CULTURA
Conocer lo privado para disfrutar más lo público
En Confesionario, tres personas que escriben leen textos acerca de sí mismos. El ciclo, que se desarrolla los martes en el Rojas, permite espiarlas con su consentimiento.
Por Sandra Chaher
¿Por qué a la gente “común” le interesa conocer la vida privada de aquellos que por su obra se volvieron personajes públicos, alzándose sobre la masa uniforme de la mayoría de los mortales? La pregunta es vieja. Sin embargo, se sigue dándole vueltas al asunto. Hurgando. ¿Algo de lo que diga fulano será un faro, un apunte de brújula en el camino? Conocer su vida íntima, ¿será una manera de acercarse más a él, a ella, a la comprensión de su obra? Estas son algunas de las premisas que guían el armado de Confesionario: historia de la vida privada, un ciclo de encuentros que se están haciendo en el Centro Cultural Rojas los segundos martes de cada mes, a las 20, y que durará todo el año.
Ese día, tres personas conocidas –en su mayoría escritores– se reúnen a leer un texto sobre su vida, y la gente “común” (quizá también escritores, aunque ignotos aún) los escucha y les hace preguntas. Los encuentros fueron ideados por la periodista, y escritora también, Cecilia Szperling “para que los autores se animen a la primera persona. Yo notaba que había una cosa pudorosa en ellos de contar cosas de sus vidas. Como si pensaran que los demás dirían ‘¿y éste qué dice?’. La idea es también generar más fluidez con el público que quizá no va a la presentación de un libro, pero sí a escuchar algo que tiene que ver con la verdad; es como cortar con esa torre de cristal en la que se percibe a los escritores, a los artistas.
Y finalmente, hay una pretensión también de cruce estético, porque no todos los invitados son escritores, aunque escriban. La idea es desjerarquizar el texto, que si es válido, no importe quién lo haya hecho”.
Confesionario arrancó el martes 16 de marzo con un trío que permitió que el público le sacara el jugo al encuentro: Hebe Uhart, Alan Pauls y Sergio Pángaro. Cada uno aportando su estilo –Uhart: un humor ácido e irónico; Pauls: la mirada reflexiva e introspectiva minuciosa al punto de tocarse con lo excéntrico y hasta ridículo; y Pángaro: la crónica relajada– leyeron textos en los que aparecían hechos y fantasías de su vida privada. Uhart refirió una anécdota corta de las tantas que dice tener acerca de un novio borracho que fue la pareja más estable de su vida. Pauls leyó fragmentos de su diario personal. Y Pángaro –el único que no es conocido públicamente como escritor sino como músico, aunque escriba– narró una larga anécdota vivida con su grupo Baccarat.
Cuando terminaron, quienes escuchaban ingresaron lentamente en el terreno que Szperling proponía: la reflexión sobre los bordes en los que se unen y entremezclan lo privado y lo público, la vida y la obra. Pauls tomó la palabra cuando se les preguntó cómo usaban las propias experiencias a la hora de narrar: “Las sobrescribo”, explicó. El escritor, que recientemente ganó el premio Herralde con su cuarta novela, El pasado, aseguró que “la experiencia personal es una experiencia literaria para el escritor. Incluso cuando escribo en el diario (Pauls es editor del suplemento Radar de Página/12) tengo la sensación de que hasta una idiotez ya está formateada literariamente. Es que cuando uno decide ponerlo en el diario, ya hay una decisión literaria. Personalmente me cuesta mucho pensar la vida fuera de cierta promesa de relato. Entonces, cuando aparece una experiencia propia en la narración, la reescribo para cortarla de esa experiencia vital de la que viene.” Poco después se le pidió ahondar en la idea: “Yo escribo mails dejando espacios después de las comas, poniendo las frases de otro idioma en bastardilla. Ya sé que los mails se escriben de cualquier manera, pero yo no puedo hacerlo así. Tengo una preocupación por cómo contar. No puedo dejar las cosas en borrador y eso me pasa hasta con la lista de las compras: ¡Tiene que estar como se va a publicar!” Semejante obsesión hizo estallar la carcajada general.
Cuando a Uhart, que ya pasó la cincuentena, se le preguntó dentro de qué género podían inscribirse estos relatos, su respuesta espontánea y ligera también distendió el ambiente: “Podrían ser memorias... los géneros son muy corribles. Yo quizá en unos años podría escribir mi autobiografía, sí, podría ser...” Tus cuentos son muy autobiográficos, insistió alguien. “Sí, de mi entorno familiar, de Moreno. Pero de mi vida sexual no cuento una coma. Porque yo soy una señorita de Moreno, de provincia.” La carcajada volvió a escucharse.
Los próximos encuentros del ciclo serán el próximo martes 13 (como para conjurar la superstición), a las 20, con la participación de Anna Kazumi Sthal, Washington Cucurto y Alfredo Prior. Una semana después, en el mismo horario, los convocados serán Fernanda Laguna, Susana Pampín y Martín Prieto.