Miércoles, 16 de agosto de 2006 | Hoy
CIENCIA › ANDRES FOLGUERA, GEOLOGO
Columna vertebral del continente, la Cordillera de los Andes tiene una historia movida, con cordones montañosos de lo más variados según las latitudes, que ascendieron y colapsaron con el tiempo.
Por Federico Kukso
Si hay una figura más o menos análoga con la que emparentar a los geólogos y geólogas del mundo, ésa sin dudas sería la figura siempre fecunda y atrapante del historiador. La asociación cae de madura: en vez de orientar su mirada hacia un futuro inexistente, sus hipótesis, sus sueños, sus digresiones se mueven en las corrientes fluctuantes del pasado. Pero a diferencia del historiador que bucea la mayoría de las veces a través de décadas y siglos, estos científicos se internan en hechos que abarcan las verdaderos lapsos temporales en los que corre el universo: millones de años. Adoradores de rocas, sedimentos, accidentes en el terreno, los geólogos son los biógrafos oficiales de la Tierra. Hay quienes analizan con devoción los terremotos, los que investigan los procesos glaciarios y recursos naturales, aquellos que estudian las catorce placas principales en las que se divide la superficie terrestre, y los que, como el geólogo Andrés Folguera (investigador asistente del Conicet y miembro del Laboratorio de Tectónica Andina del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA), se asombran a diario ante la imponente majestuosidad escénica de la columna vertebral del continente americano: la Cordillera de los Andes.
–Empecemos con una pregunta fácil: ¿qué investiga?
–Digamos que el tema de investigación general del laboratorio es la evolución de los Andes argentinos-chilenos que están al sur de Jujuy. Una vez por año voy al campo, hago una campaña importante de entre 20 días y un mes. Actualmente estoy trabajando en la geología del norte de Neuquén y del sur de Mendoza.
–¿Y cómo trabajan?
–La modalidad es muy sencilla. Uno va al campo, reconoce la geología, estudia cómo se levantaron los diferentes cordones montañosos, de qué edad son las rocas que los componen, y después, en función de la elaboración de un mapa geológico, uno trata de proponer un cuadro de evolución del área: qué cordones montañosos se levantaron primero, cuáles después, cuáles se derrumbaron, por qué y cómo se levantaron.
–Suena como elaborar una biografía de las montañas.
–Sí. Primero se reconoce la edad. Hay dos formas: las rocas que son sedimentarias, o sea, que son rocas formadas a partir de la depositación de sedimentos de ríos, glaciares, vientos, en general “entrampan” restos de organismos que vivieron durante la depositación de esos sedimentos. Por ejemplo, viejos fondos de mares donde había determinados organismos que ya no existen. Como está muy bien catalogada la evolución de la vida a lo largo de millones de años, estos fósiles actuarían como indicadores de edad, secuencias de 600 millones de años, por ejemplo.
–¿Y se sabe mucho o poco de la historia de los Andes?
–A ver. Los Andes son muy grandes y la política de relevamiento geológico en la Argentina no fue continua. Todavía hay muchos lugares que son bastante vírgenes.
–¿Y qué sí saben?
–Que se formaron por un proceso según el cual el fondo oceánico adyacente penetró por debajo del continente sudamericano. Es la cadena activa más importante relacionada con ese proceso en todo el mundo.
–Me dijo recién que había dos formas de saber la edad de las rocas.
–Sí. No todos los tipos de rocas se relacionan con la acumulación de sedimentos. Hay rocas que son originadas por fenómenos volcánicos, por ejemplo. Y se miden por un método equivalente al del carbono 14, pero con períodos de resolución mucho más amplios; por ejemplo, pueden marcar períodos de 30, 600, 700 o mil millones de años.
–Antes de que prendiera el grabador me comentó que usted trabaja en tectónica. Explíqueme eso.
