatía. También tuvo una corta carrera como periodista deportiva. Y sin descuidar su rol de madre de cinco hijos con curiosos nombres como Willow –“sauce”– y Track –”pista”– en 1992 se lanzó a la política. En Wasilla, un pueblo de poco más de ocho mil habitantes, fue concejal, alcaldesa y en 2006 fue electa gobernadora de Alaska, cargo que ocupó hasta que McCain la rescató del iglú. El magro currículum de la candidata a la vicepresidencia por el Partido Republicano contrasta con los diplomas de “Ivy League” de Hillary Clinton y Barack y Michelle Obama. Evangélica practicante, Palin asistió a la Universidad de Idaho, otro estado remoto y rural en el interior del país. Durante su infancia, cazaba ciervos junto a su padre, que la hacía levantarse a la madrugada para limpiar los rifles. También corría maratones, pescaba trucha y salmón y jugaba al básquet y al hockey. Mucho deporte para mantener la mente alejada de las tentaciones de la carne, dicen algunas feministas que ven en ella un nuevo retroceso en las conquistas de las mujeres estadounidenses que con cada zarpazo de la derecha evangélica amenazan con desaparecer. Es que además de oponerse a la enseñanza de las teorías evolucionistas, y ser una ferviente lobbista para la portación de armas de fuego, Palin es una enérgica militante contra el aborto, incluso en caso de violación o si hay riesgo para la salud de la mujer. Prueba de sus convicciones es que cuatro días después de su nominación, confesó que su hija Bristol, soltera y menor de edad, está embarazada. El anuncio buscaba refutar los rumores que aseguraban que Palin simuló el embarazo de su hijo menor, que nació en abril con síndrome de Down, para encubrir a Bristol, que sería la verdadera madre. Por supuesto, ya hay fecha de casamiento para su hija y el padre del bebé en camino.

Su sorpresiva nominación como candidata a la vicepresidencia refuerza las convicciones de McCain: en el Parlamento, el record de votos contra el aborto y contracepción del senador de Arizona es de 125 de un total de 130, incluyendo sus abstenciones y ausencias en el recinto. Irónicamente, Palin está usando el extraordinario poder que el movimiento feminista norteamericano logró a un alto costo para que mujeres como ella gobiernen, cacen y corran maratones y luego quieran eliminar derechos tan básicos como la libertad de decidir sobre el propio cuerpo.