En un contexto de crecientes tensiones con los países occidentales y de nuevas sanciones europeas contra su aliado sirio, Rusia negó su participación en los bombardeos aéreos contra una escuela de la provincia de Idleb, en manos de los rebeldes, que acabaron con la vida de 22 niños, 6 docentes y otras 7 personas. La portavoz del ministerio ruso de Relaciones Exteriores, Maria Zajarova, calificó las versiones de la presunta participación de su país en la masacre como "una mentira".

Si bien la fuerza aérea rusa interviene desde el 30 de septiembre de 2015 en Siria, en apoyo del presidente Bashar Al Asad, Moscú asegura que sólo bombardea "objetivos terroristas".

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, por su parte, exigió una "investigación inmediata" del bombardeo, que podría constituir "un crimen de guerra".

"¿Quién es responsable? En cualquier caso no es la oposición porque para bombardear se necesitan aviones. O son los sirios - el régimen de Bashar al Asad - o los rusos", advirtió, a su turno, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Jean-Marc Ayrault.

"Aquí, sólo hay civiles, no hay ninguna sede militar de grupos rebeldes", aseguró a la agencia AFP un testigo de la tragedia en la escuela, Hufez, un habitante de 35 años que participó en las operaciones de rescate en la localidad de Hass.

La provincia de Idlib es un bastión de Jaish al Fatah (Ejército de conquista), una coalición de rebeldes islamistas y yihadistas de Fateh al Sham, ex Frente Al Nusra, que cortó lazos con Al Qaida.

"Es una tragedia, un escándalo y si este ataque fue deliberado, es un crimen de guerra", denunció el director general de Unicef, Anthony Lake.