Viernes, 27 de junio de 2014 | Hoy
Creadora del concepto de “cuarto propio conectado” para denominar esa isla en la que anclamos cuando experimentamos la vida online, la escritora feminista Remedios Zafra viene pensando hace más de una década qué pasa con la hiperconectividad actual y las mujeres. El traslado del trabajo al hogar, la multiplicidad de tareas que se concentran en un dispositivo y cómo de estas nuevas realidades surgen nuevas identidades y nuevos cuerpos que siguen transitando la compleja línea entro lo público y lo privado.
Por Claudia Laudano
Remedios Zafra (Córdoba, España, 1973) es escritora y profesora de Arte, Innovación y Cultura Digital en la Universidad de Sevilla. Es doctora en Bellas Artes (2001) con una tesis sobre Arte, Internet y Colectividad, y cuenta con estudios de licenciatura en arte y en antropología social y cultural. Sus libros y trabajos de investigación focalizan en las intersecciones entre Teoría Crítica de la Cultura Contemporánea, Arte, Tecnología y Estudios sobre Identidad y Género.
Es dueña de la expresión “cuarto propio conectado” que da título a uno de sus últimos ensayos y que surge de la apropiación de la habitación propia de Virginia Woolf y de su contextualización en la contemporaneidad, que nos interpela desde nuevas condiciones. Bajo esta mirada, no evita, sino que busca, las lecturas feministas que la habitación propia suscita hoy en este nuevo escenario en red, en lo relativo a la toma de conciencia y la creación para las mujeres. En este sentido, a la potencia emancipadora de la habitación propia como espacio subversivo frente al ojo patriarcal que ha caracterizado tradicionalmente al hogar, y como lugar de concentración y práctica creativa, se sumaría hoy su conversión en punto de acceso al espacio público, desde donde gestionar conocimiento, trabajo, formación, relación y sociabilidad en un espacio material considerado “lugar”, desde el que enfrentar la falta de atención y concentración que en la actualidad parece caracterizar al sujeto contemporáneo en sus formas de vida, nomadismo y movilidad online.
–Un cuarto propio conectado es un punto de entrada a la reflexión sobre la época, a la reflexión sobre una sociedad irreversiblemente conectada. Esta expresión quiere operar como punto de anclaje o posición “localizada” que nos permita pensar sobre las formas de ser y relacionarnos a través de las pantallas desde un espacio común: el que para cada cual conforma ese espacio íntimo y privado que habitamos dentro del hogar conectado y que, como contexto, nos habla de nuevas condiciones y potencias para la construcción subjetiva e identitaria, pero también para la intervención en la esfera pública (online). Desde ese punto de vista, un cuarto propio conectado tendría algo de tecnotopía, como lugar modificado por la tecnología que nos permite construir identidad, que contiene recuerdos y que ubicado en el espacio material y personal de la casa nos posibilita intervenir y actuar en el espacio público a través de la red, incluso crear otras formas de colectividad.
–Sobre las transformaciones más importantes a las que apunta la erosión entre las clásicas esferas pública y privada, relacionadas tradicionalmente con la economía y las formas de producción y consumo, pero sobre todo con las esferas doméstica y laboral, o de reproducción de la vida frente a producción de la misma, estas transformaciones hablarían de lecturas muy diferentes: por un lado, de un territorio cargado de poder político y creativo para las mujeres que han habitado y gestionado tradicionalmente los espacios privados en tanto espacios domésticos (minusvalorados y subordinados a la esfera pública y social) sin poder disponer de tiempos y espacios propios para la toma de conciencia, el juego, la experimentación... o para tener trabajo remunerado en ellos. Mujeres que ahora habitan, acceden y gestionan nuevos espacios y trabajos en esta esfera públicoprivada. Por otro lado, dicha opción no siempre va unida a una necesaria emancipación ni a la disponibilidad de tiempos propios para la toma de conciencia, sino que habitualmente duplica los trabajos y los invisibiliza igual o más que antes. Me refiero a la precarización de muchos teletrabajos hoy desarrollados por mujeres que después de la reciente “salida” de casa para incorporarse al mercado laboral, vuelven ahora, en ocasiones sin más opción. Y creo que cuando esto no es una elección personal sino una imposición, a menudo nos encontramos con los trabajos más vulnerabilizados y precarizados del mercado laboral, y con el agravante de que en la esfera privada tienden a infravalorarse y a no visibilizarse. La conversión del hogar en centro de trabajo, formación y relación para todos los habitantes de la casa no ha ido acompañada de un reajuste y reparto conciliador e igualitario de las tareas de mantenimiento del hogar, tanto las llamadas domésticas como las de cuidado de las personas que allí habitan; tareas que siguen siendo en la mayoría de los casos asumidas casi exclusivamente por las mujeres, dificultando la libertad de tiempos y energía creativa necesarios para toda emancipación, para toda tarea de crecimiento personal y laboral en sus trabajos. Es que a las clásicas tareas de trabajo en el hogar, no consideradas empleo, se sumarían hoy multitud de tareas derivadas de los nuevos dispositivos y espacios tecnológicos que habitamos, que trabajo con mayor profundidad en el capítulo “prosumir” de mi libro (h)adas.
