Domingo, 30 de agosto de 2015 | Hoy
TRAVESíAS > SUR POLAR VI, ARTE + CIENCIA EN LA ANTáRTIDA
TRAVESIAS Las estadías en las bases militares de la Antártida son vertiginosas, dado el aislamiento y la posibilidad de no volver al continente según lo dicte el clima. Si se le suma el paisaje hermoso y hostil, es un lugar ideal para producir experiencias que culminen en, por ejemplo, colaboraciones artísticas. Este año se puede ver Sur Polar VI, arte + ciencia en la Antártida, que incluye fotografías de Nicolás Trombetta, un trabajo conjunto entre el biólogo y artista Pablo La Pádula y el fotógrafo Pablo Mehanna, instalaciones sonoras que reproducen el ruido de los témpanos, objetos cotidianos como las cajas que se usan para trasladar víveres y muestras que recolectan los científicos. Una exhibición que no es sólo registro, sino una mezcla interdisciplinaria donde conviven la racionalidad y el romanticismo.
Por Marina Oybin
El viento golpea. No hay que perder tiempo. Es necesario trepar por una escalera de soga al rompehielos ruso Vasily Golovnin. Entre la bruma, la escalera que pende de la mole en movimiento se tambalea. Con las herramientas de trabajo al hombro, suben los peldaños de cuerda. Falta poco. Da vértigo.
Antes de decidir emprender este viaje al fin del mundo, los artistas sabían que quizá les pesaría el aislamiento: la señal de Internet es errática, a veces nula; el celular muere. Hay que cumplir rutinas y horarios militares de la base y estar preparado: son muchas las posibilidades de quedarse más tiempo del mes previsto inicialmente. No hay certezas: la vuelta a casa depende del clima.
Viaje al sur del sur para crear. Eso es lo que vivieron un grupo de artistas locales y extranjeros que participaron de las campañas a la Antártida, una residencia artística que organiza el Programa de Arte de la Dirección Nacional del Antártico (DNA), desde hace una década. Sur Polar VI, arte + ciencia en la Antártida, con curaduría de Andrea Juan, reúne obras de los artistas que participaron de las campañas en 2014 y 2015. Es una muestra multidisciplinaria e itinerante: una selección de las ediciones anteriores se exhibió, entre otros países, en China, Australia, Inglaterra y España.
Las bases de la Antártida son una especie de no lugar habitado sólo por residentes temporarios de distintas latitudes. El paisaje bellísimo y al tiempo hostil, y la experiencia compartida dejaron marca profunda en los artistas. Uno de los principales desafíos, cuentan los intrépidos viajeros, fue establecer una buena relación con militares y científicos, quebrar prejuicios. Se sumaron a las tareas diarias: hicieron turnos para la limpieza de habitaciones y baños, se convirtieron en ayudantes de cocina, amasaron pan y hasta colaboraron en la descarga de víveres. Se estableció un muy buen vínculo y hasta hubo una obra a dúo entre una de las artistas y una científica.
Hace más de cinco años que Erica Bohm trabaja en el proyecto “El cristal perfecto”, en base a un modelo matemático ideal. En la Antártida, creó cristales en forma sintética junto a Jéssica Chiarandini, bióloga marina de la DNA, que trabaja en la base con un equipo que analiza muestras de agua. Con un microscopio digital, Bohm tomó fotografías de cristales de cloruro de sodio y agua marina: para ella, un micromundo “de ciencia ficción”.
Proyecto luz: objeto-sujeto es una instalación que reúne una serie de registro de viaje, fotografías con luz plomiza tomadas por Pablo Mehanna, y una investigación de Pablo La Padula, artista y doctor en biología. En una mesa de trabajo como la de los laboratorios, La Padula, actualmente con muestra en La ira de Dios, desplegó su investigación de percepción cromática basada en encuestas a artistas, científicos y militares que convivieron en la expedición en la Base Carlini. Las fotos y los resultados de la investigación revelan una Antártida distinta de esa visión de postal que La Padula define como colonialismo ecológico. Una imagen que busca legitimar una postura política: “Responde a un concepto de ecología y de medio ambiente del primer mundo enfocado en que el tercer mundo sea una reserva natural para ellos”.
Pero, ¿qué ves cuando ves la Antártida? En la instalación es posible analizar gráficos y estudios colorimétricos, y confrontarlos con las fotos, todas tomas directas. Hibridación pura, la obra de La Padula y Mehanna es un mix entre abordaje racional y sensitivo. No encaja en ningún molde: en el laboratorio, la investigación recibiría críticas, al tiempo que para el arte contemporáneo –para el conceptual, claro– la obra no resulta amigable.
Las imágenes de las bases Carlini y Esperanza se suceden: camas cucheta, casitas de barrio utópico en el que todos se conocen y no hacen falta llaves, casino de militares como único lugar de reunión, capilla, ausencia de moneda. Y el paisaje de hielo cerúleo en todo su esplendor. En enero no hay noche. Esos días eternos resultan ideales para el urbanita workaholic. Algunos artistas cenaban y volvían a sacar fotos. La luz era perfecta. Salían aunque el viento diera miedo.
