VIDEOS › IMAGINANDO ARGENTINA
La tragedia en clave esotérica
El film de Christopher Hampton ubica a los desaparecidos en un contexto absurdo.
Por Horacio Bernades
El thriller político es un género delicado. En tanto tiende a fusionar dos campos que no siempre se llevan bien (la política y el espectáculo) exige altas dosis de tacto, sensatez y sensibilidad. Sobre todo, cuando las circunstancias reales sobre las que trabaja son trágicas por definición e involucran a un pueblo entero. Filmada en nuestro país por un equipo multinacional y presentada sin mucha fortuna en la edición 2003 del Festival de Venecia, Imagining Argentina intenta narrar la tragedia desencadenada por el último golpe militar –con su signo de muerte, desapariciones en masa y sangrienta interrupción de un largo ciclo de luchas populares–, apelando a tópicos dignos del canal Infinito, como pueden ser la precognición y la videncia. Jamás estrenada en cines locales (tampoco llegó a las salas estadounidenses), en días más el sello AVH la estará lanzando directamente en video, con el título Imaginando Argentina.
Protagonizada por Emma Thompson y un Antonio Banderas que vuelve a hacer de argentino (luego de ser el Che en Evita), en el elenco de Imaginando Argentina aparecen también el panameño Rubén Blades y la legendaria Claire Bloom, que alguna vez fue pareja de Chaplin, en el cine y en la vida. La película está basada en un best seller (premiado, según dicen) de Lawrence Thornton, y la escribió y dirigió el británico Christopher Hampton, que alguna vez supo jugar en primera, con Carrington y el guión de Relaciones peligrosas. La referencia a Evita viene a cuento, ya que aquí como allí, si algo deberá imaginar el espectador, es que esos actores de distintas procedencias que hablan en inglés (en algunos casos pronunciando el idioma de David Beckham y Martin Amis de manera tan improbable como sólo Antonio Banderas sabe hacerlo) son argentinos de pura cepa. Primer obstáculo serio para la credibilidad, pero ni con mucho el mayor: ya habrá alguna alusión a “las pampas” y, peor aún, cierta partida de extemporáneos gauchos justicieros –que se baten a tiro limpio contra los miembros de un grupo de tareas– para hacerle entender al espectador frente a qué clase de película se halla.
Pero el tema es serio, claro. Muy serio. Emma Thompson es Cecilia, una periodista que, a poco del golpe del ’76, es secuestrada por un grupo de tareas, por haber tenido la osadía de denunciar La Noche de los Lápices. Tras la desaparición, su marido, el director de teatro infantil Carlos Rueda (Banderas, con barba y cara de preocupado), recorrerá infructuosamente ministerios, despachos oficiales y hasta la mismísima ESMA, en busca de alguna pista. Hasta que se convenza de que no es precisamente allí donde alguien puede llegar a orientarlo en su búsqueda. Tras participar del episodio de la Iglesia de Santa Cruz (donde un grupo de tareas de la Armada secuestró a las hermanas Alice Domon y Léonie Duquet, según la película a bordo de seis Falcon, todos ellos prolijamente verdes) y luego de sufrir algunos extraños episodios psíquicos, Carlos comprenderá que goza del don de la clarividencia. Este se le presenta cada vez que alguien le apoya la mano y le cuenta sobre el secuestro de un ser querido.
Es así que Carlos instalará, en el patio de su casa, una especie de consultorio parapsicológico para familiares de secuestrados por la dictadura, al que llama “El Jardín”. En ese momento, el espectador posiblemente dude entre tomarse todo a la chacota u ofenderse seriamente, con esta cruza de Tu Sam con La historia oficial. Pero todavía falta el viaje de Carlos a “las pampas”, guiado por sus visiones de lechuzas y cigüeñas rosadas (también aparece un tucán, ave típicamente pampeana). Toda esta fauna terminará conduciéndolo hasta un campo de concentración, en el que un émulo de Alfredo Astiz viola y tortura no sólo a Cecilia, sino también a su hija adolescente.
En ese punto –y también cuando súbitamente Banderas se consigue un rifle con mira telescópica y está a punto de asesinar a un alto jerarca de la dictadura– lo risible se hace siniestro. El reino de las pretensiones mitológicas no parece el mejor modo de rescatar la película de ese oscuro pantano. Sin embargo, la obra que terminan representando Carlos y elenco no será otra que Orfeo y Eurídice, una más que obvia referencia al pretendido descenso a los infiernos de ambos protagonistas. Como era de esperar, el tema de cierre (¡cantado por el propio Banderas!) no es otro que María María, de Chico Buarque. Que, como todo el mundo sabe, nació en Río de Janeiro, capital de Argentina.