Viernes, 30 de mayo de 2008 | Hoy
UNIVERSIDAD › ENTREVISTA CON EL ESPECIALISTA EN EDUCACION SUPERIOR ANGEL DIAZ BARRIGA
El investigador mexicano señala que las universidades de América latina deberían revisar la manera en que han utilizado su autonomía y advierte que la formación de los estudiantes debe estar ligada a la problemática social.
Por Julián Bruschtein
“En Latinoamérica, las universidades no han sabido construir la autonomía que reclama en este momento la sociedad.” La afirmación, a modo de autocrítica, la hizo el mexicano Angel Díaz Barriga, investigador y especialista en educación superior, que pasó esta semana por Buenos Aires, invitado por la UBA y el gremio docente Aduba-Fedun.
–Usted plantea que las universidades de Latinoamérica tendrían que buscar una identidad en común. ¿Cuáles serían las características de esa identidad?
–La realidad latinoamericana es muy diferente a la del resto del mundo. La educación en América latina necesariamente se vincula con problemas sociales, no se puede hacer a un lado la problemática social porque emerge por todos lados. Por eso, cuando se plantea la identidad de la educación superior, tenemos que reconocer que los estudiantes tienen otras características y otras necesidades. Y reconocer además que la formación que les estamos dando tiene que darse frente a una realidad nacional que no se puede abstraer. En general, los estudiantes son de medio tiempo porque tienen que trabajar, invierten mucho dinero en su traslado, tienen muchas dificultades para el acceso a la bibliografía, que hoy es muy cara. Aquí hay una característica: mientras que en Estados Unidos se escandalizan si quieres fotocopiar un libro, en Latinoamérica si no fotocopias el texto, el estudiante no tiene acceso a la información.
–¿La autonomía también es un rasgo del sistema de educación superior de América latina?
–He llegado a la conclusión de que el tema autonomía es un tema latinoamericano, porque sin dudas no es un tema que preocupe mucho a las universidades norteamericanas y europeas. De esta conclusión surge también que en Latinoamérica las universidades no han sabido construir la autonomía que reclama en este momento la sociedad. Uno podría entender el concepto de autonomía cuando la universidad se siente atacada o se siente desprotegida, vulnerada por la autoridad gubernamental. Desde las universidades no hemos sabido construir un concepto de autonomía en términos de ver sobre qué país se está apostando, sobre qué desarrollo de país estamos proyectando una formación de cuadros profesionales en áreas de conocimiento que nosotros sabemos que se necesita fortalecer. Por ejemplo, hay que buscar nuevas formas de energía, porque es indudable que por la crisis petrolera mundial la humanidad va a estar en un serio problema energético en 15 años. ¿Cuáles son las formas de energía alternativa o de energía renovable que tiene la Argentina en este momento? ¿Cómo la universidad puede empezar a formar –y debe empezar a formar– ingenieros, químicos, físicos, que estén trabajando sobre ese problema?
–Existe un debate sobre la autonomía en el que se plantea que aísla a las universidades...
–Es verdad que se utiliza defensivamente y no proactivamente. Ahí creo que debemos hacer una autocrítica todas la instituciones latinoamericanas porque finalmente le estamos exigiendo al Estado, y en el fondo le estamos exigiendo a la sociedad, que de los impuestos salgan los recursos para que la universidad funcione. Pero nada más nos arreglamos diciendo: “Sociedad, confía en que te estamos formando buenos profesionales”. O: “Sociedad, confía en que estoy haciendo buen uso de los recursos”. Esto es bueno e importante, pero también es insuficiente. Necesariamente hay que pasar a una fase proactiva.
–¿Hace falta una devolución mayor a la sociedad por parte de las universidades?
–Muchas veces los programas de calidad académica en las universidades no son tantos como se declama y se toca en forma tangencial el compromiso social que deben tener las universidades. El compromiso social debe incorporarse como debate en la región, ya que ese compromiso también significa una formación académica rigurosa. Pero también hay que formar en los estudiantes la idea de que adquieren un compromiso y una responsabilidad social.
–¿Qué cambios persisten de las sugerencias que los organismos financieros como el Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) plantearon en los sistemas de educación superior?
–Bueno, aquí también toca el tema de la responsabilidad social, porque los que estamos perdiendo responsabilidad ante la sociedad somos nosotros, los académicos, y eso tenemos que decirlo. Porque yo no puedo decir que el Banco Mundial es una blanca paloma, pero es que el BM solamente dio ideas, y fueron nuestros colegas los que fueron dándoles cuerpo a esas ideas. No hay que achacar todas las culpas de esta situación al neoliberalismo de los ’90.
–En el Congreso Regional de Educación Superior, que se realizará en Colombia la semana que viene, se intentará cerrar una posición en contra del pronunciamiento de la OMC, que calificó a la educación como un “bien transable”...
–No sé si se logrará parar esta idea. Primero, porque implicaría que los países desarrollados aceptaran que este pronunciamiento es realmente un peligro para ellos, y yo no veo que esto suceda. Pero sí estoy seguro de que el tema de ver la educación como un bien transable va a unir a América latina, porque estamos frente a un fenómeno de invasión.
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