Viernes, 3 de marzo de 2006 | Hoy
Los decanos de Sociales, Filosofía, Exactas y Arquitectura proponen abrir un debate para construir un proyecto común de universidad.
Por Javier Lorca
Superar “la universidad de la nostalgia” y “refundar la UBA” a partir de un debate institucional en el que participen docentes, alumnos, graduados y no docentes. Con esas ideas como nudo, cuatro decanos electos para el período 2006-2010 presentan, en diálogo con Página/12, su programa frente a la asamblea universitaria que el próximo 4 de abril designará al futuro rector de la Universidad de Buenos Aires. Son Jorge Aliaga (Ciencias Exactas), Federico Schuster (Ciencias Sociales), Jaime Sorín (Arquitectura) y Hugo Trinchero (Filosofía y Letras), referentes del bloque progresista de profesores, encarnado en la lista Transformación Universitaria.
–¿Qué los reúne frente al proceso de renovación de autoridades?
Federico Schuster: –La convicción de que la universidad viene postergando una transformación de base. La universidad de hoy no se corresponde con los estatutos que la gobiernan, es una universidad mucho más grande, muy masiva. Hay que repensar la UBA y, para eso, hay que hacer una amplia convocatoria democrática a todos los sectores y generar mecanismos de debate institucionalizado que permitan producir un cambio importante. Nos une una profunda convicción de recuperación de la UBA como espacio público y crítico de producción y transmisión del conocimiento, frente a una tendencia mercantilizadora que vemos en el conjunto de las universidades.
–¿Qué lectura hacen del escenario político planteado en la UBA?
Hugo Trinchero: –En principio nos parece que se han discutido más candidaturas que proyectos sobre qué universidad queremos. La cuestión es cómo pensar la universidad de cara a las problemáticas sociales concretas del país. Pese a una historia reciente donde la democratización dio pasos importantes, la UBA ha estado de espaldas a las demandas populares. Y tampoco ha habido un acompañamiento de los gobiernos en lo presupuestario para que la universidad pública cumpla su cometido. Hay que poner al servicio de los intereses nacionales y populares la enorme capacidad científico-tecnológica de la UBA.
–Llama la atención que, en lo discursivo, no parece haber grandes diferencias entre los candidatos que se postulan al rectorado.
Jaime Sorín: –Lo que no hay es debate. Si no se discute y se consulta con los claustros y los gremios, se repiten las viejas prácticas de la universidad.
H. T.: –Todos estamos de acuerdo con la excelencia académica o la producción de conocimiento, pero a la hora de lo concreto no se debate cómo llevar eso a la práctica. En nuestro país hubo movimientos sociales que desterraron esas formas de gobernabilidad. Se interpreta el conflicto como una patología a desterrar cuando, en realidad, tiene que ver con demandas no atendidas. No se generan canales de diálogo, como la asamblea o un foro, para producir proyectos concretos y conjuntos, porque nadie tiene toda la verdad.
Jorge Aliaga: –Hay un problema complejo. La universidad tiene una manera de organizarse basada en la autonomía, dicta sus propias normas. Hay una tendencia a decir que algo se hace para el bien del país, cuando muchas veces es para el bien de un sector de la universidad. La UBA debe ser capaz de tomar decisiones que puedan perjudicarla en parte o en su totalidad, si se considera que es lo mejor para el país.
–¿Cuáles son sus propuestas prioritarias?
F. S.: –Debe haber una convocatoria regular, establecida, a la asamblea, para que ella debata las grandes cuestiones de la universidad, su proyecto, su estatuto. La próxima asamblea debería garantizar el llamado en un plazo perentorio a una asamblea abierta. Esto no se cumplió hace cuatro años y, en lugar de evitar conflictos, lo que hizo fue impedir discusiones. En general, las autoridades universitarias y el Consejo Superior deben estar más cerca de los consejos de las facultades que, a suvez, deben ser poleas de transmisión hacia los espacios donde se da la vida académica concreta y cotidiana. Hoy la distancia es inmensa. Hay que crear mecanismos de intercambio para unificar a la universidad en un proyecto común.
H. T.: –Con el argumento de evitar “una federación de facultades”, se terminó en una política muy centralista, donde muchas decisiones de los consejos directivos no fueron tomadas en cuenta.
J. A.: –También hay un problema de transparencia. El CS debe estar por encima de las facultades para intervenir si hay que evitar desviaciones por intereses particulares. Pero si lo hace, debe quedar muy transparente cuáles son las razones.
–¿Hay que reformar las estructuras de cogobierno?
J. S.: –Hay que revisar cómo están compuestos los órganos de gobierno. Falta un sector, los llamados “no docentes”. Seguimos trabajando con formas organizativas que no se corresponden con el desarrollo actual de la universidad.
F. S.: –De algún modo vivimos la universidad de la nostalgia. Queremos volver a una universidad que fue muy buena e importante, pero en realidad hay que pensar cómo construimos una universidad mejor en las condiciones actuales. Y la única manera es abriendo el debate.
H. T.: –Con ese prejuicio de volver a la universidad perdida, no se piensa en la universidad masiva de hoy. El crecimiento de la matrícula ha sido espectacular. La concepción anterior de la universidad, que en aquel contexto funcionaba, hoy no nos permite encarar esta problemática. Hay que pensar un proyecto de universidad masiva, pública, gratuita y cogobernada, y no en cómo revertir eso.
J. S.: –¿Por qué no pensar qué puede aportar al país que la universidad sea tan masiva? ¿O cuáles son los niveles de excelencia que puede aportar semejante cantidad de alumnos? Un tema central es discutir cuáles son y cómo se consiguen los niveles de excelencia que el país necesita. Para eso no se puede seguir pensando en una universidad más chica y cerrada, como la de los ’60.
F. S.: –Nuestra universidad fue atacada en el ’66, con la Noche de los Bastones Largos; luego tuvo un breve interregno democrático que no alcanza a consolidarse, nuevamente es intervenida y es víctima de una represión sangrienta... De la democracia para acá hemos recuperado a la universidad, pero no la hemos refundado. En el medio van 16 años de un gobierno orientado con un interés particular, partidizado, con lo cual tenemos una universidad que está tratando de nacer de nuevo.
J. A.: –Tiene que darse un resurgimiento de cara a la sociedad. La universidad no es de quienes estamos en ella, sino del pueblo, de toda la sociedad.
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