19:43 › PANORAMA POLITICO

Bonificados y empaquetados

Por Luis Bruschtein

“¿Cuánto tiempo tiene un hombre/ que mirar hacia arriba/ antes que pueda ver el cielo?/ ¿Cuántos oídos tiene que tener/ para que pueda oír a la gente gritar?/ ¿Y cuántas muertes se permitirán/ hasta que se sepa/ que ya murieron demasiados?/ La respuesta, amigo mío/ está soplando en el viento.”

¿Cuánto tiene que disminuir el salario antes que un hombre pueda darse cuenta? ¿Cuánto tienen que subir las tarifas para ver que no es obra de Dios? ¿Cuántos despidos ocurrirán hasta que la CGT reaccione?

El encomillado es de la letra de “Blowin’ in the wind” una vieja canción de Bob Dylan, flamante Nobel de Literatura. Las otras preguntas son de la casa. No es de las mejores letras de Dylan, pero es una de las más conocidas porque se cantaba en las marchas contra la guerra de Vietnam. Cuando Dylan dice que la respuesta está soplando en el viento, quiere decir que cada quien la tiene delante suyo pero no la puede ver porque hay una construcción interesada de la realidad que se lo impide. Pero en la misma pregunta está implícito que el engaño no se extenderá por toda la eternidad. Solamente se cuestiona cuánto tardará en revelarse la verdad.

Las preguntas que no tienen comillas no las escribió el Premio Nobel, pero tienen respuestas parecidas a las que se hace Dylan en la canción. Entre las que tienen comillas y las que no, hay cincuenta años de distancia. Los mecanismos para enturbiar la realidad se han potenciado en ese lapso y los medios de comunicación se han convertido en la pieza principal de ese funcionamiento que busca convencer a la mayoría de la sociedad para que asuma actitudes (en aquel tiempo sacrificarse en la guerra, ahora sacrificar trabajo, salario y calidad de vida) que la perjudican.

El gobierno diseñó una estrategia de comunicación que busca demonizar, dividir y debilitar a cualquiera que pueda encausar el descontento que produce su política económica y la represión. La Casa Blanca usaba el discurso patriótico y anticomunista para justificar las invasiones y las guerras. Cambiemos manipula medios y funcionarios judiciales con un discurso anticorrupción para destruir al kirchnerismo y desarmar al peronismo, los únicos que pueden amenazar la sustentabilidad de su proyecto. Esa estrategia incluye el debilitamiento del movimiento sindical. La negociación de esta semana fue un ejemplo de la forma en que algunas actitudes terminan facilitando ese objetivo lo cual es celebrado por los medios oficialistas.

El titular principal de La Nación del jueves fue “El gobierno desactivó el paro con un bono y una exención en Ganancias”. Cada concepto y el orden en que se colocan cumple una función. Lo primero y relevante para destacar por el diario conservador es el protagonista principal: “el Gobierno”. Lo segundo, la hazaña que logró: “desactivó el paro”, y lo tercero, que lo hizo en esa visión editorial con vidrios de colores: “un bono y una exención en Ganancias”. Es discutible lo de vidrios de colores, pero lo real es que fue por debajo de las expectativas. El regocijo de La Nación tiene un sentido profundo: Está ofreciendo a la sociedad un ejemplo de cómo un gobierno de CEO –patronales acostumbradas a negociar con sindicalistas– ganó una negociación sin conceder casi nada.

No fue el mejor momento para una CGT vulnerable por una unificación reciente, volátil y hasta ahora, poco ejecutiva. Y la cobertura en general que se le dio a la negociación, más allá de ese titular puntual, muestra que el triunvirato cegetista se la dejó picando en el área a Macri. Esa actitud es usada por el gobierno para insistir con que la economía no está mal, que la gente está bien y que las quejas se focalizan en el resentimiento kirchnerista. Según ellos, la inmensa mayoría de la sociedad respalda a este gobierno que tiene el récord histórico de endeudamiento, destrucción de PYMES y caída de empleo y salario en tan poco tiempo. Todavía no está dicha la última palabra. Las dos CTA se están poniendo de acuerdo. En la CGT, los sectores más combativos y Pablo Moyano reclaman el paro pero es justamente el padre Hugo el que lo frena.

