Desde la mañana, mientras la presidenta de Brasil negocia con referentes de distintos partidos políticos los cambios en el sistema anunciados el lunes durante su primer mensaje por cadena nacional, el Congreso aprueba vertiginosamente proyectos algunos bloqueados hace años.

Por esas horas, varios miles de manifestantes, en su mayoría jóvenes, se concentraron frente a la Universidad estatal de Ceará, para marchar hasta el estadio Castelao, en la ciudad de Fortaleza, donde España e Italia se enfrentarán por las semifinales de la Copa Confederaciones.

Los accesos al estadio fueron bloqueados por integrantes del batallón de choque de la policía y la policía montada, y se instalaron barreras metálicas para impedir el paso a los manifestantes. Ayer, varias miles de personas marcharon en Brasilia, ante el Congreso, y otros hicieron lo mismo en Belo Horizonte.

En esa ciudad murió el joven Douglas Henrique de Oliveira, quien sufrió múltiples fracturas en la cabeza y las piernas al caer de un viaducto en el que se había colgado de los pies como modalidad de protesta junto con varios amigos.

El último lunes dos mujeres murieron atropelladas por un conductor que lanzó su vehículo contra un bloqueo montado por manifestantes en una ruta en el estado de Goiás. La semana pasada otro joven murió atropellado en la ciudad de Ribeirao Preto y una barrendera pública sufrió un paro cardíaco en la ciudad de Belén tras haber inhalado gases lacrimógenos.

Las manifestaciones se iniciaron hace más de dos semanas contra el aumento del precio del transporte, en un contexto de inflación elevada y bajo crecimiento económico. Pero rápidamente sumaron otras reivindicaciones, como penas más duras contra políticos corruptos y denuncias contra el millonario gasto público para el Mundial 2014, en vez de salud, educación y transporte.