Viernes, 3 de marzo de 2006 | Hoy
CONTRATAPA › CARTAS
Le escribo en nombre de mi madre, Nélida Adornetto, acerca de la situación en la que ella se encuentra a raíz del giro que están tomando las deudas hipotecarias refinanciadas por el fondo fiduciario establecido por el Estado en el Banco Nación para poder saldar esas deudas. En nuestro caso, y en el de un porcentaje mayoritario (en la sucursal Escobar del Banco Nación suman 34 rechazos por parte de los acreedores sobre 35 hipotecas realizadas), el acreedor ha rechazado lo dispuesto por las leyes de emergencia económica y refinanciación de deudas hipotecarias y hace juicio pidiendo su inconstitucionalidad y el remate de nuestra vivienda, única, fruto de una vida de esfuerzo y trabajo. Más allá de que todos, cuando se presentan a reclamar ante la Justicia, se presentan a sí mismos como ovejitas víctimas de un lobo feroz, todos vivimos en la República Argentina, considerándonos víctimas de una situación terrible y devastadora, pero jamás asumiéndonos como causantes en algún aspecto. ¿Cuál es el objeto de pretender rematar la vivienda única de una anciana jubilada que jamás quiso dejar de honrar una deuda contraída, que cumplió con los requisitos exigidos por el banco para refinanciar su hipoteca y así entrar en una solución a una situación extrema? Los acreedores están haciendo leña del árbol caído, ya que si a alguien le hacen juicio, debería ser al Estado reclamando les ofrezca una renegociación de su acreencia en otras y mejores condiciones. Lamento no sólo cuando veo estas situaciones, pero también me pongo en el lugar del otro, cosa que evidentemente no piensan hacer mis contrincantes. ¿No es suficiente la lección que aprendimos en diciembre de 2001? ¿Vamos a seguir creyendo que lo que le suceda al de al lado no nos afecta?
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