Domingo, 1 de marzo de 2015 | Hoy
Tocan desde hace más de 35 años, pero grabaron su primer disco en 2001. Antes, su música circulaba clandestinamente en casetes por el desierto del Sahara. Tinariwen, el colectivo integrado por músicos del pueblo tuareg –sociedad nómade y milenaria–, es una sensación mundial que atravesó los límites de la world music, tocó con los Rolling Stones y los Red Hot Chili Peppers y ganó un Grammy. Pero, en el fondo, lo que realmente les importa es difundir el combate diario de su pueblo por la autonomía: los tuaregs han sido marginados desde los años ’60 por los diferentes gobiernos del país que los alberga, Mali. Esa lucha los atraviesa: en la década del ’80, algunos de los miembros de Tinariwen recibieron entrenamiento militar en Libia y participaron en combates contra el gobierno maliense. El padre Ibrahim Ag Alhabib, líder de la banda, fue ejecutado en una revuelta en 1963 y hace muy poco, a fines de 2012, un grupo relacionado a Al Qaida secuestró a Abdallah Ag Lamida, uno de los guitarristas y cantantes del colectivo. Su música es tradicional y moderna, enraizada en el norte de Africa, pero con guitarras eléctricas. El ritmo hipnótico y hermoso de Tinariwen llegará sorpresivamente a Niceto el próximo 17 de marzo, junto con su sexto disco, Emmaar, el primero que se edita en Argentina. Una oportunidad de conocer a estos rebeldes que viven y tocan en comunidad.
Por Salvador Biedma
Eyadou Ag Leche lo confirma con una risa breve y segura. El y los demás miembros de Tinariwen no conocían a la banda de rock que, en 2007, los invitó a tocar en Irlanda. Una banda que entonces contaba con 45 años de historia: los Rolling Stones. Es que, por no tener televisión, no saben de muchas figuras mundiales. De todos modos, aceptaron el convite, fueron, hicieron su música. El encuentro con Jagger, Richards y compañía fue “muy natural, muy humano”, asegura Eyadou, que está en Argelia y responde por teléfono (en francés, con su llamativo acento, traductor mediante) las entrevistas que se hacen desde Buenos Aires por el show que Tinariwen dará el 17 de marzo en Niceto Club y el lanzamiento de su sexto disco convencional, Emmaar (Ultrapop), el primero en editarse en Argentina.
El grupo lleva más de 35 años tocando. A paso lento y firme, ganó enorme reconocimiento, en el Sahara primero, en el resto de Africa después y, desde hace un tiempo, más allá de todas las fronteras. Robert Plant, Brian Eno, Herbie Hancock y Thom Yorke son algunos de los grandes referentes que celebran la música y la actitud de este “colectivo” sin ahorrar elogios. Plant los definió de una manera algo enigmática: “Escuchar a Tinariwen –dijo– es como arrojar un balde a un pozo muy profundo”.
A lo largo de su historia, Tinariwen fue ampliándose y sumando integrantes. En un principio eran cuatro, hoy rondan la veintena. Claro que no tocan todos juntos, sino que la formación varía de acuerdo con las circunstancias. Salen de gira entre cinco y siete miembros. Algunos de los músicos sólo intervienen en las grabaciones en el desierto africano. Eyadou cuenta que uno de los integrantes elige no salir de gira porque tiene muchos animales que cuidar (la cría de camellos, ovejas, cabras y, en menor medida, burros, caballos y vacas es la principal actividad económica de su pueblo, los tuaregs). Hubo quienes abandonaron la banda y, además, dos miembros murieron, en 1994 y 2005. Los cambios en la formación están entre los motivos por los que Eyadou dice: “Nuestra banda no es una banda en sentido estricto, sino más bien una comunidad”. Muchas veces también se la define como “colectivo”.
Es imposible separar la música de Tinariwen de la realidad de los tuaregs, el pueblo al que pertenecen sus integrantes. Una sociedad nómade –con una cultura milenaria– que habita la región de Azawad, en el norte de Mali, en el desierto del Sahara. “Nosotros representamos a nuestro pueblo. Tinariwen existe porque hay problemas en nuestro territorio. Mientras no se alcance la paz, seguiremos haciendo música”, asegura Eyadou para explicar que el grupo lleve tantos años tocando. Ese reclamo de paz implica también la independencia de su territorio. Y el colectivo de músicos ha logrado que se conozca en el mundo la lucha de los tuareg por su autonomía.