–La tectónica, o sea, la disciplina que estudia la evolución de los sistemas montañosos, es el nuevo paradigma de la geología. Desde hace 30 años es una forma unificadora de visualizar un montón de fenómenos que se estudiaban por separado.
–A esta altura de su carrera, ¿qué le impresiona de los Andes?
–A pesar de haber trabajado muchos años, cuando uno va ahí se sigue sorprendiendo de las variaciones que va encontrando. Las modalidades de levantamiento de los Andes son muy variables a lo largo de la latitud. Los Andes de Jujuy no tienen nada que ver con los Andes de San Juan. Pasaron cosas muy diferentes. Por ejemplo, los Andes de Neuquén sufrieron una fase de colapso muy importante: se levantaron hasta un determinado punto crítico y después se derrumbaron.
–Está hablando en términos de millones de años.
–Por supuesto. Ahora hay toda una batería nueva de mediciones GPS, el mismo método que se usa en navegación. Son muy sensibles y miden el movimiento continental como si fuera una balsa. Ahora se habla de movimientos de milímetros por año.
–¿Y cuál es la tendencia de este movimiento?
–Hablando en términos generales, Buenos Aires se acerca a Santiago de Chile. Eso se debe a que Sudamérica como bloque se mueve hacia el Oeste 2 centímetros por año. Y también se debe a que el fondo del océano Pacífico, que es adyacente con la costa chilena, se mete 6,8 centímetros por año abajo de Sudamérica y aprieta y deforma los Andes, acercando las ciudades chilenas a las argentinas.
–Todo lo que me dice rompe con la idea anquilosada en el sentido común de que la Tierra es firme.
–Eso en verdad está superado hace muchos años.
–Mmmm... no sé si es tan así. ¿La persistencia de esta idea no tiene que ver con que en Sudamérica no hay una actividad geológica tan importante como en otras partes del mundo?
–¿Cómo que no? Tenemos los terremotos más lindos de América.
–¿Más lindos?
–Sí, son lindos. El terremoto más grande de la Tierra desde que hay medición es el terremoto de Valdivia, de 1960. Otros terremotos famosos destruyeron las ciudades de San Juan y Mendoza.
–¿Es verdad eso que se repite tanto, de que se conoce más del corazón de una estrella que del propio centro terrestre?
–Y... algo hay de verdad en esa afirmación. Tiene que ver también con modas. Hoy en día hay una información espectacular sobre el planeta. Por ejemplo, las tomografías que se usan para detectar un bebé a nivel materno se utilizan también a nivel terrestre.
–¿Cuáles son las incertidumbres de la geología?
–Todavía está en cierto nivel de discusión cuál es el verdadero origen del movimiento de las placas. Estas placas son secciones de la Tierra que tienen un espesor variable de entre 100 y 150 kilómetros. Y se mueven sobre un pequeño “patín” de material fundido.
–¿Qué otras cosas se discuten?
–Por ejemplo, los patrones de circulación de la roca dentro del manto. Casi toda la Tierra es sólida, salvo una pequeña del núcleo externo por debajo de los 2950 kilómetros es fundido.
–¿Hasta qué kilómetro se tiene certezas de lo que pasa debajo nuestro?
–Los pozos más profundos en el planeta los hicieron los rusos y llegaron a 12 kilómetros. Gracias a la velocidad de las ondas sísmicas, se sabe que el núcleo es de una aleación metálica. Su parte externa es líquida y es el único componente, además de los océanos, líquido de la Tierra. La parte interna es sólida.
–¿Quiere decir algo más?
–Mmm... bueno. Que en la facultad tenemos un número muy reducido de estudiantes. Lo curioso es que entran más o menos 30 personas por año y es una disciplina que tiene desocupación cero. Los geólogos se pueden dedicar a la industria del petróleo, a la industria de la minería, a la consultoría de problemas ambientales, pueden trabajar en órganos gubernamentales o en la universidad. Hay mucho por hacer.
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