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Domingo, 30 de agosto de 2015

HOMENAJES > MARIA BETHâNIA

MARÍA VA

HOMENAJES Por estos días, se lleva a cabo en el Paço Imperial, en pleno centro de Río de Janeiro, una excepcional muestra dedicada a la vida y obra de Maria Bethânia, celebrando sus cincuenta años de carrera en la música. Fue organizada por Ana Bausman, su colaboradora más cercana, y por la actriz y directora Bia Lessa, quienes convocaron a innumerable cantidad de artistas que fueron acercando sus obras y objetos personales hasta llenar el primer piso del lugar. Canciones, películas, instalaciones, instrumentos, retratos, todo confluye en María de todos nosotros, una auténtica, vívida y colorida biografía en movimiento, en la que no falta, algunos días, Maria Bethânia en persona.

 Por Martín Pérez

Desde Río de Janeiro

Cristina o Gislaine. Esas eran algunas de las otras opciones que aparecieron para bautizar a la hija de Dona Canô y Seu Zezinho, porque el nombre propuesto insistentemente por su hermano menor, de apenas cuatro años, sonaba demasiado contundente. En su libro Verdad tropical, Caetano Veloso –aquel niño– recuerda que su padre anotó los diferentes nombres en sendos papelitos, los metió en una gorra y le pidió que sacase uno. Salió el que él había escogido, y su padre puso cara de resignado y dijo: “Ya está. Ahora tendrá que ser Maria Bethânia”. Caetano recuerda también que sus hermanas mayores le contaron tiempo después otra versión: que su padre había escrito el nombre que él había elegido en todos los papelitos. “Pero, aunque pueda llenarme de orgullo pensar que mi padre fuera capaz de hacer trampa para complacerme, siempre he preferido creer en la autenticidad del sorteo”, escribe el bahiano. “Esa intervención del azar parece otorgarle más realismo a todo lo que sucedió desde entonces, e incrementa al mismo tiempo la magia del presagio.”

Cuando ya están por cumplirse siete décadas de aquel punto de partida –algo que sucederá recién el año que viene–, Maria Bethânia se encuentra celebrando medio siglo de carrera. Estrenó una gira al respecto con el título de Abrazar y agradecer, fue homenajeada dos meses atrás por sus colegas en el 26º Premio de la Música Brasileña e incluso la Escola de Samba Estaçao Primeira de Mangueira anunció que la homenajeará centrando en su figura su salida para el próximo Carnaval. Pero los festejos no terminan ahí: desde comienzo de este mes y hasta mediados del próximo, su historia y su obra son el eje de una deslumbrante muestra gratuita que se extiende por todo el primer piso del centro cultural Paço Imperial, un restaurado edificio colonial ubicado en la plaza XV de Noviembre, en pleno centro de Rio de Janeiro, al lado de la sede de la Asamblea Legislativa y a pasos de la estación de donde salen los ferries a Niteroi.

Las responsables de María de todos nosotros –tal el nombre de la muestra, bautizada por un poema de su hermana Mabel Veloso– son sus más cercanas colaboradoras: su amiga Ana Basbaum, productora ejecutiva de sus shows desde hace años, y la actriz y directora Bia Lessa, que oficia de curadora de un evento exuberante, que despliega 1400 obras a cargo de 160 artistas de todo tipo. “No hubo propiamente una curaduría”, aclara Lessa en el texto de presentación, donde revela que espontáneamente se fueron juntando obras, ideas, artistas y admiradores, y la exposición fue siendo concebida a partir de esos estímulos. “Son objetos, obras de arte, fotografías, textos, poemas, que tienen el común el hecho de estar aquí expuestas y haber sido, todos, fruto de un acto de creación, un esfuerzo personal y un deseo de participar de esta ceremonia de conmemoración de la carrera de una artista.”