En otras épocas, algunos de los miembros de Tinariwen tomaron los fusiles. Recibieron entrenamiento militar en Libia (en los ’80) y participaron en combates contra el gobierno maliense, que a lo largo de la historia ha marginado a los tuaregs. En la década del 90, tras una declaración de paz, los integrantes del grupo abandonaron las armas con la decisión de consagrarse sólo a la música. Los casetes que preparaban en forma bastante precaria (se sentaban con un grabador muy básico, apretaban “rec” y tocaban sus canciones; si entre un tema y otro se ponían a conversar, eso también quedaba registrado) circularon como plaga por el de-sierto, de manera clandestina. Durante años, si el gobierno encontraba uno de esos casetes, quien lo tuviera corría peligro de muerte.
Recién en 2001 Tinariwen grabó un disco: The Radio Tisdas Sessions. Con producción del inglés Justin Adams y del grupo francés Lo’Jo, implicó el primer salto fuera del continente africano. Una década después, con su quinto disco, el colectivo se llevó un Grammy en la categoría “world music”. El año pasado, grabó en Estados Unidos Emmaar y también el EP Inside/Outside: Joshua Tree Acoustic Sessions. No podían hacer estos discos en el norte de Africa por la situación política que se vivía; entonces, buscaron otro desierto: el Mojave, en California. Ahí tuvieron a su disposición un estudio con un sonido mucho más profesional que el que habían conocido hasta entonces (en general, apenas unos amplificadores alimentados por baterías).
Una persona que no vive en el desierto seguramente lo imagine como un gran vacío, un espacio signado por lo que falta. Para los tuaregs, para Tinariwen, “desierto significa casa”, como explica Eyadou. Agrega: “En cierto sentido, la vida en el desierto es más fácil porque no consumimos casi nada. Viajamos, criamos animales, tenemos a nuestras familias, a nuestros compañeros... Hay una vida en colectividad y se plantean vínculos mucho más fuertes. Para nosotros, es un espacio que tiene muchas cosas”.
El nombre de este colectivo es el plural de “desierto” (también “territorio”) en tamasheq, la lengua tuareg, hablada hoy por más de un millón de personas, pese a que durante largos períodos su uso en público estuvo prohibido y corrió riesgo de extinción; usualmente se la transcribe en alfabeto tifinagh (Tinariwen se representa +lO:l, como se ve en la tapa de todos sus discos).
Mali es una de las tantas naciones africanas que se independizaron del dominio europeo a inicios de los ’60. Al igual que en muchos otros casos, la declaración de la independencia no puso fin a arduos conflictos que, con variantes y pequeños lapsos de paz, se mantienen hasta hoy. El gobierno surgido en 1960 no buscó integrar ni respetar a los tuaregs, sino todo lo contrario. Esto los llevó a rebelarse. Casi sin medios, sin entrenamiento militar, tomaron las armas en una lucha de guerrillas que las autoridades malienses combatieron de manera sanguinaria.
Ibrahim Ag Alhabib tenía cuatro años en 1963, cuando ejecutaron a su padre por apoyar aquella revuelta. Y enseguida le tocó el exilio. Recién en 1989 volvería a pisar Tessalit, el oasis donde nació, en el noreste de Mali, en el Sahara. De chico, Ibrahim intentó fabricarse una guitarra. No tuvo mucho éxito hasta que vio ese instrumento –ajeno a la tradición del pueblo tuareg– en una película occidental, pudo entender mejor su constitución y la copió usando un cable de freno de bicicleta, un palo y una lata.
En 1979, en Tamanrasset (Argelia), Ibrahim empezó a tocar regularmente con Alhassane Ag Touhami y los hermanos Inteyeden y Liya Ag Ablil. No usaban un nombre y muchos los llamaban Kel Tinariwen, que puede traducirse como “muchachos de los desiertos”, luego abreviado Tinariwen. Además de sumar guitarras, uno de los aportes innovadores, que enseguida llamó la atención de muchos, estaba en las letras: hablaban de situaciones contemporáneas y no, como la música tradicional tuareg, de un pasado heroico lejano.
