Domingo, 7 de febrero de 2010 | Hoy
MúSICA > LA ESPECTACULAR BEYONCé EN ARGENTINA
Multitalentosa como cantante, bailarina y actriz, tan despampanante que impresiona, la hermosa Beyoncé –28 años, texana– acaba de arrasar en los Grammy merecidamente, tiene un hit que va camino de clásico, el irresistible “Single Girls” (con un video inolvidable) y llega a la Argentina con su gira I Am para demostrar que es real esa combinación suya, casi inverosímil, de carisma, voluptuosidad, disciplina, voluntad de hierro, profesionalismo y uno de los físicos más impactantes del mundo pop.
Por Natali Schejtman
Beyoncé arrasó en la última entrega de los Grammy y muchas cosas cerraron. O al menos algunas, y potentes: la chica que musicalizó el baile aquel de la flamante pareja presidencial Obama, la que todavía se llena de lágrimas hoy cuando recuerda ese momento en forma de mito, la mujer que ya ha lanzado frases como: “Me cansé de ser una pop star. No quiero ser una chica caliente: quiero ser icónica”, confirmó que ésta es su merecida era.
Desde los primeros tiempos de Destiny’s Child se evidenció que algo traían esas mujercitas que, como es ya común, se agarraban del aspecto demoledor que venía de la mano de ser una estrella, además de coquetear con estar fuertes y en bikini. El trío tuvo uno de sus primeros éxitos con “Independent Woman Part 1” (“todas las mujeres que ganen dinero / levanten las manos conmigo”) y también su reverso, “Cater 2 U”, tan exagerada como la primera (“¿qué querés comer? / Dejame alimentarte / dejame prepararte un baño”) y acaso por eso un poquitito menos irónica de lo que habrá querido ser en su concepción. Las jovencitas nenas tocaron, además, un tema femenino dramático en “The Story of Beauty”, en la que hablan de una chica víctima del abuso por parte de su padrastro.
Beyoncé es una artista todo terreno que tiene muchas marcas de su primera banda, pero que está en continua expansión y evolución. Desde el comienzo de su carrera solista, con el discazo Dangerously in Love (2003), mostró que lo suyo era la mezcla de sonidos R&B, soul, pop y hasta algo de reggae, con garra y movimiento sexy. Algunas canciones, de paso, la fueron asentando en un lugar ciertamente panfletario con respecto a temas de amor, aunque su preocupación parece tener que ver más bien con los asuntos de dependencia e independencia, voluntarias y no. Su bien intencionado girl power puede ser a veces chato o demasiado sexandthecitiesco, pero forma parte de algo mucho más grande e hipnótico que lo excede: la propia Beyoncé, una verdadera maga de la música, que va entregando discos llenos de brillo, trama y temperaturas variables.
La última y milagrosa intervención es un disco de despersonalización y confirmación: I am... se llama la primera parte, Sasha Fierce, la segunda, siendo este nombre una especie de alter ego más zarpado, menos golpeado por el amor que en I am y más preocupado por sacudir musicalmente a los oyentes, a los espectadores y a la escena entera. En ambas partes hace explotar su gracia, ritmo y prestancia. “If I Were a Boy”, en la forma de una entregada y virtuosa canción de aires R&B, plantea el mapa hipotético y despechado en el cual la bella Beyoncé es un hombre que apaga su celular y les dice a todos que está roto, así creen que esa noche durmió solo, entre otras mezquindades. El gran hit “Single Ladies”, con un videoclip de antología, ya ocupa un lugar entre las pequeñas maravillas a las que puede someternos el pop. Sobre esta canción y su incitación, dijo Beyoncé hace no mucho para Spinner: “‘Single Ladies’ es una de mis canciones favoritas. Aún no he pasado por ningún club para ver la reacción de las chicas, pero ha llegado a mis oídos que espantan a los hombres. No les importa si hay hombres en la sala, es un momento de mujeres. Están unidas y saben hacia dónde van: ése era mi objetivo, mi sueño. Me encanta hacer algo capaz de generar ese impacto, que suba la autoestima a las mujeres y les recuerde lo mucho que valen, que lleven la cabeza bien alta y no les dé miedo ser sexies y estar seguras de sí mismas”. Sasha Fierce también guiña el ojo en “Ego”, una balada que recoge la tradición de música negra con una modernidad sutil y encantadora; o en “Diva”, donde impone un metapop electrizante, mostrando dinero y nuevas vicisitudes de una relación en la que a ella le interesa meter el hocico, como poder y género.
Por si alguien está pensando en las familiaridades que Beyoncé podría tener con la explosiva Shakira, más allá del constante bamboleo de caderas, ellas decidieron mostrarse hermanadas al menos cuando hicieron juntas la canción “Beautiful Liar” (2006) y su video, en el que, como un postulado cínico y magnético, se las confundía durante buena parte de los planos. Fiel a la tradición de ambas, el tema hablaba de una traición de un hombre que estaba con dos mujeres y de cómo se daban cuenta de que ellas no debían pelear entre sí sino contra él.
Si con Shakira no termina de entenderse, al menos ahora, hasta qué punto quiere ser distinta del resto de las divas del pop (y viendo su video “Loba”, la respuesta pareciera ser hasta ninguno), en Beyoncé puede verse un interés en respetar ciertas convicciones. Ella, por ejemplo, sin ser un referente racial nítido, a lo largo de su carrera ha dado muestras de que el color de su piel le interesa más allá de cómo combina con sus ojos. En 2006 protagonizó una película mediocre pero no poco intensa llamada Dreamgirls, adaptada del musical homónimo que aludía al surgimiento de The Supremes, trío que daría fama a Diana Ross. Beyoncé interpretaba a una cantante negra que junto con sus dos amigas intentaban abrirse paso justo ahí, en un clima de prejuicios, pero también de quiebre cultural parecido al que narra Hairspray.
Además de haber cantado en la celebración de los Obama, Beyoncé es autora de una de las frases más elocuentes que elucubró el estrellato yanqui cuando, después de la efervescencia participativa, el primer presidente negro finalmente llegó al poder: “Ahora, cuando le diga a mi sobrino de cuatro años que puede llegar a ser cualquier cosa que se proponga, sabré que estoy diciendo totalmente la verdad”. Convincente.
Es facilongo y (por eso) tentador comparar la relación Obama-Beyoncé con la de Bush-Britney Spears, quien no sólo saludó con fidelidad las políticas exteriores de su país en el año 2003 (“Hay que apoyar al presidente en cada decisión que tome”, dijo) sino que parece haber abdicado su lugar en el podio del pop casi al mismo tiempo (y de manera tan escandalosa) como el ex mandatario. Pero éstas son suposiciones que poco tienen que ver, en definitiva, con lo que Beyoncé viene a ofrecer: un festival de canciones firmes, hipnóticas y tan espectaculares como ella misma.
Beyoncé actúa el 12 de febrero a las 22
en el Hipódromo de San Isidro.
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