Sábado, 3 de septiembre de 2016 | Hoy
17:38 › PANORAMA POLITICO
Por Luis Bruschtein
Macri apostó todo a la inversión externa y al retorno de capitales. Pero los inversores externos no quieren venir porque no ven estabilidad política y por lo tanto económica. Desde Cambiemos cierran el círculo vicioso y ahora dicen que no hay estabilidad porque no vienen las inversiones. Si alguna esperanza tenían, la Marcha Federal se convirtió en prueba lapidaria de que es esta política económica la que produce inestabilidad política y espanta a los inversores. La marcha fue masiva, multitudinaria, algo menor quizás que el acto del 29 de abril. Pero la confrontación con el macrismo, que apenas fue una advertencia en aquella oportunidad, en la marcha que culminó ayer fue algo muy concreto. Los oradores y el documento consensuado entre las más de 90 organizaciones que participaron en la Marcha, tuvieron el mismo tono: la política económica del gobierno declaró la guerra a los trabajadores y los trabajadores se ponen en pie de lucha.
Hubo síntomas de los nuevos tiempos: La columna del noroeste, la más nutrida, partió del Alto Comedero, donde está Milagro Sala, prisionera del régimen radical de Gerardo Zamora en Jujuy. Esa misma columna pasó por Tucumán y realizó un acto masivo en Córdoba. Donde se hacían actos, participaban las regionales de la CGT. En Córdoba hay dos y ambas estuvieron representadas. En la marcha anterior, en 1994, esa convergencia era impensable porque dirigentes de los gremios más importantes estaban comprometidos con el menemismo. Ahora es al revés: el sector de Barrionuevo que coqueteó con el macrismo, reculó y se alineó con Sergio Massa. Y hasta Hugo Moyano que en algunos de sus peores días participó en actos de campaña del macrismo, se mostró ahora confrontativo con el gobierno. El único sector que quedó abrazado al oficialismo, el del Momo Venegas, quedó fuera de la CGT unificada. Son escenarios complejos en el movimiento obrero, pero ayer en la Plaza convocada por las CTA se notaba la presencia de gremios combativos de la CGT como Farmacia, Curtidores, Bancarios y Gráficos, entre otros. Las concentraciones en Córdoba y Rosario, dos ciudades donde hace ocho meses ganó Macri, fueron multitudinarias. Y en las rutas, la gente se acercaba a las banquinas para saludar a la Marcha. Es un síntoma que las dos CGT de Córdoba, que está gobernada por el massismo, hayan participado en el acto y lo mismo las CGT de San Lorenzo y de Rosario.
Otro dato: El PJ nacional y el de la ciudad de Buenos Aires respaldaron la marcha. Por supuesto no lo hicieron los partidos que integran el oficialista Cambiemos: el radicalismo, el PRO y la gente de Carrió. Pero tampoco lo hicieron Sergio Massa, los socialistas santafesinos, ni el grupo de Margarita Stolbizer que mantienen una actitud ambigua y cercana al gobierno. Con el respaldo al acto obrero, el PJ marcó la cancha de la política y tomó distancia del espacio más conservador que quiere configurar el massismo. Los gremios que acompañaron a Sergio Massa en las elecciones se sienten incómodos con la irrupción del grupo de Barrionuevo y toman distancia en el Congreso, representados por Facundo Moyano, que ayer estuvo en la Plaza, y el mismo Héctor Daer.
Más para tener en cuenta: Poco antes del acto en la Plaza de Mayo, el triunvirato de la CGT se reunió con funcionarios del gobierno. No fue el mejor momento para hacerlo. Carlos Schmid dijo que la reunión fue “neutra” y que está en el aire la convocatoria a un paro general. “Lo vamos a analizar en el confederal del 23 de septiembre”, afirmó. Al terminar la reunión, el ministro de Trabajo Jorge Triaca confirmó que no se reabrirán las paritarias.
