CULTURA › LOS FOTOGRAFOS CUBANOS QUE FOTOGRAFIARON AL CHE GUEVARA

“La Revolución llegó con su estética propia y marcada”

En l959, en Cuba había un millón de analbafetos. La imagen fotográfica fue una herramienta fundamental. Y uno de los personajes fundamentales de la nueva épica fue Guevara.

 Por Mariano Blejman

Liborio Noval mira de frente y pide a este cronista que los periodistas no se refieran a los reporteros gráficos de sus propios medios como “sus fotógrafos” cuando hablan de ellos. “Hace unos años –dice Noval–, ese señor que está atrás suyo (se refiere a una foto de la muestra El Che Guevara por los fotógrafos de la Revolución) me preguntó ironizando: ‘¿Traes tú tu periodista?`.” Noval corta la punta a su habano Cohiba con guillotina para tabaco grande, respira fuerte –pero no profundo– y se pone a contar sobre esas fotos que hizo del Che descamisado, llevando bolsas en una fábrica o en campañas de alfabetización. O de las fotos que no hizo él y que muestran a Guevara manejando un tractor en una zafra cubana. “El Che me invitaba a trabajar. Me decía: ‘¿Vos estás dispuesto a trabajar aquí?’ Yo trabajaba unas cuatro horas y después tenía un momentico para tirarle unas fotos”, cuenta Noval, llegado a Buenos Aires, a 37 años de la muerte del Che.
Liborio Noval fotografió a Ernesto Guevara con algo más de 20 años a cuestas, en repetidas ocasiones como reportero gráfico del periódico Revolución; Saúl Corrales es curador de la muestra e hijo de Raúl Corrales, quien también inmortalizó a Guevara en varias ocasiones, y el fotógrafo José Alberto Figueroa fue asistente de Alberto Díaz Gutiérrez, conocido como Korda (autor de la foto más famosa del Che, esa estampa inmortalizada en merchandising; ver recuadro). Los tres conversaron con Página/12 sobre las fotos tomadas al Comandante Ernesto “Che” Guevara en el Centro Nacional de la Música (ver recuadro).
La muestra está basada en un libro organizado por el francés Jean Cormier, un biógrafo de Guevara, también presente en Argentina para la muestra –de 11 reporteros gráficos–, que se puede ver hasta el 30 de octubre. Allí, un grupo de fotógrafos de la Revolución Cubana dejan en claro que tanto el Che como la Revolución fueron fotogénicos: épica, poética y estéticamente provocadora. Esas imágenes en blanco y negro recorrieron el mundo rápidamente: de hombres barbudos que parecían dispuestos a todo, que ingresaban en los despachos estatales vestidos de militares, que estaban cambiando un país, pero que también se arremangaban –tal el caso del Che– para desarrollar trabajo voluntario en fábricas, en el campo, en campañas de alfabetización.
Esas imágenes dejaron su paso indeleble en la historia de América latina. En estricta ausencia de color (casi todas las fotos de la época fueron tomadas en blanco y negro o al menos así han sido expuestas), Ernesto “Che” Guevara fue retratado por un puñado de privilegiados periodistas cubanos y extranjeros que lo seguían donde se podía ir.
El Che –cuando era apenas Ernesto Guevara– supo sobrevivir de la fotografía, tomando retratos sociales en sus viajes por Guatemala y México. Prefería permanecer detrás de cámara (de hecho en varias ocasiones pedía las cámaras a quienes intentaban retratarlo, para sacar él mismo algunas fotografías) un poco por pudor y otro porque sacarle demasiadas fotos era para él incurrir en un derroche. Noval trabajaba desde sus 18 años en una agencia de publicidad en La Habana, cuando el país comenzó a hablar de “los Barbudos” que habían desembarcado por el sur de la Isla y querían derrotar a Batista, atravesando Sierra Maestra. Poco antes del triunfo de la Revolución, Noval pasó a ser laboratorista y apenas una semana después del 1º de enero de 1959, se convirtió en laboratorista del periódico Revolución, que pertenecía al Movimiento 26 de Julio, comandado por Fidel Castro.
