POR MIRA NAIR
El 11 de septiembre estaba en el Festival de Toronto, donde presentaba mi film La boda. Con los actores, seguimos los acontecimientos por la televisión. Semanas después, participar en una obra plural sobre aquel día fue la ocasión que me permitió dar cuenta cinematográficamente de un estado del mundo, desde el punto de vista de la comunidad sudasiática de Nueva York. Quería reaccionar contra la islamofobia que había invadido el planeta. Fue mi guionista, Sabrina Dhawan, quien me contó la historia de una mujer que había leído en los diarios.
Pienso que las constricciones temporales impuestas para el corto constituyen una idea muy francesa, muy vagarosa. El rodaje fue muy estimulante en la medida en que los verdaderos protagonistas de la historia se mezclaron con los actores que los representaban en la pantalla; esto aportó una carga particular de emoción y de verdad. No estuve bajo la impresión de participar en una obra colectiva, aunque tengo un gran respeto por los otros cineastas y estoy curiosa por ver sus films. El cine debe ser un espejo del mundo en el que vivimos. Debemos servirnos del cine para provocar, perturbar, distraer y arrancar al público de su somnolencia.