POR IDRISSA OUEDRAOGO
Estaba en París, en un café, cuando unos amigos me contaron la terrible noticia. En esos momentos, toda clase de preguntas se apretujan en la cabeza. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué? Y uno se dice que el mundo está realmente dado vuelta. Que es preciso hacer algo. Pero, ¿cómo?
Hacer una película sobre los hechos del 11/09/01 es mi manera personal de participar de una renovación de las conciencias, es mi manera de decir que a pesar de todo la esperanza existe y que eso es lo más importante.
Vengo de Africa occidental, más precisamente de Burkina Faso. Como a todos los africanos, me impresionó mucho la violencia de los atentados del 11/09. Como ellos, compartí el dolor de las familias y del pueblo norteamericano. También espero a cambio (como, por otro lado, todos los africanos) el mismo impulso de solidaridad con Africa respecto del paludismo, el sida, el hambre, la sed.
La idea de la película se me ocurrió enseguida. Porque la reflexión sobre las nuevas relaciones entre el Norte y el Sur es un problema que me ronda desde hace ya un buen tiempo. No me sentí presionado por la consigna de la duración –he filmado infinidad de cortos–, y tampoco por saber que había otros directores participando del mismo proyecto. Que cada realizador, desde su lugar en el mundo, narrara los acontecimientos del 11/09 en función de su propio contexto, con un espíritu libre y virgen de toda tentativa de “comparación”, fue para nosotros un hecho positivo y estimulante. En cuanto al efecto que pueda tener el film... Todo acontecimiento dramático a escala mundial nos marca a fuego y forzosamente debe influir en los caminos intelectuales y artísticos futuros. De aquí en más, la cultura va a desempeñar un papel esencial en las relaciones entre los pueblos. Es fácil darse cuenta de que sólo la diversidad cultural está en condiciones de enfrentar el fanatismo y la hegemonía.