Durante los tres días que duró, el clima de la Marcha Federal se mantuvo en un rango épico popular que de alguna forma contextualiza este intercambio entre la CGT y el gobierno. Fueron muchos los gremios que cerraron acuerdos por seis meses que en breve deberán renovar. Si el gobierno no abre las paritarias, la presión se hará insostenible porque la carestía superó los pronósticos. La inflación trepó a 45 por ciento en el año y el promedio de los acuerdos salariales no pasó del 30 por ciento. Con el tarifazo y la inflación, los salarios más bajos (de los ya negociados) perdieron cerca del 12 por ciento de capacidad adquisitiva.
El paro general y un plan de lucha fueron planteados en términos muy enérgicos por los gremios combativos de la Corriente Sindical Federal en la reunión de reunificación de la CGT, el 22 de agosto. La propuesta no fue aceptada, lo que motivó el paso al costado de ese agrupamiento. Pero tampoco fue rechazada. Ayer en la Plaza, donde también estaban estos gremios, la propuesta de paro general fue aclamada. Los sectores más retardatarios de la CGT, proclives al acercamiento con el gobierno, difícilmente puedan frenar la convocatoria al paro. En la Plaza, Pablo Moyano, que encabezó una columna de Camioneros, dio por sentado “que se va a consensuar un paro”.
La idea del paro sobrevoló la Marcha. Los titulares de las CTA, Hugo Yasky y Pablo Micheli la tienen en agenda. Yasky entiende que es importante la participación de la CGT en la medida de fuerza y se da el tiempo que necesita la otra central para procesar una convocatoria en la complejidad de un proceso de unidad muy volátil. Todos son conscientes de que la figura del triunvirato es para una transición más o menos corta. El paro será más que eso porque a partir de allí se configurará el relacionamiento del movimiento obrero con este gobierno, lo que tratará de evitar el sector más dialoguista. De todos modos, el contexto económico y social y las señales que da el gobierno apuntan a una confluencia de los gremios en un paro general a fines de septiembre o principios de octubre. El fanatismo neoliberal del gobierno no deja resquicio ni para el sector más dialoguista del sindicalismo. Moyano se peleó con el kirchnerismo por Ganancias, apoyó a Macri, y ahora Macri hizo que más trabajadores paguen el famoso impuesto. Se puede estar de acuerdo o no, pero las retenciones las sacó enseguida.
Otra para tener en cuenta: El proceso de integración regional que protagonizaron los gobiernos populares en la década pasada no tuvo un correlato equivalente entre los movimientos populares y las centrales obreras. La sincronía de los procesos en la región existe prácticamente desde las luchas por la independencia, pero en la década de principios de milenio fue muy clara y estimulada desde los gobiernos. Quedaron expuestas las similitudes, las interdependencias, los beneficios y la coincidencia de sujetos en el campo popular y en el de las clases ricas y dominantes. Pero se tendieron pocos puentes, muchos menos de los que se podrían haber logrado con tanto viento a favor. Pasar a la oposición de gobiernos ultraneoliberales ha generado una búsqueda más intensa de esos lazos. Ayer en la Plaza hablaron los representantes de centrales obreras de Uruguay y Brasil, con discursos y lenguajes perfectamente imbricados con el de los dirigentes argentinos. Se habla de los mismos problemas, de las mismas patronales, de la misma voracidad del neoliberalismo. Los campos de alianzas también se igualan. La salida del kirchnerismo en Argentina y la expulsión de Dilma en Brasil ha demostrado la vulnerabilidad de los procesos populares en un solo país y por lo tanto, la necesidad de coordinarlos y de sostenerlos mutuamente. Ayer, el representante de la central brasileña anunció que se estaba preparando un paro general en todo el Cono Sur en rechazo a las políticas neoliberales y al golpe institucional en Brasil. No es un delirio ultraizquierdista. Sería un paso gigante del movimiento obrero.
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