Viernes, 27 de junio de 2014 | Hoy
En EE.UU. comenzó a dictarse una clase universitaria sobre Beyoncé y el feminismo, mientras materias de sociología estudian a Miley Cyrus, entre otros fenómenos pop contemporáneos. ¿Banalización, oportunismo o actualización pertinente?
Una cajita repleta de interrogantes, envuelta en signos de pregunta, bien podría ser la definición del vínculo que mantiene el icono pop por excelencia, Beyoncé Knowles-Carter, con la noble lucha feminista. Porque, a saber: la doña contrata staff mayoritariamente femenino y lanza temas como “Pretty Hurts”, donde hace referencia directa a los efectos gravemente nocivos de los estándares de belleza; escribe ensayos donde resalta que la “igualdad de género es un mito” y remite a la urgencia de incentivar a las niñas “a aspirar a lo más alto posible” y a los hombres, “a contribuir al cambio”; o introduce entre las estrofas de su canción “Flawless” parte del discurso TED: “Todas deberíamos ser feministas”, de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie.
Pero, a la par, la señora –una de las personas más influyentes en Estados Unidos, según la prensa local– continúa apostando a la imagen hipersexualizada que demanda el mercado, a los trapos que cubren poco más que el culete, a pronunciar escotes en diarios y revistas, al perreo en videos y videítos. Tampoco le gusta demasiado la palabra “feminista” porque, a su entender, “puede ser demasiado extrema” (sic). “¿Por qué debería escoger qué tipo de mujer soy? ¿Por qué necesito etiquetarme? Soy sólo una mujer que ama ser una mujer”, ofreció en una ocasión, prendiendo la mecha para que exploten más y más dudas. “¿Cree en la causa?, ¿es su compromiso un acting?, ¿estereotipo o subversión?”, se preguntan a diestra y siniestra. Cada lector/a arribará a sus propias conclusiones, porque lo cierto es que, cuando de Beyoncé se trata, la balanza puede inclinarse en cualquier dirección.
Y en dirección feminista se ha ladeado la báscula de la Universidad Rutgers, una de las más antiguas y prestigiosas de EE.UU., situada en Nueva Jersey. La evidencia habla por sí misma, porque en las pasadas semanas ha comenzado a funcionar allí la materia “Perspectivas feministas: politizando a Beyoncé”. Tal como suena: un curso semestral que da créditos a los estudiantes y se basa centralmente en la cantante y compositora R&B. Porque nada dice enseñanza superior como “All the single ladies”... “¿Por qué Beyoncé?, ¿por qué no algún personaje icónico del movimiento sufragista que haya sido influyente en el movimiento?”, preguntan algunas patidifusas alumnas de cara a la elección. Pues, acorde con el Departamento de la Mujer y los Estudios de Género y, más específicamente, con el profesor Kevin Allred, “porque cuando los estudiantes no responden a la teoría o las lecturas densas es más sencillo que vean cómo se mueve el mundo que los rodea”.
“Raza, género y políticas sexuales” incluye la currícula, que ofrece análisis de los clips y las letras de la artista. Ah, y de paso cañazo, textos de estudiosas feministas afroamericanas. Porque, acorde con el docente, es posible comparar y contrastar el track “Drunk in Love” con trabajos de la escritora Alice Walker (responsable de El color púrpura, ganadora del Pulitzer) o la histórica abolicionista Sojourner Truth. Qué intriga... “Este no es un curso sobre el compromiso político de Beyoncé o cuántas veces dio shows en apoyo al presidente Obama”, asegura Allred, y destaca el peso de la ex Destiny’s Child en la cultura norteamericana: “Mientras otras artistas se limitan a lanzar discos, ella ha creado una narrativa grandiosa alrededor de su vida, su carrera y su persona.” Ojo, el hombre promete discutir en el aula si el cuerpo semidesnudo de B es una forma de empoderar o estereotipar...
Más allá de la anécdota, el tema ha catapultado un (segundo) debate: “Los cursos universitarios focalizados en celebridades, ¿son una buena idea?”. Así titula el diario inglés The Guardian un artículo dedicado a desentrañar el interrogante. Porque, a saber: Beyoncé no es la única en tener a catedráticos quemándose las pestañas (y los oídos) con sus canciones. Este año, el Skidmore College, en Nueva York, abrió las inscripciones para “La sociología de Miley Cyruss”, materia que, entre otras cuestiones, analiza qué ocurre con las estrellas Disney cuando crecen y cómo una figura puede cambiar drásticamente su imagen. “Miley es un tópico fértil para debatir el estilo de vida norteamericano. Cuando alguien dice ‘¿a quién le puede importar esta mina?’, está negando el propósito mismo de la sociología”, se despachó Rick Scarce, integrante de la institución en cuestión.
Hay más ejemplos dignos de mención: “La Teodicea urbana de Jay-Z” en la Universidad Georgetown; el curso de sociología basado en Lady Gaga de la Universidad de Carolina del Sur o, para el caso, el master en los Beatles de la Universidad Liverpool Hope, en UK. Idem La teología en las letras de Bruce Springsteen, impartido por la ya mencionada Rutgers. Sobre el gesto multiplicado, vale una reflexión prestada, la de Jonathan Baldwin, profesor de Cambridge: “¿No usamos acaso a Shakespeare para estudiar la sociedad isabelina? ¿O a Dickens para embarcarnos en la moral victoriana? Ellos también fueron celebridades. Usar personajes actuales como gancho es válido, siempre y cuando haya sustancia por detrás. De lo contrario no funcionará”. Mientras haya sustancia...
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