Ibrahim, indiscutido líder del grupo desde el inicio, es el autor del tema “Soixante Trois”, registrado en el disco Aman Iman, que habla de la rebelión tuareg en los ’60: “El ’63 pasó, pero va a volver./Aquellos días dejaron su huella./Asesinaron a los ancianos, también a un recién nacido,/se lanzaron sobre las pasturas y exterminaron el ganado”.
En una entrevista publicada hace unos años en El País de España, Ibrahim comparó el alcance de la lucha armada con las repercusiones que alcanzó la música de Tinariwen: “Cuando los hombres del de-sierto nos sublevamos, sólo se enteraron en Mali y Níger, más allá de algún intelectual o un puñado de periodistas franceses. Ahora, el éxito de la música tuareg nos permite enseñar al mundo que existe una región llamada Kidal, al sur del Sahara, donde habita una de las civilizaciones más antiguas de la tierra”.
Muchos engloban a Tinariwen y a otros músicos de esta región de Africa bajo la etiqueta “blues del desierto” (por ejemplo, hay un documental de 2006 llamado Desert Blues, en el que aparecen tres artistas malienses de diversos orígenes étnicos). Eso puede generar confusión: poco tiene que ver Tinariwen con el sonido del blues estadounidense o incluso con alguien como el enorme Ali Farka Touré, un claro referente del blues en Mali, que murió en 2006.
Hay, sí, puntos de contacto con los orígenes del blues, pero no más que eso. La formación, con las guitarras bien al frente, un bajo que en general apoya con líneas simples y percusión. O el uso de patrones de llamada y respuesta (“call and response”), que proviene de la tradición musical-religiosa africana y se ha extendido ampliamente por la música negra de Estados Unidos; en las canciones de Tinariwen, a veces una melodía de guitarra responde a la voz o imita los coros de la música tradicional de su pueblo.
Aunque existen influencias del mundo occidental en el estilo que estos músicos crearon (Ibrahim ha reconocido que lo influyó escuchar a Elvis Presley, James Brown o Boney M., por ejemplo), resultan mucho más fuertes y evidentes los elementos africanos. La raíz está en la tradición tuareg y también suman matices –antiguos y modernos– de Argelia, Marruecos o Egipto.
Las canciones de Tinariwen, con las guitarras y las voces en primer plano, con tambores udu o derbake muchas veces reforzados por aplausos, tienen un sonido hipnótico, circular, que lleva la imaginación directamente al paisaje del desierto, por más que uno nunca haya pisado el Sahara. “Las guitarras eléctricas se relacionan bien con el desierto”, asegura Eyadou, “aunque no sea un instrumento tradicional en nuestra cultura”. Sin embargo, muchas veces utilizan guitarras acústicas en vez de eléctricas; de hecho, el disco Tassili, con el que ganaron el Grammy, es el más “desenchufado” de los seis (o siete, si contamos el EP de 2014) que registraron.
Los propios músicos utilizan el término “assouf”, que significa nostalgia, para hacer referencia a su estilo. Eyadou comenta que esa nostalgia proviene del desierto y de la vida nómada, pero también del largo exilio (entre Argelia, Libia, Chad, Mauritania y Níger) al que los ha obligado la situación política tras la independencia de Mali. “La música nos ayuda a superar la nostalgia”, dice. “En épocas de guerra, tocar y grabar casetes también nos impulsó a seguir luchando y nos hizo la vida más fácil. Pertenecemos a un pueblo que siempre canta y baila. Las melodías que tocamos suelen tener nostalgia, pero algunas de nuestras canciones expresan alegría y esperamos que eso se transmita a quienes las escuchen.”
Aunque no siempre se visten así (en fotos tomadas durante la grabación de Emmaar se los ve con remeras, camisas, camperas, jeans), los miembros de Tinariwen suben a los escenarios con la ropa que los tuareg usan en el desierto. Hay un detalle llamativo que, según parece, hizo que hace siglos los occidentales los distinguieran de otros pueblos nómades: los varones suelen cubrirse la cara con un velo, algo que en casi todas las comunidades del desierto corresponde únicamente a las mujeres. Con sus túnicas, por ejemplo, tocaron en la ceremonia de apertura del Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010.
