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Una huida hacia adelante, con el arte del genial John Cassavetes
La edición de “Maridos” permite disfrutar de un film emblemático, que ratifica al cineasta como un nombre esencial del cine moderno.
Por Horacio Bernades
Hace exactamente un año salieron en video dos películas capitales de John Cassavetes, nombre esencial del cine moderno. Se trataba de su opera prima, Shadows (1959) –que el sello Epoca editó con el título de Sombras– y Faces (1968), que la misma firma lanzó como Rostros. Poco más tarde comenzaron a circular, de modo casi semiclandestino, ediciones de The Killing of a Chinese Bookie (1976/78) y Opening Night (1978), y ahora Epoca vuelve a la carga nada menos que con Maridos, que Cassavetes estrenó en 1970 y es, sin duda, uno de sus films quintaesenciales. Teniendo en cuenta que la obra del realizador fallecido en 1989 siempre se conoció en la Argentina de modo irregular, discontinuo e incompleto, esta seguidilla del video es sin duda un acontecimiento de primera agua. Sobre todo, considerando que las que se editan son copias completas de películas que no sólo aquí sino en el resto del mundo solieron ser salvajemente mutiladas.
Cassavetes encaró el rodaje de Maridos (Husbands) poco después de estrenar Faces, que había resultado un módico pero considerable éxito de público. Contando con importantes capitales italianos, el cineasta se reunió con Ben Gazzara (bastante popular por esos días, gracias a la televisión) y Peter Falk, justo antes de “Columbo”. Les propuso participar de una película que, como de costumbre tratándose de Cassavetes, consistía más en el deseo de filmarla que en una historia escrita y acabada. Que sus películas siempre tuvieron mucho de creación colectiva es algo que puede percibirse en su propia dinámica, y esto resulta particularmente visible en el caso de Maridos, una película que, tal vez como ninguna otra, no es otra cosa que lo que en ella va ocurriendo. Lo que ocurre no puede hallarse pautado en ningún libro de guión.
Si alguna vez se dijo que lo que filmaba Cassavetes era el devenir –de allí que prácticamente todas sus películas empiecen y terminen en medio de una acción, transmitiendo la sensación de que lo que ocurre es parte de un continuo que excede a la película misma–, Maridos es tal vez, junto con Faces, el film del autor donde esto se hace más evidente. Hay un desencadenante de lo que sucede: la muerte de uno de los integrantes de un cuarteto de amigos inseparables. Como de costumbre en Cassavetes, esa muerte es comunicada del modo más abrupto, zambulléndose directamente en el momento mismo del entierro. De allí en más, lo que hace Maridos es seguir a los tres sobrevivientes del grupo (Harry, Archie y Gus, respectivamente encarnados por Gazzara, Falk y el propio John C.) a lo largo de unos pocos días y a través de grandes y escasos bloques dramáticos, que pueden extenderse durante quince minutos o media hora, y que a veces consisten en una única y larguísima escena.
Aunque a primera vista no lo parezca, el método Cassavetes respeta las clásicas unidades aristotélicas de introducción, nudo y desenlace (no tanto la conclusión, que sí se daría de bruces con la idea de “obra abierta”, esencial a su credo). Pero esos momentos no se perciben jamás como previstos sino que parecerían surgir naturalmente de la acción misma. “Acción” es la palabra clave en Cassavetes, uno de los cineastas más físicos que se conocen. Harry, Archie y Gus se la pasan actuando, aunque lo que hagan no es lo que Hollywood entiende por acción: juegan como chicos, se emborrachan, se descomponen en el baño, organizan un concurso de canto entre los parroquianos de un bar.El resultado es un continuo signado por la discontinuidad, ya que los lazos entre bloque y bloque han sido drásticamente eliminados.
Viendo Maridos, daría la sensación de que ni los propios actores saben qué va a pasar en cada escena, como también parecerían ignorar todo eltiempo qué es lo que quieren o se proponen. La sensación es de imprevisto total, y de total incerteza. Nada se resuelve en un sentido u otro, cada acción es como un abroquelamiento de emociones: una pareja lucha cuerpo a cuerpo al tiempo que se hace el amor; los amigos siguen bebiendo después de haber vomitado hasta los pulmones; un hombre rechaza violentamente a su compañera circunstancial en el preciso momento en que ésta se le entrega, tras una larga y torpe seducción. Inestables, insatisfechos, incoherentes e irresponsables, como chicos: así son Harry, Archie y Gus, héroes cassaveteanos por excelencia, huyendo hacia adelante sin cesar. Lo siguen haciendo cuando la película termina, con un último corte abrupto, dejándolos para siempre en medio de una fuga sin fin.