“Si viene de una mujer, esa frase se parece al discurso de la cornuda que le echa la culpa a la mina que se culea al marido. La trava no tiene nada que ver. Tiene su cuerpo, su elección y vive más libremente que algunos maridos con hijos que a veces se acuestan con una trava. A esta altura ya no hay tanta diferencia de cuerpos, algunas mujeres del medio artístico o las que tienen posibilidades económicas terminan pareciendo muñecas Barbie o travestis, si usamos la definición del francés ‘travesti’, que es cambiar de traje. Tiene que ver con una seguridad personal, como la relación del hombre con el pene. Cuando yo me acuesto con hombres noto ese desenfreno de tocar ese falo. Yo creo que los tipos no se acuestan conmigo, se acuestan con un falo. Si voy por la calle a algunos les pareceré una diosa rubia y a otros un monstruo de siete cabezas, un payaso... en el mundo pasa eso con todo, el racismo y el miedo a la diferencia existió siempre. Hay muchas formas de gustar, por suerte, aunque nos quieran hacer creer que vivimos en un mundo en que la mayoría se rige por una estética predeterminada. Si salís a la calle, si vas por Florida, ves chicas con tetas caídas, hombres petisos con barba, gente con granos... Cuando a mí me preguntan si soy trava les contesto que piensen lo que quieran, yo sé lo que soy y la vida es más interesante si uno la transita, prueba, experimenta.”