Martes, 19 de junio de 2007 | Hoy
Por Andrea Ferrari
Sucede con llamativa frecuencia. Los que nos dedicamos a la literatura para chicos, solemos toparnos con comentarios de este tipo:
–Qué lindo librito. ¿Y después pensás escribir para adultos?
A mí la repetición de esa pregunta me sorprende. ¿Acaso a los arquitectos les preguntan si después piensan pintar cuadros? ¿O a los oculistas si en el futuro planean operar corazones? ¿Y a los diputados si buscan ser presidentes?
En el último caso, quizá sí. Y seguramente es así porque se considera que existe una carrera política en la que se va subiendo, hasta llegar a la cima más alta posible. A los ojos de mucha gente, la literatura infantil parece ser algo parecido: un escalón, una etapa intermedia en el camino hacia el punto más alto, que sería la literatura para adultos.
Todo esto viene a cuento por un título periodístico publicado días atrás. La nota del diario Clarín comentaba que muchos autores reconocidos por sus obras destinadas al público adulto publicaron recientemente libros infantiles. El título decía así: “Los escritores serios que se divierten con libros para chicos”. Hay que decir que las muy razonables opiniones expresadas en la nota iban en un sentido diametralmente opuesto. Pero lo que a mí me llamó la atención fue el título. Pensé que de ahí se desprenden rápidamente dos cosas:
1) Los escritores de libros infantiles no son serios.
2) Los escritores “serios” escriben para chicos cuando quieren “divertirse”.
O sea, el asunto parece ser así: si los escritores de libros infantiles publican un título para adultos, están avanzando hacia una meta superior; pero cuando los autores de libros para adultos sacan un texto infantil significa que sólo se están divirtiendo.
Teniendo pocos años en este campo, a mí la cosa no deja de asombrarme. Creo que como periodista siempre me tomaron más seriamente. Nunca nadie me planteó, por ejemplo, si en el futuro tenía pensando escribir editoriales o montar una emisora de radio. Al parecer, ser periodista es serio y es suficiente.
Tal vez la pregunta sea: ¿qué es ser serio? Supongo que es fácil de responder pero, en una (rara) muestra de seriedad, decidí buscar en el diccionario. Dice así:
1) Grave, sentado y compuesto en las acciones y en el modo de proceder.
2) Severo en el semblante, en el modo de mirar o hablar.
3) Grave, importante, de consideración.
(En verdad hay más acepciones, pero como no soy tan seria, omito algunas.)
O sea que es serio el que se dedica concienzudamente a una importante tarea y también aquel al que no se le cae una sonrisa ni por casualidad. El humor es, por definición, tremendamente poco serio.
Y pensándolo bien, creo que los que nos dedicamos a escribir para chicos podríamos reivindicar nuestra falta de seriedad. Al final, no la pasamos tan mal. Porque parece que los escritores de literatura adulta se rompen la crisma toda la vida para producir sus obras y sólo cuando tienen un rato, y quieren divertirse, se mandan un libro infantil. En cambio nosotros estamos dele divertirnos con lo nuestro todo el día. Lo que no parece ser muy malo.
Por eso, quizá sea hora de terminar esta nota tan seria y divertirme un poco con un librito.
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