Lunes, 18 de octubre de 2010 | Hoy
19:22 › BALLOTTAGE EN BRASIL
Los dos candidatos a la presidencia de Brasil, la oficialista Dilma Rousseff y el opositor José Serra, entraron en la disputada recta final, una batalla en la que cruzaron acusaciones de corrupción y deberán doblegar esfuerzos para convencer a los electores del Partido Verde en la primera vuelta, tercera fuerza en esos comicios, ya que ese espacio decidió no apoyar a ninguno de los dos postulantes.
La ex candidata ambientalista Marina Silva anunció ayer que el Partido Verde dará libertad de acción a los 20 millones de brasileños que la votaron en la primera vuelta de las elecciones a inicios de octubre, y que pueden ser decisivos en el ballottage, que se llevará a cabo el 31 de este mes.
"Los casi 20 millones que votaron nuestra propuesta mostraron que hay una sensibilidad muy grande en la sociedad brasileña por el medio ambiente y la sustentabilidad, y lamento profundamente que ese tema siga siendo ignorado por los dos candidatos", denunció Marina Silva en declaraciones radiales.
Sin embargo, Rousseff y Serra mostraron sus nuevas armas para conquistar los votos en un debate televisado la noche del domingo, en el que la candidata oficialista afirmó que Serra privatizará las empresas públicas y el opositor intentó mostrar que ella no tiene el peso de Lula.
Un desgastante fuego cruzado de denuncias de corrupción -contra el gobierno Lula, del que Rousseff fue la ministra jefa de gabinete hasta marzo, y contra la gobernación de Sao Paulo que Serra dirigía- ocupó la atención de la prensa y las campañas el fin de semana.
La delfina de Lula, que parecía destinada a vencer en el primer turno electoral el 3 de octubre, comenzó a perder votos tras las denuncias de tráfico de influencias que impactaron a la ministra jefa del gobierno que la sustituyó.
Pero lo que más desgastó la imagen de Rousseff fue el éxodo del electorado religioso, temeroso de que despenalice el aborto, un tema tabú en el país con más católicos del mundo y que la oposición supo aprovechar.
Tras un pujante inicio de campaña para la segunda vuelta electoral, la encuesta Datafolha divulgada el fin de semana indicaba que el socialdemócrata José Serra se estabilizó en 41 por ciento de intención de voto. Ahora está por demostrarse si Rousseff sigue perdiendo votos, ya que el sondeo Datafolha mostró que cayó de 48 a 47 por ciento.
"Rousseff recuperó espacio en el sureste y mantiene la ventaja en el norte y nordeste. Esas no son buenas noticias para Serra y parece que la balanza volvió a inclinarse a favor de la candidata del presidente Lula", opinó el consultor y politólogo de la Universidad de Brasilia David Fleischer. El experto destacó que el voto católico todavía es favorable a Rousseff, quien para el profesional cuenta con 51 por ciento.
La disputa religiosa que ha llevado a iglesias y líderes religiosos en todo el país a exigir un voto antiaborto y contra la unión homosexual, alcanzó fronteras peligrosas y se topó con una comunidad que organiza el mayor desfile gay del mundo, que reunió a tres millones de personas en junio en Sao Paulo.
La Asociación Brasileña de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis y Transexuales (ABGLT), denunció el viernes que las discusiones religiosas que dominan la campaña promueven la homofobia y la discriminación, en una carta abierta a los candidatos presidenciales.
Los candidatos están ahora inmersos en la recuperación de votos y apoyos. El popular Partido de los Trabajadores de Lula usó toda su capacidad de movilización para ganar el apoyo de movimientos sociales como los Sin Tierra, sindicatos, cristianos vinculados a la Teología de la Liberación y la izquierda disidente, intentando al mismo tiempo que sus principales aliados no abandonaran el barco en favor del adversario.
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