El paseo por las atiborradas trece salas de ese primer piso donde está montada la muestra en realidad comienza afuera del Paço Imperial, que aparece rodeado de decenas de telas estampadas que alfombran la vereda circundante con frases de escritores y poetas importantes en la formación de la homenajeada, desde los más conocidos internacionalmente como Fernando Pessoa o Clarice Lispector, hasta los más profundamente brasileros, como Patativa do Assaré o el Padre Antônio Vieira. Una vez arriba, las salas aparecen divididas en diferentes temáticas, siendo la única de carácter específicamente biográfico la dedicada a las fotos, históricas y familiares, públicas e íntimas, que llenan cada rincón de las paredes. Hay una sala con retratos y esculturas, donde deslumbra un enorme retrato firmado por Carlos Bracher, y otra con pizarrones en lugar de paredes, donde los poetas y músicos de sus canciones –como Ferreira Gullar, Nélida Piñon o Zélia Duncan– han escrito con tiza semblanzas de la artista, de puño y letra. Hay un rincón para las esculturas orixás de hierro de Tatti Moreno, un pasillo en el que deslumbran pequeños escenarios dentro de valijas realizados por Vitoria Vieira –una artista de la Feria de Sao Cristovao–, y también una pared donde se exponen tallas en madera realizados por la propia Maria Bethânia. Hay música en vivo y también grabada, hay una salita donde se exhiben películas y documentales, hay retratos hechos por Ziraldo y también por Mauricio, el padre de Mónica, el personaje más popular de la historieta infantil brasileña. Hay un lugar para todo, y todo tiene su lugar, mezclando sin prejuicio todas las artes y todos los materiales.

Una de las salas más memorables es la dedicada a Santo Amaro, su ciudad natal, presidida por los retratos de sus padres, y tapizada por las recetas de comida de Dona Canô. Del techo cuelgan miles de bolsas llenas de agua, en referencia a un cielo que siempre amenaza lluvia, y en el piso se despliegan un centenar de pequeñas casas de madera, obra del artista carioca Getúlio. Las bolsas de agua, así como enormes paquetes de heno que ofician en todos los ambientes de mesas y muros separadores, son una constante presencia natural en toda la muestra, llenándolo todo de un aroma de campo. Para la tarea de llenar las más de veinte mil bolsas de agua que se despliegan en todos los ambientes, explica Lessa, la solución fue convocar al club de fans de la cantante, que acudieron entusiastas en su ayuda.

El punto cero de la recorrida, según las organizadoras, es una pequeña estructura de metal con cortinas a modo de paredes, que la artista lleva a todos sus shows y oficia de camarín, y que nunca antes se había exhibido en público. Por dentro está como siempre lo ordena María Bethânia: con un espejo en una esquina, un frasco de descongestionador nasal a mano, un ramo de flores a la vista y el banco donde su hermana, Nicinha –-que murió en el 2011– siempre se sentaba. La instalación se completa con un video que muestra a Bethânia rezando en su particular camarín.

La gestación de María de todos nosotros se realizó durante dos años, en los que Basbaum y Lessa mantuvieron su realización en secreto para la homenajeada, con la complicidad de todos los artistas que se fueron sumando a la convocatoria. Recién un mes antes, contaron en las entrevistas que les realizaron para la inauguración, le tuvieron que avisar de su existencia a Maria Bethânia, ya que necesitaban pedirle prestados algunos objetos de su casa. Pero la homenajeada recién vio completa la deslumbrante muestra el día de su inauguración, y las crónicas apuntan que no hizo ningún discurso ni emitió declaración alguna. Sólo que se quedó dando vueltas hasta la hora de cierre. Un par de domingos atrás, por ejemplo, los visitantes que se acercaron a la muestra al mediodía a retirar entradas para el show de Moreno Veloso y Pedro Sá –todos sábados y domingos, a las 4, hay un show musical, donde ya se presentaron Jorge Mautner y Egberto Gismonti, entre otros–, se sorprendieron al verla sentada, sonriente y accesible, con su pelo canoso al viento, en el restaurant del Paço Imperial. Las fotos, los autógrafos y los agradecimientos a flor de piel fueron permanentes. Estaba ahí presente para ver el show de su sobrino, seguro, pero también asumía con generosidad el hecho de ser, inevitablemente, parte de su muestra. Una en la que las obras fueron llegando y no hizo falta elegir nada. Porque todos los papelitos decían lo mismo: Maria Bethânia.

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Carlos Bracher
 
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