–Tareas que se nos presentan como opcionales pero realmente se vuelven impositivas de nuestra vida conectada, disfrazadas de afectividad en el mantenimiento y gestión de nuestros perfiles, comunidades y redes sociales. De ellas se deducirían nuevas formas de opresión simbólica apoyadas en el exceso y saturación de información y tareas y el control sutil (desde lo afectivo) que estos territorios online que habitamos ejercen sobre nosotros. Como respuesta, parece que el cuarto propio conectado debiera ser un lugar sustancial, ya que en él opera una de las herramientas hoy en día más poderosa para neutralizar esta tendencia: la capacidad de atención y la concentración necesaria para todo ejercicio reflexivo, crítico, de posicionamiento personal, de distanciamiento frente a la presión simbólica y, por tanto, mínimo necesario para que podamos intervenir con conciencia y libertad en el mundo online.
–Creo que los celulares hablarían de una cartografía tecnológica contemporánea marcada por dos polos que conviven: de un lado, los cuartos propios conectados (la vuelta/permanencia en casa y su conversión en lugares de trabajo); de otro, un nuevo tipo de movilidad siempre conectada. La fácil disponibilidad de un kit de conexión portátil nos permite estar localizados, trabajar, comunicarnos, pero también llenar todos nuestros tiempos vacíos con la (cada vez más adictiva) necesidad de conectarnos, mandar una señal, post, tuit, foto... Una hiperconectividad que dificulta un elemento crucial para un ejercicio de distanciamiento crítico, ese espacio o tiempo vacío que nos permite ver las cosas con perspectiva, reflexión o profundidad, más allá del presente continuo que propician las tecnologías móviles.
Pasa además que estas tecnologías ideadas sobre hardware pensado para “unos ojos que miran y unas manos que teclean”, hablan de una biopolítica de personas “solas” frente a la pantalla, es decir de un nuevo tipo de multitudes compuesto por miles, millones de individualidades que estando en cualquier lugar, potencialmente rodeados de otras muchas personas, están realmente en esa pantalla, una multitud de personas solas congregadas en las pantallas.
–Netianas lanzaba una mirada a la posibilidad política y creativa de los mitos y las nuevas figuraciones, tomando como referencia la obra de Haraway, Braidotti y otras autoras feministas que defienden la creación de nuevas criaturas que operen como nuevas figuras de dicción. Figuras que bajo el poder de la ironía y la parodia nos permitan enfrentarnos a un pasado de exclusión y a un futuro en construcción, donde nuestra mayor potencia política sería el devenir sin una esencia a la que agarrarnos. Netianas está escrito entre 2002 y 2004 y se inspira especialmente en el ciberfeminismo de los años noventa y en las lecturas que bajo esta mirada y desde el arte y la filosofía se hacían de Internet para la construcción identitaria y subjetiva y, desde esta construcción, para la representación alternativa de la feminidad y la alteridad. La especulación sobre un mundo postcuerpo y postgénero que sugería la vida en las pantallas (donde el cuerpo quedaría en muchos sentidos “aplazado” y por tanto los estatus que le asignamos también potencialmente neutralizados), generó en los noventa todo tipo de lecturas, en muchos casos utópicas, en otras (con más influencia ciberpunk) distópicas, sobre cómo sería el futuro de esa sociedad conectada y cómo podría ayudar a la igualdad entre las personas. Bajo la idea de que Internet, un erial que entonces comenzaba a construirse socialmente a la par que se habitaba, era una oportunidad para “no repetir el mundo offline en el mundo online”. Netianas apunta a este primer contexto de los noventa y reivindica el poder de la máscara y la parodia para la crítica y acción política desde nuevas subjetividades.