Eyadou Ag Leche es zurdo. Toca con el mástil del instrumento a su derecha, pero usa un bajo para diestros, incluso encordado para diestros. Las cuerdas de sonidos más graves quedan abajo, más cerca del suelo, contra lo habitual, de modo que resulta bastante extraño verlo tocar.
Nació en Argelia, durante el exilio de sus padres, que habían abandonado Azawad luego de la rebelión tuareg de principios de los ’60, y es uno de los integrantes más jóvenes de Tinariwen. De hecho, el líder del grupo, Ibrahim, pertenece a la generación de sus padres. Durante una entrevista en julio de 2014, el bajista contó que escucha la música de Tinariwen desde que tiene conciencia y que, cuando todavía era chico, su tío le prometió regalarle una guitarra si era capaz de cantar un tema del colectivo que ahora integra. El cumplió su parte, el tío también.
Años más tarde, Flea –bajista de los Red Hot Chili Peppers– le regaló su bajo. Eyadou había conseguido averiguar la fecha de su propio nacimiento, un dato que los tuareg no registran ni consideran. En octubre de 2011, iba a festejar por primera vez su cumpleaños. La noche anterior, Tinariwen tocaba en un festival en Los Angeles con Flea y Josh Klinghoffer –guitarrista de los Chili Peppers– como invitados. Tras el concierto, Flea le dio su bajo Fender: el primer regalo de cumpleaños que Eyadou recibió en su vida.
Pese a que es uno de los miembros más jóvenes del grupo, Eyadou está entre los integrantes que más hablan con la prensa. Explica que el trabajo con las canciones casi siempre sigue un mismo método: alguno de los integrantes acerca una composición y los demás son libres de agregar lo que les parezca, tanto en la parte musical como en las letras. “Se trata de un trabajo muy libre. Se aceptan los aportes de todos para mejorar y terminar una canción. Claramente hay un líder, que es Ibrahim, pero en el momento de armar las canciones no hay líder: cada uno puede hacer lo que quiera”, afirma. (De todos modos, Ibrahim figura como autor de la mayor parte de los temas de Tinariwen.)
Josh Klinghoffer, el guitarrista actual de los Peppers, contó en la Rolling Stone norteamericana su experiencia como invitado en la grabación del disco Emmaar. Klinhoffer no habla francés y los músicos de Tinariwen apenas si hablan inglés, así que con muchos de ellos no cruzó una palabra, sólo se saludaron respetuosamente y con alguna sonrisa. Para el primero de los dos temas en los que participó, todos se sentaron con sus instrumentos y, ante una seña, empezaron a tocar. No conocía la canción que estaban haciendo y tampoco tenía en claro si los demás la sabían, pero se dejó llevar por la música, todo fluyó con naturalidad y quedó muy contento con el resultado. En especial, porque los dos temas en los que tocó tienen el sonido de Tinariwen. Klinghoffer admira a este colectivo y, si bien ya habían compartido escenario, le generaba dudas lo que puede ocurrir cuando un no-africano se mete con este tipo de música.
Emmaar fue elegido por la Rolling Stone estadounidense entre los cincuenta mejores discos de 2014. Además de Klinghoffer, grabaron como invitados el poeta y rapper Saul Williams, el guitarrista Matt Sweeney y el violinista Fats Kaplin, todos invitados curiosos, iconoclastas y difíciles de encasillar. Si en el disco anterior, Tassili, el grupo había emprendido una suerte de vuelta a los orígenes con un esquema más acústico, en Emmaar retomaron el predominio las guitarras eléctricas. Grabar en un estudio estadounidense supuso toda una novedad para los músicos de Tinariwen, pero el sonido mantiene un aire “artesanal” y permite imaginarlos sentados en ronda, en escenas como la que describió el guitarrista de los Peppers. Una mayor producción (como la que pueden tener Salif Keïta o Rokia Traoré, por nombrar a dos músicos de Mali también celebrados en Occidente), un producto más “perfecto”, tal vez atentaría contra el espíritu y la belleza de las canciones de Tinariwen.
Sin duda, este último álbum (al igual que el EP acústico que grabaron en paralelo) mantiene el estilo que les es propio, en el que se combinan sencillez y complejidad. De hecho, al menos desde Aman Iman, de 2007, uno puede tener su favorito, pero todos los discos que han grabado son sólidos y parejos.