A diferencia de la Base Carlini con habitaciones con cuchetas, la Base Esperanza es un barrio pequeño con casas. No hay puertas con llaves: a modo de picaporte se usan manijas de las que tenían las heladeras antiguas. El sábado es “día de pizza”. Se turnan para cocinar y comparten velada en el casino con cumbia y cuarteto, acompañado con infaltables cerveza y fernet. Aunque racionalizado como todos los alimentos en la base, ese día el alcohol se saborea sin mayores limitaciones. En la Base Carlini, el sábado hay fiesta impostergable con bachata y tragos varios. Hay que atenerse a una regla: las damas sólo pueden bailar hasta dos temas con cada caballero. Es que hay casi cuatro veces más hombres que mujeres.
“Traslaciones sonoras” es una instalación con objetos, sonido y luz, de Mariana Corral y Guadalupe Pardo. Con una serie de cajas de plástico transparente muy resistente, que se usan para el traslado de víveres a la Antártida, las artistas crearon una obra que exhibe el mecanismo interno. En las bases, esos cajones sirven para guardar ropa, llevar objetos, se los ve en las casas apilados, en el casino. En ellas se trasladan también muestras que recolectan los científicos: es un mobiliario clave. Cuando el espectador pasa cerca de la instalación, se escucha el crujido de témpanos milenarios que se derriten en la costa, también el sonido del viento. Son registros capturados en la Antártida con un dispositivo piezoeléctrico, procesados y reconstruidos con softwares de programación. El viento es tan fuerte que a veces se lleva por delante cuerpos y cosas. Impide salir hasta que se amansa.
Desnuda, apenas cubierta con una manta, Natacha Voliakovsky permaneció a la intemperie en una performance supervisada por un médico de la base. El viento y el frío arremetió contra su cuerpo. Esa misma manta grisácea, precaria, que se usa para cubrir las cuchetas, está plantada en una de las paredes con la inscripción del gimnasio de la base: “Para realizar un gran cambio en tu cuerpo se necesita coraje”.
Hipnóticas, las fotografías de Nicolás Trombetta son escenas cinematográficas y al tiempo deslumbrantes pinturas. Es curioso: apenas uno ve sus fotos en sala recuerda paisajes del romanticismo nórdico. Si bien aquí no hay huellas de esa angustiante atracción del abismo, la potencia de la naturaleza es la misma. Esa magnificencia estremece.
Artista viajero, Trombetta, que está exponiendo en la galería parisina Fait Maison, arrancó con sus exuberantes retratos pop en Mar de Ajó. Con clima onírico, en las series “Ser Nube”, “Ser Tierra” y “Nueva Atlántida”, naturaleza y hombre se fusionan. En sus series posteriores, la naturaleza irrumpe amenazante. Siguió con viajeros imaginarios en el hotel Boquitas Pintadas cuando ya estaba deshabitado. Con luz cálida y envolvente, construye escenas que son enigmas. Les da vida a personajes que luego habitan sus obras.
Trombetta creó un personaje ficcional llamado el errante: en la Antártida, se caracterizó (con mameluco de vellón y guata, diseñado por él mismo) y encarnó a una criatura deshumanizada, impredecible. Deja rastros, desata remolinos de nieve, se arrastra como extraño animal, desaparece. Apenas se deja ver: su figura es difusa, siempre fuera de foco. En estas fabulosas fotos performáticas todo es verosímil. No hay artilugios técnicos.
Aun cuando el viento pegaba con furia, cámara en mano, Trombetta salía a recorrer la zona cercana a la base. Por cuestiones de seguridad, solo está permitido alejarse un kilómetro a la redonda: nunca solo. Es que perderse o sufrir un accidente puede devenir en final trágico. Hay un médico y un enfermero, sí, pero la vuelta fugaz a casa no es tarea sencilla. Además, hay que ser híper cuidadoso: se corre el riesgo de dañar fauna y flora. Entre el sonido del viento que aturde, Trombetta dispara su cámara. Sus fotos más documentales son frescas, eluden la precisión de la toma controlada. Uno teme toparse con el errante.
Ya sobre el final del viaje hubo cambio de rumbo para los artistas que hacían pie en Base Esperanza y tenían que regresar a nuestras pampas. Como el clima impidió anevizar, el rompehielos Vasily Golovnin, que reemplaza al Irízar, los llevó a la Base Marambio. Pero allí no había camas disponibles. Gentil, el capitán del buque les ofreció quedarse hasta que pudieran llevarlos nuevamente a la base.
Sin pausa, dos helicópteros del buque abastecían a las bases. Mariana Corral y Guadalupe Pardo hicieron un video donde registraron la vida en altamar, el trabajo de descarga de víveres y combustible, y carga de deshechos. Por las noches, el buque descansaba sobre el campo de hielo. No lo anclaban. Luego, avanzaba embistiendo monumentales témpanos. La cuarta noche de viento huracanado, el capitán argentino y el capitán ruso acordaron apagar las luces de proa. Hubo silencio. Desde la cubierta, las artistas proyectaron su video sobre el interminable campo de hielo. Durante dos horas, la tripulación se vio reflejada en los témpanos. Más tarde, en una ceremonia compartida, brindaron con vodka y fernet.
Sur Polar VI: Arte + Ciencia en la Antártida se puede ver en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA), Avenida del Libertador 8151, de miércoles a viernes 9 a 17; sábados, domingos y feriados de 12 a 20 hasta el 27 de septiembre. Gratis. Las residencias para artistas se realizan en Base Marambio, Carlini o Esperanza, de enero a marzo. La convocatoria finaliza el 1 de octubre. Más información en www.dna.gov.ar/DIVULGAC/CULTURA/CON VART16.PDF
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