CULTURA › HUGO URQUIJO *
Con el corazón en la mano
Anton Chéjov es uno de los dramaturgos mayores de su tiempo y de todos los tiempos. Y lo es porque, como pocos, supo describir la tragedia de los pequeños héroes: la certeza de que no podrán ver la felicidad cumplida en vida, pero manteniendo intacto el anhelo de una vida mejor y más digna para los que vendrán. Un profundo escepticismo en el presente conjugado con una fe ardiente proyectada hacia el futuro. Así como sucede con Shakespeare, frente a la obra de Chéjov se siente que él respeta la absoluta complejidad de la vida y nunca se coloca por delante de su obra. Más bien deja que sus creaciones y sus criaturas cobren una vida propia sin que el lector o el espectador perciba que el escritor interviene.
Sus obras constituyen maravillosos frescos de las contradicciones del alma humana sin que sus criaturas sean juzgadas. Chéjov mira con enorme compasión y hondura el alma humana, sin maniqueísmos, sin juicio a priori, todos sus personajes asomados al abismo de sus propios interrogantes, buscando a ciegas las respuestas. Para tratar un autor así, para interpretarlo como actor o como director, hace falta trabajar consigo mismo, asomarse a los propios misterios. No basta el oficio. Es un autor que inexorablemente interpela a quien trata con él. Para hacerlo, hacerlo con el alma y el corazón en la mano.
* Director de Tres por Chéjov (1974), El canto del cisne (1995 y 2003) y Platonov (2003).