Miércoles, 24 de octubre de 2007 | Hoy
Siento el deber de compartir la preocupación por las declaraciones de la persona señalada por Mauricio Macri como posible ministro de Cultura de su gobierno. El señor Rodríguez Felder avanza sobre una idea que parece estar en el centro de sus preocupaciones: la presencia y visibilidad del arte contemporáneo en los espacios de exhibición de la ciudad, y en particular en el Centro Cultural Recoleta. En nombre de una supuesta defensa de la “diversidad”, opina que el arte conceptual es una estafa estimulada por la dinámica del capitalismo y se manifiesta a favor de un arte trabajosamente elaborado por artistas como... su esposa. Una artista cuya obra, no está de más recordarlo, maneja una de las galerías más exitosas en materia de ventas en el mercado. ¿Por qué Recoleta? Porque ese espacio está instalado en un lugar central en el interés del público y en la escena artística de la ciudad. Hay pocos lugares más visitados por el público local y el turismo. Tiene un promedio de 1.300.000 visitantes por año. Y esto no responde sólo a su ubicación geográfica. Se fue construyendo con el tiempo un ámbito en el que, justamente, prima la diversidad. Artistas jóvenes y consagrados, pintura y escultura, videoarte, instalaciones conceptuales y fotografía, historieta, dibujo y grabado alternan en salas de mayor y menor envergadura. Tras el reclamo de “diversidad” puede verse con claridad un proyecto personal orientado por las preferencias estéticas del entrevistado. Sin entrar a discutir dichas preferencias, simplemente quiero llamar la atención sobre la falacia de su argumento. Desde la recuperación de la democracia hay espacio para la diversidad en Buenos Aires. Surgieron y siguen surgiendo espacios que ensayan apuestas diferentes. Tal vez Rodríguez Felder debería preguntarse por qué algunas crecen, se multiplican y se instalan en la preferencia del público y otras no, antes de pronunciarse tan enfáticamente contra un estado de cosas en materia de arte que no depende de la voluntad de los funcionarios de turno. No son los funcionarios los que deciden los rumbos de las tendencias artísticas y todo intento de torcerlos desde un lugar de poder político está condenado a terminar en el más patético de los fracasos.
Laura Malosetti Costa
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