Así, estas lecturas, que hablaban también de las posibilidades de las identidades múltiples, deconstruidas, y políticamente subversivas para todxs aquellxs “otrxs” oprimidos en el pasado y todavía ahora, eran sumamente sugerentes en tanto nos permitían reflexionar y participar activamente en la “construcción” de Internet, en tanto discursos incorporados a los debates sobre este mundo en proceso. Lo que pasó, lo que está pasando, claro está, no habla de esa emancipación y utopía soñada, sino por el contrario de una apropiación capitalista de Internet y de una instrumentalización de los espacios de convivencia y construcción subjetiva cada vez más mediados por las industrias digitales que refuerzan un “yo” cada vez más acreditado con imágenes y retazos de realidad, y más dependiente de la estructura red para existir. Me refiero a cómo estas industrias que son también gestoras de las estructuras digitales que habitamos nos generan nuevas necesidades y cómo rentabilizan a los propios sujetos como el gran producto que se cuece en las redes. Cierto que coexisten lecturas de resistencia y de otras potencias en las nuevas alianzas que permite la sociedad en red (acceso horizontal y sin mediadores, espacio para la creatividad y el conocimiento para todos, para la acción colectiva espontánea, para nuevos compromisos con lo común y lo colectivo...) pero la hegemonía que dibuja el marco neoliberal habla de condicionantes ya estructurales.
–En gran medida, tanto Netianas, como (h)adas y Un cuarto propio conectado coinciden directa e indirectamente en el tratamiento de las figuraciones en el campo teórico y político del feminismo y la red. Lo hacen en tanto orbitan y se preguntan por las condiciones de construcción de subjetividad en las redes y por cómo éstas abren y cierran puertas para la lucha feminista y la lucha por la igualdad social. En tanto la pantalla funciona como marco de fantasía o como máscara, en tanto mantiene el cuerpo al otro lado y lo que nos presenta y nos representa es siempre artificial y mediado, las condiciones de identificación de los contextos en los que nos pronunciamos y relacionamos pasan a tener un papel fundamental en el mantenimiento (o no) de viejas identidades y en la construcción subjetiva. Lo real, lo simbólico y lo imaginario interseccionan en un plano de artificio nuevo que viene definido por el “marco”, el contexto, la credibilidad, valor y sentido que damos al espacio online en el que interactuamos. En este espacio familiar para las prácticas artísticas pero también para las mujeres, que han habitado tradicionalmente en las mascaradas de feminidad que el patriarcado ha ido asentando, éste es un territorio que abre nuevas posibilidades para la resistencia y la intervención frente a los clásicos mecanismos de opresión simbólica (clásicos sin menoscabo de que se disfracen de nuevos medios). Desde este punto de vista pensar sobre los sujetos desde la idea de las figuraciones sociales que terminan asentando identidades, pero que esconden en su propia facticidad y en el carácter convenido que les da ser “construcciones”, la opción de ser “modificadas” y por tanto derivar hacia formas más igualitarias, creo que resulta necesario, más si cabe si hablamos de ese fascinante aparato identitario que es Internet.
Por otra parte, está la posición del sujeto que se pronuncia en aquello sobre lo que se pronuncia. Si en Netianas hay máscara, en mis dos últimos ensayos la máscara es mi propia construcción y relato cómo Remedios Zafra, en tanto sujeto que habla desde la experiencia y desde la posición política mujer, aun partiendo de la idea de que el sujeto “mujer” no tiene un significado estable y monolítico sino que es más bien una posición –política– donde confluyen experiencias distintas, complejas, eventualmente contradictorias, una posición no estática que se define en el contexto de otras muchas variables. No obstante, advertir de que se “habla como mujer” interesará también para situar preguntas allí donde existe la inquietud de que un discurso afecte y se posicione políticamente respecto de ese “estado” desde el que se pronuncia.
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