Noval conoció a Raúl Corrales, que trabajaba en el mismo periódico, y un año después, ya se había convertido en fotógrafo. En 1965 pasó al Granma. “En esa época, el periódico nos mandaba a cubrir un evento e íbamos todos los fotógrafos juntos. No era como ahora que el jefe manda a un solo fotógrafo. Ibamos todos y después peleábamos por ver quién se quedaba con la tapa”, cuenta Noval. En los ‘90, Noval fue acompañante de Fidel Castro en sus viajes. La fotografía fue el principal elemento comunicacional de la Revolución: “Había un millón de analfabetos, eran pocos los que podían leer”, cuenta Noval. Hasta entonces, La Habana tenía una prensa dedicada a las actividades sociales de su burguesía. Por eso, la aparición de los Barbudos en primera plana –que coincidió azarosamente con la llegada de las cámaras más ágiles de 35 milímetros– fue una ruptura en la estética fotográfica que acomapañaba un país donde cada día pasaba algo inesperado. “El grupo de fotógrafos nuevos junto a los acontecimientos sociales novedosos fueron imponiendo un nuevo estilo: se rompieron los moldes”, relata Figueroa, reportero gráfico desde 1969, colaborador en la revista Cuba Internacional y corresponsal de guerra en Afganistán en el ‘82 y ‘83.
“Cuando triunfó la Revolución no pensábamos que estábamos construyendo mitos, simplemente tirábamos (sacábamos) fotos. Tiempo después nos dimos cuenta de lo que habíamos estado haciendo”, cuenta Noval. Perfecto Romero muestra al Che en la Guerrilla: una en diciembre de 1958, en el cuartel de Silueta; la otra en el campamento Leoncio Vidal, ambos en Sierra Maestra. Apenas la Revolución toma el poder, Korda, Corrales y Noval, entre otros, comenzaron a seguir a Fidel. En esos viajes estaban a veces el Che y Camilo Cienfuegos. Las imágenes de Guevara en su vida cotidiana desacartonan aquellos retratos donde sólo había lugar para el pro-hombre. “Esa imagen que tomó Korda está en todos lados”, cuenta Corrales. “Pero queríamos resaltar el aspecto más humano: que tenía familia, mujer, que no sólo era un héroe sino también una persona.”
Liborio recuerda su primera foto con el Che. Con el dato que le habían dado en el periódico, lo esperó a las seis de la mañana en el Instituto Nacional de la Reforma Agraria el 26 de febrero de 1961. El Che iba a hacer trabajo voluntario. Cuando llegó, Guevara le preguntó qué llevaba entre manos. Liborio le dijo que iba a sacarle fotos para el periódico y el Che le preguntó si estaba dispuesto a llevar la carretilla. Liborio le dijo que sí. “Después se quedó la costubre. El Che me decía: ‘El domingo en tal lugar’. Iba yo a trabajar y después le tiraba unas pocas fotos’”, cuenta Noval. En otra imagen se lo ve al Che empuñando una cámara con un teleobjetivo (una rareza para le época). Liborio cuenta que tenía una cámara en su mano, el Che se la pidió y tomó con ella unas fotos de Fidel. Liborio aprovechó el momento bressoniano y le tomó una foto al Che con otra cámara y se quedó también con las fotos sacadas por el Che. “Todavía tengo esos negativos”, cuenta Noval.
Figueroa vio cómo se le iban de las manos las primeras copias de las fotos de Korda. Por eso tiene su propia teoría sobre los “usos, mal usos y abusos” de las fotos del Che. En el 2000, por ejemplo, el vodka Smirnoff usó su imagen para vender la bebida y Korda ganó la batalla legal por 60 mil dólares, que donó para comprar medicinas. “Korda pensaba que mientras esa imagen del Che fuera una curiosidad para un desconocido, esta imagen, este poster, ese reloj, esa campera, podrían ser el comienzo del acercamiento al Che”, dice Figueroa. Liborio Noval se encontró con imágenes del Che en lugares curiosos: en manifestaciones contra el aborto en Estados Unidos, en las manifestaciones gays, entre motoqueros de las Harley Davison, entre los iconos del movimiento independentista IRA en Irlanda: “Creo que esas imágenes representan la rebeldía”, cree Corrales.
“El Che me educó por su forma de actuar, de expresar cómo había que trabajar. Era muy estricto. Yo tenía entre 25 o 26 años y era una esponja que aprendía todo”, cuenta Noval. Y en la misma línea, Carreras (hijo) cuenta una anécdota que a su vez le contó su padre. Era setiembre de 1959 y el Che había sido invitado a una entrevista en la televisión cubana. Raúl Carreras corrió a fotografiarlo, y un día después le acercó un sobre con las fotos impresas en 8 x 10 centímetros. Al poco rato, el Che lo mandó a llamar. Cuando Carreras ingresó a la oficina, el Che le tiró las fotos sobre el escritorio: “Las fotos están bien, quien está mal sos vos. ¿Para qué tantas fotos? Aprende a no despilfarrar los medios del Estado. No seas guataca (derrochón)”, le dijo.

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El Che en un alto del trabajo voluntario.
 
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