¿Cuánto tiempo tiene que mirar hacia arriba un hombre hasta que pueda ver el cielo? pregunta Dylan. El cielo está ahí, la estafa también. La única explicación para que no lo vea es que las capas medias y los trabajadores en blanco hicieron un colchón que les permite aguantar un tiempo. Ese colchón no lo hicieron con el menemismo ni con la alianza, sino durante los doce años de gobiernos kirchneristas.

Es la gran paradoja. Muchos de ellos votaron contra la fuerza política que les permitió reunir esa diferencia y a favor de una fuerza que busca francamente destruirla. Más aún, esa diferencia que ganó con el kirchnerismo es la que le está dando aire ahora para sostener las políticas macristas de ajuste y achicamiento. Para que se produzca ese desajuste hubo un triunfo comunicacional de la derecha, como lo reconoció Cristina Kirchner el miércoles cuando dos universidades del conurbano le otorgaron el título de doctor honoris causa.

Los montos que involucran las acusaciones que pesan contra Macri por las diez offshore no declaradas en las que figura en el directorio y la relación con su supuesta ex empresa que dirige su primo Calcaterra superan años luz a cualquier acusación que se le haya hecho a Cristina Kirchner. Pero los medios oficialistas, o sea la mayoría, hablan de “la chorra” aunque todavía no han podido probar nada en ninguna de las numerosas causas que le abrieron. En ese implícito de que todo el mundo da por chorra a la ex presidenta desafina que en cada presentación pública ella convoque miles de personas y también desafina que dos universidades le otorguen esa distinción.

No por casualidad, el domingo previo, La Nación publicó un editorial sobre la corrupción de las universidades del conurbano. Que quede claro. Eso también es corrupción. La mayoría de los estudiantes de esas universidades son miembros de familias de trabajadores que por primera vez alguno de ellos accede a un estudio universitario.

Allí también hubo votos para el macrismo, que ahora las quiere desfinanciar. Cristina Kirchner se refirió a ese punto. Lo real es que el sistema de medios está armado con ese objetivo desde antes de los gobiernos kirchneristas. Es prácticamente imposible la existencia de medios que no asuman una línea editorial corporativa. En otros países pocas veces coinciden los temas principales en los medios. En Argentina la homogeneidad es aplastante. Esa coincidencia que aparece como mérito periodístico para detectar la noticia, en realidad es la asfixia corporativa que impone una sola agenda oficialista. Al grupo que ocupa una situación dominante en un mercado que además actúa en forma corporativa, ahora se suma el sistema de medios públicos donde fueron desplazados o perseguidos y difamados miserablemente buena parte de los periodistas que no coincidían con este gobierno.

El bombardeo sistemático de esa única y poderosa artillería mediática desequilibra cualquier democracia. No existe ninguna posibilidad de construcción democrática en un país que no garantiza la diversidad de voces. El macrismo anunció que respetaría las tendencias del mercado para la distribución de pauta, como si el estado fuera una empresa, lo cual consolida el proceso de concentración y homogeneización. El gobierno kirchnerista no pudo aplicar la ley antimonopólica en el sistema de medios. Desmonopolizar y hacer sustentable la diversidad de voces en el ámbito de los medios constituye un desafío estructural para las democracias jóvenes que, como en todo Latinoamérica, surgen tras décadas de regímenes militares que han dejado resabios culturales soterrados que aceptan y naturalizan, o incluso requieren, estar regimentadas de una u otra manera, ya sea por una dictadura o por la imposición tranquilizadora de un discurso único.

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