Su sonido, su estilo, ha encontrado continuidad en grupos como Imarhan, Tartit, Toumast, Terakaft (formado por dos ex miembros de Tinariwen) o Tamikrest y en músicos como Bombino o Mdou Moctar, todos del pueblo tuareg, todos surgidos bastante después que Tinariwen, muchos ya reconocidos a nivel internacional. Desde luego hay diferencias (Tartit está más cerca de la música tradicional tuareg, por ejemplo, y Mdou Moctar busca aspectos en los que innovar), pero, de una u otra manera, todos siguen la huella de Tinariwen. A Eyadou le parece muy importante que hayan surgido estas propuestas de música tuareg “porque con un grupo sólo no se puede abarcar todo el mundo”. Y redobla la apuesta: “Hacen falta más bandas jóvenes que transmitan el mensaje, para llegar a más gente y ayudarnos en nuestra causa”.
Al ver los elogios que Bono (“un descubrimiento de nuevos sonidos y nuevas armonías”), Damon Albarn (“no hace falta entender sus letras para escuchar en ellas algo muy profundo”), Santana (“es una gran alegría compartir el escenario con ellos”) o Chris Martin (citó al grupo africano como parte de la “extraordinaria música” que influyó en el disco Viva la vida) prodigan a este colectivo, uno puede preguntarse por qué Tinariwen impacta con tanta fuerza en muchos de los popes del rock. Tal vez la actitud genuina, una rebeldía (con causa) que va más allá de cualquier pose y la potencia hipnótica de la música expresen algunos elementos que el rock ha ido perdiendo, salvo excepciones, en las últimas décadas. Por algo el periodista Chris Nickson, autor de varios libros, escribió: “Las bandas occidentales quizá se hayan olvidado de hacer rock, como si su vida dependiera de ello; Tinariwen puede enseñarles”.
En un sentido similar parece ir la sensación de los músicos de TV on the Radio. Tunde Adebimpe comentó que, cuando él y otros integrantes de la banda vieron a Tinariwen, les impresionó lo mal parado que quedaba cualquier grupo en comparación con esos hombres venidos del desierto. Adebimpe y su compañero Kyp Malone participaron en la grabación del disco Tassili, en el que también grabó como invitado Nels Cline, de Wilco.
El pueblo tuareg vive en conflicto desde hace décadas y hubo períodos en los que, además, su territorio sufrió enormes sequías. A la rebelión de los años ’60 siguieron otros alzamientos. A partir de los ’90, el gobierno de Mali aprovechó ciertas diferencias entre algunos sectores para generar más división (“un pueblo dividido no va a alcanzar nunca su objetivo”, dice una canción de Tinariwen) y, desde hace tiempo, endilga a todos los tuaregs alianzas con grupos extremistas islámicos que, en algunos casos, han sido ciertas.
En 2012 hubo una gran rebelión encabezada por el MNLA (Movimiento Nacional para la Liberación de Alzawad). A los pocos meses, un grupo de militares malienses dio un golpe de Estado por considerar que el gobierno de Amadou Toumani Touré no combatía de manera adecuada a los tuaregs. En ese contexto político de suma inestabilidad, el MNLA se unió a fundamentalistas islámicos y se llegó a decretar la independencia del territorio, pero muy rápidamente esta alianza se quebró y los rebeldes tuaregs fueron expulsados.
El grupo Ansar Dine, vinculado a Al Qaida, se lanzó sobre Tinariwen a fines de 2012 y secuestró a Abdallah Ag Lamida, uno de los guitarristas y cantantes del colectivo. Lo liberó a los pocos días. Unos meses antes, las fuerzas islámicas que ocupaban el norte de Mali habían prohibido pasar música occidental, a la que calificaron de “satánica”, por las radios. Hay quienes afirman que también fueron tildados de “satánicos” los temas de Tinariwen.
“No estamos de acuerdo con el fundamentalismo islámico ni con la implementación de la sharia”, explica Eyadou (la sharia, también conocida como ley islámica, incluye penas como la lapidación o la amputación de miembros y, entre otras cosas, considera un crimen el adulterio). “Llevamos años reclamando lo mismo: independencia, libertad, más agua... En general, eso está claro y se sabe que contamos con el apoyo de nuestro pueblo, pero también hay personas que falsean nuestro mensaje buscando que se piense otra cosa.”
