Domingo, 7 de febrero de 2010 | Hoy
TELEVISIóN > LA úLTIMA TEMPORADA DE LOST
Termina la serie que creó una legión de obsesivos como no se veía en mucho tiempo –y que también provocó grandes decepciones entre fans tempranos–. Como sea, en la sexta temporada de Lost se revelarán o no los misterios que falta resolver pero, sobre todo, lo que queda es una nueva forma de consumir televisión que va desde la circulación pirata al instante de capítulos recién estrenados hasta el desplazamiento de las sitcoms de los ’90 por la serie de aventuras dramática.
Por Mariano Kairuz
Pasado mañana empieza la sexta y última temporada de Lost y para cuando en mayo, cuatro meses y 18 episodios más tarde, llegue a su final y empiece a quedar atrás uno de los mayores éxitos televisivos de la última década, unas cuantas cosas relativas a la manera en que vemos televisión van a haber cambiado radicalmente, tal vez para siempre. Esto no es una exageración ni convencerse de ello implica abrazar alegre e irreflexivamente el fenómeno Lost, haberse convertido en otro adicto; es pura comprobación empírica.
Entre los cambios menores que seguramente se verán revertidos dentro de no mucho –probando el carácter cíclico de los procedimientos de producción de la televisión norteamericana–, vale recordar que la creación de J. J. Abrams, Damien Lindelof y Carlton Cuse reinició el reinado de la serie dramática de una hora, dando por terminado el de las sitcoms, que con Friends y Seinfeld, entre otras comedias de media hora a la cabeza –y no obstante los éxitos de ER y Los Expedientes Secretos X–, dominó los ‘90. Uno de los síntomas de esto es que las cadenas televisivas, productores y guionistas parecieron en el último lustro haber salido desesperados en busca de un nuevo Lost: el resultado fueron programas rápidamente descartados como Jericho o la versión norteamericana de Eleventh Hour, otros que sufrieron sus tropiezos pero siguen adelante como Heroes, o Fringe, y las remakes infecciosas y poco o nada logradas de series de culto como El prisionero y V, invasión extraterrestre (esta última además sugestivamente protagonizada por Elizabeth Mitchell, alias Juliet, de Lost) y la búsqueda todavía sigue adelante y cada tanto encuentra un sucesor que más o menos funciona, como Fast Foward. Muchas de estas series están emparentadas por un combo de elementos centrales a la fórmula Lost: son dramas masivos que implican un héroe colectivo (su rasgo más evidente post 11-S) conformado por una multitud de individualidades en conflicto, liderazgos contrapuestos y múltiples teorías conspirativas detrás de cada misterio a resolver. Es probable que, desaparecida Lost, siga dejando una estela un tiempo más.
Entre los cambios mayores e irreversibles que no deben atribuirse entera ni únicamente a Lost pero que ésta contribuyó a afianzar, está la forma de consumo de las series. Para empezar, como los espectadores argentinos pueden comprobar, profundizó algo que la explosión del cable había empezado a producir más de una década y media atrás: una reducción de la “ventana”, el tiempo transcurrido entre su estreno norteamericano y su llegada a la pantalla local. Luego, el sistema de subida y descarga por Internet de copias comprimidas apenas después de su emisión estadounidense (muchas veces tomadas de la tv de alta definición) terminó por pulverizar la brecha. Si la primera temporada de Lost fue seguida semana a semana por AXN, para la segunda ya existía una red de fanáticos que no sólo se ocupaba de subir a Internet cada capítulo apenas después de su estreno mundial, sino que además generaba y ponía a disposición de todos subtítulos en varios idiomas. Ante la evidencia de que este sistema no tendría vuelta atrás, los sitios oficiales de los canales de televisión norteamericanos empezaron a ofrecer gratis y online una parte cada vez mayor de sus contenidos ya emitidos, y casi no hay serie que no se edite pronto en DVD. El hecho de que AXN estrene esta última temporada de Lost tan solo una semana después de su estreno estadounidense parece resultado directo de esta situación. Pero incluso se han producido casos sospechosos de filtraciones en la red de episodios televisivos especialmente esperados, al punto que cuando el piloto de Fringe (la nueva creación de J. J. Abrams) estuvo disponible en Internet varios meses antes de su estreno televisivo, parecía menos un accidente que la puesta en práctica informal de un nuevo, barato y eficaz sistema de test-screening: a ver qué dicen los fans, qué se comenta en los foros, qué ganas hay de seguir viendo.
Y no sólo para pruebas piloto sirven estas descargas al instante que hacen los fanáticos, sino que se ha incrementado el feedback entre la producción y el público, y los guionistas pueden ir modificando su trabajo –sus líneas argumentales– sobre la marcha. Un procedimiento por lo menos tan viejo como el folletín del siglo XIX, pero actualizado con una inmediatez poderosa. Lo que nos lleva una vez más a preguntarnos de qué son capaces los canales de televisión, productores y guionistas para exprimir cada uno de sus éxitos, y el caso testigo vuelve a ser Lost. Cuando, con la tercera temporada todavía en el aire, se anunció que todo el asunto se extendería por tres años más, muchos pensaron en un estiramiento forzado, en explotación, en traición. ¿Cuántos de los elementos de intriga (y personajes nuevos) que se habían empezado a amontonar respondían a un plan más o menos trazado previamente? ¿Cómo iban a hacer para cerrar todo esto convincentemente?
En las entrevistas que dieron Lindelof y Cuse los días previos a la première, aseguraron que ahora sí, que ahora el plan es definitivamente atar nudos. Agregando, mandándose un poco la parte, que “también tenemos el peso agregado de cómo vamos a resolver esta mitología”. Saludablemente, indicaron también que para darle a todo un cierre sensato, han vuelto a los inicios de la serie, reviendo cómo es que llegaron hasta donde llegaron. Menos alentador suena su confesión de que todavía no lo tienen resuelto en sus cabezas, que todavía deben terminar de guionar los últimos seis episodios.
De una forma u otra, para satisfacción o decepción de millones, éste promete ser el final. Así que la verdad debe estar ahí afuera, en algún lado, esperando que haya quienes sepan ponerla por escrito y finalmente le den un poco de sentido a tanta cosa suelta y un cierre a este universo infinito de especulaciones que fueron los seis años de Lost.
La sexta temporada de Lost empieza este martes 9 a las 21, por AXN
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