Jueves, 22 de septiembre de 2016 | Hoy
18:31
Opinión, por Emir Sader
Antes incluso de abrir las compras que trajo de un nuevo viaje a los EE.UU., el promotor Sergio Moro trasformó a Lula, de nuevo, en reo de su operación jurídico-policial. Son tantos sus viajes al Imperio, que no queda claro si vive alla y viene a actuar en Brasil o si vive en Brasil y va regularmente a los EE.UU. a recibir orientaciones para actuar en Brasil. Un buen tema de investigacion para el Parlamento.
Lo cierto es que Moro, frente al fracaso espectacular de la nueva farsa montada por sus comparsas en un hotel de Curitiba en contra de Lula, que recibió la condena unánime (incluso de los que apoyan esa operación), no tuvo el coraje de tomar una decisión solo. La sensación era la de un nuevo paso en falso de sus comparsas, que habían tomado una vez más una actitud precipitada, para buscar protagonismo, en medio de la campana electoral municipal, y que ello dejaba a Moro y sus secuaces en una situacion difícil, porque sería imposible, en base a la ridícula demostracion del power point y de la falta de pruebas, hacer a Lula reo de nuevo.
Pero frente a esa situacion difícil, Moro fue, una vez más, a buscar nuevas instrucciones, seguramente de los que, según Wikileaks, lo hicieron depositario de los materiales obtenidos por Estados Unidos en el espionaje de la Presidencia de Brasil, en el Ministerio de Minas y Energía y en la misma Petrobras, y le han permitido iniciar su operación. Como confesión de que no solamente sus comparsas, sino él mismo, no tienen pruebas, sino tan solamente convicciones, Moro ha referendado la misma presentación de la farsa del power point. Esto es, no posee ninguna otra acusación con pruebas en contra de Lula, habiendo viajado para reforzar sus convicciones hacia su patria adoptiva y volviendo enseguida a tomar rápidamente la decisión para reforzar la manipulación en el escenario electoral municipal.
Significatitvamente, Lula viaja en este mismo momento al nordeste de Brasil para hablar con el pueblo, mientras Moro fue a los EE.UU. a hablar con sus patrones. Cada cual en lo suyo, cada uno con su gente. Mientras uno intenta ampliar los espacios democráticos achicados en el país, en medio a tantos golpes en contra de la democracia, el otro refuerza la idea de que su operación Lava Jato no cabe en la democracia brasileña, tiene que destruirla definitivamente para triunfar.
Se trata de dar continuidad al proyecto ambicioso de Moro y de sus comparsas de reescribir la historia reciente de Brasil, como copia ridícula de la Operacion Manos Limpias de Italia. Sólo que en Brasil, apenas en contra de la izquierda, de Lula y del PT. Con el intento grotesco de intentar invalidar la historia reciente del país, que no sería un momento virtuoso de combate a las desigualdades sociales, sino una farsa montada por la corrupción de recursos públicos.
Habría así que destruir la imagen de Lula, para invalidar ese período de la historia de Brasil, revertir su sentido, mostrar que sólo habría sido posible gracias a la corrupción, aun si no hay pruebas, sólo convicciones. De ahí la decisión estrafalaria de hacer a Lula reo, aun con la falta de pruebas, ya ridiculizada en Brasil y en el exterior mediante un power point, con la grotesca alegación de que faltan pruebas pero sobran convicciones.
Moro llega así a su fin de línea. Ha agotado sus investigaciones, los intentos de que con presiones logre delaciones premiadas con tal de que impliquen a Lula y puedan ser fuentes de pruebas forjadas, confiesa que los malabarismos realizados con espectaculos mediáticos son todo lo que tienen en contra de Lula. Que el departamento que le atribuyen a Lula no es de él, pero son las únicas convicciones de Moro y de sus comparsas.
Como marioneta de la derecha brasileña y de los proyectos macabros del imperio en contra de Brasil –que suponen el desmonte de las bases económicas del proyecto de desarrollo con distribución de renta, incluyendo la destrucción de Petrobras y del Presal—, Moro se revela así como un obstinado militante en contra de la democracia, la distribución de renta y el proyecto nacional de Brasil. Luego se va para EE.UU., donde terminará por recibir algún oscuro título de alguna universidad trucha de Miami y gozar de buenas remuneraciones por los servicios prestados al Imperio.
Pero con ese nuevo paso en falso –que se suma a la tentativa frustrada de apresar a Lula y a otras denuncias pirotécnicas– Moro corre el grave riesgo de ser desenmascarado en público y frenado en sus aventuras por el Supremo Tribunal Federal y por el propio Congreso. La farsa montada por sus amigos ya fue condenada unánimente en Brasil. Si él la reforzó, antes de que fuera desechada completamente, es porque es su última carta. Por lo menos fue lo que han decidido en la reunión recién realizada en el imperio y cuyas decisiones tomó apenas bajó del avión en su nueva incursión en los EE.UU., país al que se debe en cuerpo y alma.
Es el final para el proceso de corrupción moral de farsantes que actúan según los intereses extranjeros en el intento de relegar a Brasil a ser una república de bananas, sin democracia, ni Poder Judicial, sin proyecto nacional.
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