A pedido del gobierno de Mali, en 2013 el ejército francés inició una intervención militar, que incluyó una seguidilla de bombardeos, para combatir a los grupos islamistas que habían ocupado el norte del país. Las derivaciones de toda esta situación llevaron a que en 2014 Tinariwen grabara fuera de Africa y a que Ibrahim Ag Alhabib no participara en una larga gira por Europa y Estados Unidos: se mantuvo con su familia para resolver asuntos ligados con estos acontecimientos.
Eyadou comenta que se están llevando a cabo negociaciones de paz en Argel. Aunque no conoce con exactitud las últimas noticias, sabe que la situación es mejor que hace unos meses. Dice que algunos tuaregs ya volvieron a Azawad y –si bien muchos siguen en el exilio– eso lo hace “confiar en que todo irá mejorando”.
El disco Emmaar hace varios planteos sobre la situación que han vivido los tuaregs en los últimos años. “Los ideales del pueblo se han vendido barato, compañeros./La paz que se impone por la fuerza siempre está condenada a fracasar/y da lugar al odio”, dice la canción que abre el álbum: “Toumast Tincha”. El tema “Aghregh Medin” expresa la falta de fe en la unidad mientras las opiniones combatan unas contra otras: “Sólo voy a creer en ella otra vez/si esas opiniones sirven a un ideal común:/el del pueblo del que emanan”. Sin música, traducida del tamasheq al inglés y del inglés al castellano, esta poesía pierde parte de su hechizo, pero las citas sirven para darse una idea del “mensaje por la libertad” que menciona Eyadou.
Queda claro que buena parte de las letras de Tinariwen ponen el foco en aspectos estrictamente políticos, hablan sobre las disputas por la autonomía de los tuaregs, instan a este pueblo a mantenerse unido o reflejan el exilio (“Estoy en una tierra sin madre ahora y mi alma se quema de infelicidad./Mi corazón se consume con el humo de los cigarrillos”), pero también muchas canciones tratan sobre la vida cotidiana en el desierto, tocan asuntos amorosos (“El amor de hoy es como un espejismo:/cuanto más te acercás, más se aleja”) o plantean cuestiones existenciales de distinta índole. Por más que a veces tengan un tono sentencioso, casi siempre buscan incentivar una reflexión o abrir un debate, expresan con sencillez sentimientos de tristeza, marcan el orgullo de pertenecer a un pueblo milenario que mantiene ciertas tradiciones.
Se calcula que desde 2001 Tinariwen dio más de setecientos conciertos por todo el mundo. En julio de 2014, Eyadou comentó que ya tenían planificados los próximos dos años de giras. No cabe duda de la importancia que le asignan a tocar en diversos lugares; así, saben, van generando conciencia sobre los conflictos que viven los tuaregs.
En enero del año pasado dieron tres shows gratuitos, al aire libre, en distintas ciudades de Chile. En esa ocasión, no viajó Ibrahim, quien estaba en Africa con su familia. El primero de esos conciertos tuvo lugar en Antofagasta, en el desierto de Atacama (sí, otra vez el desierto; Eyadou expresó entonces que se sentía “como en casa” porque “todos los que vivimos en el desierto tenemos algo profundo en común”). El público, que en su mayoría no conocía a Tinariwen, miraba en un trance feliz y asombrado a esos hombres con túnicas, turbantes y las caras cubiertas por velos. Las palabras que más se escucharon a la salida del show fueron “distinto”, “muy bueno” e “interesante”.
Dentro de pocos días, Tinariwen cerrará en Argentina una breve gira por Latinoamérica que incluye tres conciertos: tocarán el 13 de marzo en el festival Vive Latino de México, el 15 en el Lollapalooza chileno y el martes 17 en Niceto Club, como parte del nuevo ciclo Martes IndieGentes, en Buenos Aires. Semanas después, se presentarán en Noruega y en Inglaterra.
Pese a la humildad que muestra Eyadou en la entrevista, y pese a que pone en pie de igualdad a los distintos grupos actuales de música tuareg, cuando tiene que señalar al más destacado, al que mejor representa a su pueblo, apenas si duda un instante y dice: “Tinariwen”. Lo dice con franqueza, con suficiencia, seguro. Por algo son él y sus compañeros los que nos van a hacer sentir en vivo el viento ardiente del Sahara.
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