Jueves, 7 de agosto de 2008 | Hoy
Extraños festejos en donde no puedo abrazar a quienes más quisiera. Sergio González Baldovín, sus ojos gigantes y límpidos cegados en La Perla. Y Menéndez que aún mira. Sergio, secuestrado del servicio militar sospechoso por su madre militante y poeta, Glauce Baldovín, que no resistió tanto dolor y murió hace años. Y Menéndez que aún respira. Son miles los amores que duelen. Pero sus ausencias hoy dejan de serlo por un rato en cada risa, en cada llanto, en cada puño en alto, en cada ¡viva la perpetua y la cárcel común para el asesino! Glauce escribió: “No es necesario envenenar el agua, cortarse las venas, ahorcarse. El recuerdo de lo que quisimos ser, el acto heroico ante el cual retrocedimos, la muralla que no derrumbamos, la fortaleza que no construimos, el fuego que dejamos apagar son suficientes”.
Al rescoldo de sus brasas hoy festejamos a pesar de todo.
Martina Miravalles
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